Los Rayos X fueron descubiertos por Wilhelm Conrad Röntger en 1895, son una forma de radiación al igual que la luz visible pero con una elevada capacidad de penetración, lo que les permite atravesar el cuerpo humano. Este tipo de radiación puede ser detectada con equipos y técnicas adecuadas y así producir imágenes de las estructuras internas del cuerpo, permitiendo diagnosticar enfermedades y otros tipos de problemas.
La dosis de radiación que se imparte generalmente en los estudios de rayos X generalmente no puede causar daño, pero son dosis que se acumulan en el cuerpo de los pacientes y por la tanto la repetición de exploraciones debe ser controlada de forma exhaustiva. Hay pruebas con dosis altas como son la TC (tomogafía computarizada) y los procedimientos intervencionistas, en estos casos existe una mayor probabilidad de aumentar el riesgo de cáncer.
El riesgo de cáncer inducido por la radiación es bajo pero es aditivo. Por lo que cada examen radiológico que se realiza a un paciente, aumenta ligeramente ese riesgo. Así se realizan estudios con la dosis de radiación más baja que sea posible para su correcta valoración y que proporcione una calidad diagnóstica adecuada.
Dosis efectiva
La dosis de radiación recibida es conocida como “dosis efectiva”. Esta magnitud se expresa en milisievert (mSv), representa que la dosis recibida en cuerpo entero presenta el mismo riesgo de cáncer que la producida por otras dosis impartidas a los diferentes órganos existentes en una zona del cuerpo determinada.
Los diferentes estudios que se realizan con radiaciones (Rx convencional, TC, procedimientos intervencionistas…) imparten diferentes cantidades de radiación. También estamos expuestos a la radiación recibida por fuentes naturales (radiación ambiental).
No existe un límite sobre la radiación que una persona puede recibir en un examen de Rayos X, debe valorarse el beneficio que sea mayor al riesgo que pudiera ocasionar. Por eso se considera que el riesgo asociado a la radiación es aceptable en los exámenes médicos justificados. Por ello, el médico prescriptor y el radiólogo son los responsables de asegurar que el beneficio que puede aportar la prueba a realizar para la salud del paciente, es superior al riesgo que supone la radiación.
Pacientes embarazadas
En el caso de las pacientes embarazadas, los beneficios clínicos deben superar al riesgo pequeño que suponga esa radiación. Toda mujer debe informar de su embarazo, o de la posibilidad del mismo al médico y/o personal implicado. Los exámenes de abdomen y pelvis deben valorarse en cada caso su indicación, especialmente en el caso de TC y procedimientos intervencionistas, realizando un balance de riesgo/beneficio entre el radiólogo y colaboración con radiofísica. No obstante, las exploraciones de cabeza, cuello, hombro, pies y tórax pueden realizarse de forma segura con equipamiento moderno, técnica adecuada y uso de delantales/piezas plomadas.
En los niños no hay restricciones sobre el uso de Rayos X cuando el beneficio supere al riesgo. Son procedimientos que deben planificarse y limitarse puesto que hemos comentado previamente que las radiaciones presentan un efecto aditivo, y son pacientes con larga esperanza de vida. Incluso algunos de sus órganos son más sensibles a la radiación que en caso de un paciente adulto.
Antes el pequeño riesgo que suponen las radiaciones, debe valorarse la posibilidad de realizar otro tipo de estudios diagnósticos, como son la Resonancia Magnética y la Ecografía, donde no se utilizan radiaciones ionizantes y no existe evidencia sobre riesgo de cáncer. No siempre es posible reemplazar unos estudios por otros, por lo que debe valorarse el problema clínico que el paciente presente en cada caso.
Hoy en día la tecnología ha avanzado considerablemente y la radiología se ha vuelto más segura, no obstante, es importante aplicar los principios de protección radiológica en la práctica diaria.