Los trastornos del sueño son un problema frecuente en la infancia, –aproximadamente el 25 % los sufrirá en algún momento a lo largo de la niñez- , como señala el Dr. Ugarte, coordinador del Grupo de Trastornos del Sueño de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria ( AEPap ). Además, no sólo alteran la vida familiar sino que pueden repercutir sobre el humor y el comportamiento del niño ( irritabilidad, agresividad), sobre el aprendizaje (déficits atencionales y de memoria, mal rendimiento escolar), aumentan el riesgo de accidentes y pueden tener efectos negativos sobre el crecimiento y desarrollo en general (obesidad, menor eficiencia del sistema inmune).
En muchos casos permanecen sin diagnosticar, ya sea porque la tolerancia de las familias hacia los hábitos de sueño del niño varía enormemente o, porque es un tema que la propia familia no comenta creyendo que estos problemas carecen de tratamiento o porque no se atreven a mencionarlos hasta que la dinámica familiar se ve sumamente alterada. Sin embargo, ayudar a la familia a resolver un trastorno del sueño es sumamente satisfactorio y, como afirma el Dr. Pin, coordinador del Grupo de Trastorno del Sueño de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP), el pediatra de atención primaria es el profesional más idóneo para detectar, tratar o derivar los problemas del sueño infantil.
En los niños, la particularidad radica en que hay patrones de sueño diferentes a distintas edades : el recién nacido divide la cantidad de sueño casi por igual entre el día y la noche y el 100% de ellos tiene despertares nocturnos; a la edad de 6 meses ya sólo el 20-30 % de los bebés se despiertan varias veces por la noche.
Los bebés alimentados al pecho adquieren el patrón de sueño nocturno continuado más tarde. El periodo de descanso nocturno se consolida en un único bloque a partir del año de edad en el 90 % de niños. Entre los 9 y los 18 meses, edad de la ansiedad de separación, no es infrecuente que el niño vuelva a despertarse por la noche. Dormir toda la noche es un hito del desarrollo que no siempre se mantiene una vez alcanzado y que se debe sobre todo a factores sociales. El sueño diurno disminuye a lo largo de los primeros 3 años de modo que a los 18 meses el niño suspende la siesta de la mañana y a los 4 años de edad la mayoría de los niños no requieren tampoco siesta después de comer. La necesidad de sueño nocturno también decrece con la edad de modo que en la adolescencia esa necesidad es igual a la del adulto. En general, uno de cada 3 niños hasta la edad de 4 años continuará despertándose por la noche y precisará de la intervención de los padres para volverse a dormir.
Con mucho los trastornos del sueño infantil más frecuentes son los despertares nocturnos y la resistencia a ir a la cama que se dan en bebés mayorcitos y en niños preescolares y que habitualmente son transitorios pero cuando persisten generan un gran stress en la familia. Aunque el 95 % de los recién nacidos que se despiertan por la noche y lloran no saben calmarse solos y precisan de la ayuda de los padres, a la edad de 1 año el 60-70 % de niños serán capaces de calmarse solos si se les da la oportunidad.
Ignorar el lloro del bebé
Los estímulos apropiados o inapropiados para iniciar y mantener el sueño a lo largo de la noche suelen establecerse hacia los 4 meses de edad. El concepto de las asociaciones del inicio del sueño es importante. Un niño que se pone en la cama despierto y que aprende a quedarse dormido utilizando maniobras de autoconsolación será capaz de calmarse solo y volver a dormirse cuando se despierte a mitad de la noche. Pero un bebé que aprende a dormirse acunado en brazos de los padres o en su presencia, en la cama paterna o en cualquier otro lugar fuera de la cuna, tendrá dificultades en volver a dormirse cuando se despierte solo por la noche. En este último caso , cuando el bebé tiene ya más de 4 meses y continúa despertándose por la noche el procedimiento más indicado es aconsejar a los padres que ignoren el llanto del bebé a intervalos cada vez más prolongados y después de unas pocas noches “ difíciles “ se sorprenderán de ver que el entrenamiento funciona y el niño es capaz de volver a dormirse solo (método Ferber, método Estivill).
Despertares programados
Otra técnica que es eficaz y más aceptada por algunos padres es la de los despertares programados. Consiste en despertar al bebé un poco antes del momento en que él se suele despertar y poco a poco el bebé va alargando los despertares hasta que éstos remiten.
En los bebés más mayorcitos y en los preescolares en cerca del 90 % de casos, según informa la Asociación Española de Pediatría (AEP), el problema radica en hábitos incorrectos o falta de límites firmes por parte de los padres de modo que el niño siempre pospone el momento de ir a la cama . A estas edades el tiempo que tardan en dormirse es de unos 15 minutos lo que demuestra un estado importante de alerta y vigilancia. Lo mejor es establecer una rutina predecible a la hora de acostarse y que dure no más de 20-30 minutos: contar un cuento, una canción, un poco de agua o leche y un masaje en la espalda. También se pueden usar objetos como ositos de peluche o mantas para que el niño se sienta acompañado. Cuando esto no funciona el tratamiento más adecuado consiste en mantener una calma firme ignorando las demandas del niño y evitando la confrontación diciéndole simplemente que si se va a la cama la puerta de la habitación se puede dejar abierta pero si se levanta la puerta se cerrará ; las primeras veces los padres deberán permanecer junto a la puerta y mantenerla cerrada pero la abrirán tan pronto como el niño vuelva a la cama. También puede usarse un calendario de recompensas de modo que si el niño no se levanta de la cama se puede canjear por un pequeño premio al dia siguiente.
