Alergia y el frío


Dr. Gabriel Gastaminza Lasarte

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Las enfermedades alérgicas se definen como aquellas desencadenadas por una respuesta inmunológica “exagerada”. El sistema inmunológico responde a estímulos o frente a agentes que a priori no son dañinos. Es un exceso de celo del sistema inmune.

El tipo de respuesta alérgica más conocida y frecuente es la que se desencadena por la exposición a proteínas extrañas. Los más frecuentes son los pólenes, ácaros del polvo, las proteínas de animales o los hongos. También cualquier alimento puede ser susceptible de estimular al sistema inmunológico. O bien los medicamentos. En todos estos casos, la reacción alérgica está ocasionada por un anticuerpo específico (generalmente una inmunoglobulina E), o bien por un tipo de células de defensa de la sangre –linfocitos- que reconocen una estructura concreta.

Sin embargo, también es posible que haya reacciones alérgicas que se ponen en marcha, no frente a un agente externo, sino frente a un estímulo físico. En invierno, uno de los cuadros clínicos que solemos detectar los alergólogos son las urticarias desencadenadas por frío, conocidas también como urticaria a frigore. Es una enfermedad en algunos casos hereditaria.

En este caso, la liberación de los mediadores de las células de defensa se produce, de forma inespecífica, por exposición a temperaturas bajas. Los pacientes que sufren esta enfermedad suelen presentar erupción cutánea de tipo urticarial en aquellas zonas de la piel expuestas al frío. La piel de la cara, el cuello y las manos suelen ponerse rojas, y aparecen las típicas lesiones habonosas de la urticaria que provocan un intenso picor y, con el paso de los minutos, las zonas expuestas pueden hincharse de forma importante. En invierno –y dependiendo de la región de residencia y de la gravedad de la enfermedad, también en otras épocas no tan frías- es cuando estas personas tienen los síntomas, que normalmente aparecen cuando salen a la calle o entran en lugares fríos. Por ejemplo, estas personas suelen tener problemas para esquiar.

Pero el riesgo de reacción no se restringe al invierno, y también pueden tener problemas –y aún más graves- en verano, ya que la sintomatología puede desencadenarse con los baños en el mar o en piscinas de agua fría. En estas ocasiones, el riesgo para la vida del paciente es alto, ya que la superficie de la piel que entra en contacto con el frío es grande, y se puede provocar una vasodilatación masiva que lleve consigo una caída de la presión arterial, con la posibilidad de pérdida de conocimiento y de ahogamiento.

Edema de glotis

Otro problema añadido, también predominantemente en verano, es con las bebidas frías o los helados, que pueden provocar un hinchazón de la garganta, con riesgo de ahogamiento por edema de glotis.

El diagnóstico de esta enfermedad no es difícil, aunque es necesario sospecharla. Suele realizarse con la aplicación del test de cubito de hielo, que si es positivo es diagnóstico de la enfermedad. Por la posible relación de esta enfermedad con enfermedades infecciosas o autoinmunes subyacentes, es conveniente hacer un estudio analítico completo para descartarlas.

El control de la enfermedad es fácil. En la mayoría de los casos se consigue simplemente con el uso de antihistamínicos y la aplicación de medidas preventivas de exposición al frío. Deben protegerse muy bien del frío durante el invierno. Es importante que utilicen guantes. Deben evitar la ingestión de helados y de bebidas frías. Estos pacientes tienen que tener especial precaución con los baños en el mar y en piscinas. Los casos más graves lo pueden tener prohibido, y puede ser necesario que sean portadores de sistemas autoinyectables de adrenalina.