Es una creencia popular pensar que el reuma es propio de la edad adulta o de las personas mayores. Sin embargo, las enfermedades reumáticas, como otras, pueden aparecer e iniciarse a cualquier edad, incluso en la infancia o en el seno materno. Por tanto, la respuesta es sí, los niños también pueden padecer las diferentes enfermedades reumáticas descritas en los adultos, aunque, lógicamente, con sus peculiaridades. Además, algunas dolencias reumáticas son propias de esta edad.
La Reumatología Pediátrica se ha consolidado como una parte de la Reumatología dedicada al niño, implicándose en ella tanto pediatras como reumatólogos. Abarca a todas las alteraciones inflamatorias y no inflamatorias que afectan al tejido conectivo, como lo demuestra la actual clasificación de las enfermedades reumáticas en el niño.
El motivo de consulta habitual es por: 1. Impotencia funcional o dificultad para utilizar con normalidad una extremidad; 2. Inflamación articular; 3. Dolor articular, con o sin rigidez; 4. Síntomas generales (fiebre, decaimiento, malestar) junto con positividad para los marcadores de enfermedades reumáticas.
La impotencia funcional es el motivo de consulta más frecuente, ya que es fácilmente observable por los padres o los cuidadores del niño. En ocasiones, los padres lo asocian con algún traumatismo previo, dadas las frecuentes caídas a esta edad, aunque pocas veces tiene relación con la enfermedad en sí. La afectación de extremidades superiores provoca en el niño cojera o éste se puede mostrar reacio a participar en los juegos habituales. Cuando afecta a extremidades superiores puede ser más difícil de observar, y lo demuestra el niño por alteración o negativa a participar en actividades escolares manuales.
La inflamación también es fácilmente observable en miembros inferiores, especialmente en la rodilla y el tobillo, pudiendo distinguirse el lado afecto del sano. Muy difícil si es el hombro o la cadera. No siempre guarda relación el grado de hinchazón y la gravedad del proceso reumático.
Al revés de lo que ocurre en los adultos, el dolor articular en pediatría es un motivo de consulta menos frecuente. El dolor inflamatorio, así como la rigidez, se manifiesta generalmente después de períodos prolongados de reposo; ocasionalmente puede despertar por la noche y disminuye con analgésicos o anti-inflamatorios habituales. En el niño pequeño puede ser difícil de diferenciar del dolor óseo. Si interfiere de forma importante con las actividades diarias, despierta por la noche o no cede con analgésicos menores, podría ser debido a un tumor óseo, muscular o por infiltración ósea de tumores hematológicos, como las leucemias.
El dolor mecánico es más intenso tras actividades físicas y aumenta al final del día.
La elevación de las denominadas “pruebas reumáticas”, como el factor reumatoide o los anticuerpos antinucleares, no siempre indica la presencia de un problema tal, especialmente en el caso del ASLO o anticuerpos antiestreptolisina, que la inmensa mayoría de los casos está en relación con amigdalitis agudas o recurrentes por estreptococo, o por ser el niño un portador sano del mismo.
Es frecuente en las enfermedades reumáticas la presencia de síntomas en otras localizaciones diferentes al aparato locomotor. Así, estos niños pueden manifestar manchas en la piel o mucosas, molestias digestivas, cardiorrespiratorias o renales, además de fiebre, cansancio o adelgazamiento.
Los antecedentes familiares pueden ser relevantes en procesos como la espondilitis, la artritis psoriásica, la artritis reumatoide o el Lupus Eritematoso Sistémico. También pueden ser importantes para el diagnóstico o el tratamiento, los datos concernientes al estado nutricional y el entorno familiar y social.
Al igual que la historia clínica, la exploración pediátrica tiene sus particularidades, más cuanto más pequeño es el niño. Así, por debajo del año de vida es importante examinar las características faciales y las proporciones corporales, al poderse asociar la afectación articular a enfermedades metabólicas de depósito. A partir de los 4 ó 5 años el niño colabora suficientemente bien y es más fiable en sus quejas.
Los niños pueden sufrir enfermedades reumáticas consideradas autoinmunes, inflamatorias y sistémicas, con diverso grado de severidad y gravedad, como la Artritis Crónica o Idiopática Juvenil, las espondiloartropatías juveniles, la artritis psoriásica, el Lupus Eritematoso Sistémico, el Lupus Neonatal, y otras como la esclerodermia, la dermatomiositis, las vasculitis cutáneas y sistémicas (a esta edad, más característica la Enfermedad de Kawasaki y la Púrpura de Schönlein-Henoch).
También pueden padecer infecciones osteoarticulares u otros procesos desencadenados por gérmenes, como la artritis séptica, la tuberculosa, osteomielitis, y otra más habitual en esta edad que en adultos, la Fiebre Reumática.
También pueden presentar enfermedades más propias de adultos, como la osteoporosis idiopática juvenil o la fibromialgia. En contraposición con enfermedades que debutan a la edad pediátrica, como la osteogénesis imperfecta o el síndrome de Marfan.
No son nada infrecuentes los dolores de espalda en la infancia, que aumentan con la edad. Hay que investigar las causas y características para prevenir sus repercusiones en la vida adulta. Lo mismo que la coxalgia o dolor de cadera, que precisan una atención especial, dada sus peculiaridades.
¿Y qué de los dolores de crecimiento? Son especialmente frecuentes en niños entre los 4-13 años y aparecen, sobre todo, en muslo, rodilla y, a veces, pierna, de manera mal definida, al final del día, tras el descanso o a la noche. A veces despierta, y si el niño es pequeño puede hacerle llorar. No limitan la movilidad ni produce otras alteraciones locales y las pruebas son normales. Se desconoce su causa y el diagnóstico es por exclusión, después de descartar otros posibles motivos. Mejora con friegas, calor local, analgésicos o con cualquier estímulo del miembro afecto, y su curso es autolimitado.
Por tanto, en niños también hay que prestar atención a las dolencias en el aparato locomotor e incidir ya en la educación postural y en una actividad física adecuada.