Las convulsiones son la urgencia neurológica más frecuente en pediatría. En la edad infantil, un ataque convulsivo puede ser una manifestación clínica de un síndrome febril, una pérdida de líquido, una enfermedad inflamatoria (ejemplo: meningitis, encefalitis…), una intoxicación metabólica, un traumatismo o epilepsia.
¿Qué es una convulsión febril?
Las convulsiones febriles son el trastorno convulsivo más frecuente en la infancia. En general tienen un pronóstico bueno, que rara vez acaba en epilepsia.
Son crisis que pueden ocurrir cuando un niño pequeño (de 6 meses a 6 años) tiene fiebre. Alrededor del 2-4% de los niños tendrá una convulsión febril, y un tercio de esos niños volverá a tener otra cuando tenga fiebre en el futuro. La mayoría de las convulsiones duran menos de 5 minutos y el niño puede sentirse somnoliento durante un tiempo después.
Factores predisponentes
Las convulsiones febriles tienden a ser un trastorno familiar, ya que su frecuencia es mucho mayor en los padres y hermanos de niños afectos de convulsiones febriles que en la población normal.
Cuando con anterioridad ha sufrido otra convulsión febril, aproximadamente uno de cada tres niños tendrá otra, generalmente antes de que haya pasado un año o dos desde su primera convulsión.
¿Qué tipos hay?
Simples (benignas): son las más comunes (70% de todas) y se caracterizan por convulsiones que duran menos de 15 minutos, no tienen carácter focal, no repiten en las siguientes 24 horas y se resuelven espontáneamente. Normalmente son inofensivas y no un signo de enfermedad cerebral grave, por lo que se pueden tratar con maniobras básicas.
Complejas: se caracterizan por episodios que duran más de 15 minutos, tienen carácter focal, repiten en las siguientes 24 horas y si ocurren en serie la duración total es de más de 30 minutos.
Estado convulsivo febril: convulsión o serie de convulsiones con fiebre sin recuperar conciencia entre ellas, durante un período de tiempo de 30 minutos o más. Está considerado como una convulsión compleja, por su duración de 30 minutos o más sin recuperar la conciencia.
¿Qué síntomas produce?
• Movimientos involuntarios y rigidez corporal, que a veces van precedidos de cambios de humor, dolor de cabeza, irritabilidad y mirada fija.
• Desvanecimiento súbito, sin causa aparente.
• Pérdida de control de esfínteres.
• Salivación excesiva.
• Sudoración, náuseas, palidez.
• Fiebre.
• Los músculos se quedan flácidos o rígidos.
• Pérdida de consciencia.
• Pérdida de memoria transitoria.
¿Cómo debemos actuar?
Aunque el cuadro clínico puede provocar pánico inicial y ansiedad posterior, una convulsión febril no es una epilepsia, siendo la mayoría de las veces una crisis única, que no suele dejar secuelas neurológicas, y en las que la mortalidad es nula.
Qué debo hacer:
• Colocar al niño tumbado en decúbito lateral izquierdo con la cabeza hacia abajo.
• Retirar los objetos que le puedan lesionar, proporcionándole un entorno seguro.
• Protegerle de traumatismos.
• Crear un ambiente tranquilo.
• Comprobar que el niño puede respirar bien, sin atragantarse. No es necesario introducir ningún objeto en la boca que le pueda hacer daño. ¡No se tragan la lengua!
• Aflojarle la ropa.
• No intentaremos sujetarle durante la convulsión.
• Si dura más de 10 minutos o es la primera vez que ocurre, es conveniente llamar al teléfono de emergencias 112 y buscar ayuda médica.
• Esperar que acabe la crisis. Debemos mirar cuanto tiempo dura la convulsión (con un reloj).
• Es importante no dejar al niño solo en ningún momento.