Síndrome de retraso de la fase del sueño
En edades posteriores : preadolescentes y adolescentes los problemas de sueño vuelven a ser frecuentes, se van a la cama cada vez más tarde, hay una reducción en las horas de sueño y esto se acompaña de somnolencia diurna y el consiguiente fracaso escolar. Esto se conoce como “el síndrome de retraso de la fase del sueño“ que se define por un tiempo de inicio y finalización del sueño que está retrasado más de dos horas respecto a los horarios aceptados socialmente y que padecen un 5-10 % de adolescentes. Estos chicos no tienen por lo demás dificultades para mantener la continuidad del sueño pero tienen gran dificultad a la hora de despertarse y padecen insomnio si se les obliga a acostarse más temprano; el déficit crónico de sueño genera somnolencia diurna y el subsiguiente problema de rendimiento escolar. El tratamiento consiste en retroceder gradualmente la hora de ir a la cama unos 10-15 minutos por noche; evitar el uso de bebidas con cafeína, el ejercicio fuerte o la estimulación excesiva viendo televisión ,jugando videojuegos o escuchando música en la cama; una vez restablecido el sueño normal puede ofrecerse al adolescente un horario más flexible los días no escolares, pero sólo después de un mínimo de dos semanas de riguroso seguimiento del programa. En los casos más extremos puede ser necesaria la intervención de un especialista para establecer una cronoterapia-retrasar progresivamente la hora de acostarse y levantarse unas 2-3 horas por noche hasta que se alcanza la hora de acostarse normalmente-; otra terapia que se está utilizando actualmente es la terapia lumínica basada en la exposición a la luz por las mañanas.
El sonambulismo
Las parasomnias son trastornos de conducta que acontecen durante el sueño, de aparición paroxística y predecible en un momento determinado del ciclo de sueño, que no responden a la estimulación ambiental y que se caracterizan por amnesia del episodio a posteriori. Los más frecuentes son los terrores nocturnos y el sonambulismo. Los terrores nocturnos se dan típicamente en niños entre 3-8 años de edad, predominan en el sexo masculino, ocurren a la hora y media de la entrada en sueño, el niño se sienta en la cama repentinamente y grita aterrorizado permaneciendo inconsolable durante un tiempo que puede llegar a los 30 minutos, es imposible despertarle o calmarle.
Es un cuadro muy aparatoso, pero luego el niño se relaja y vuelve a quedarse dormido y no recuerda el episodio al día siguiente. Ocurren con más frecuencia en periodos de stress o fatiga y hay que distinguirlos de las pesadillas que ocurren más avanzada la noche, a cualquier edad y en ambos sexos , el niño puede ser despertado y calmado y recuerda perfectamente el episodio al días siguiente contando con todo detalle el contenido del sueño.En aquellos niños en los que los episodios no se autolimiten o sean especialmente disrruptivos el pediatra puede aconsejar tratamiento farmacológico. En el sonambulismo (caminar dormido) y en la somniloquia (hablar dormido) el niño se sienta en la cama con los ojos abiertos pero “sin ver”; la actividad motora puede ir desde un aumento de movimientos sin finalidad en la cama hasta caminar por la casa; generalmente su discurso en ininteligible; suele darse en niños de edad escolar y predomina también en el sexo masculino. El mayor riesgo es el daño físico del niño durante el episodio por lo que los padres deben tomar medidas de seguridad en el hogar y no deben despertar al niño sino reconducirle suavemente a la cama de nuevo. Otra intervención eficaz que resuelve el cuadro en más del 80 % de niños son los despertares programados 15 minutos antes de que se produzca el episodio, asegurándose de que el niño permanece despierto por lo menos 5 minutos.
¿Qué pueden hacer los padres?
Si un padre está preocupado sobre el sueño del niño lo primero sería consultar con su pediatra de atención primaria que, a través de una cuidadosa historia clínica establecerá la naturaleza del problema y valorará las estrategias que los padres han utilizado hasta entonces.
No hay que olvidar que detrás de un trastorno del sueño puede haber también problemas médicos como unas vegetaciones de tamaño grande, un asma mal controlado, una dermatitis atópica no tratada, un cuadro de ansiedad subyacente o efectos secundarios de medicamentos que el niño toma para alguna enfermedad crónica, etc. Hay que recordar a los padres que a dormir se aprende y hay que enseñar al niño exáctamente igual que se le enseña a comer o a lavarse los dientes. Algunos casos requerirán intervenciones como terapia cognitivoconductual y sólo en contadas ocasiones y bajo estricto control pediátrico se utilizará medicación.
Todos los trastornos del sueño mejoran y algunos se resuelven por completo con unos buenos hábitos de sueño. ¡Recuerde! Establezca unos horarios regulares de acostarse y levantarse y respételos incluso los fines de semana y vacaciones. Cree un ritual relajante cada noche antes de llevar al niño a la cama y, lo más importante, mantenga pautas cariñosas, pero firmes, desde el principio.