¿Es el quirófano un entorno verde?


Luis Corbatón Gomollón y Claudia Salvador Vidal. Médicos Internos Residentes de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor. HUN. Carla Lobón Jiménez. FEA Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor. HUN

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Cada año se realizan miles de intervenciones quirúrgicas entre todos los hospitales de España. Para poder llevarlas a cabo, se requiere, además de numerosos profesionales cualificados, diferentes herramientas y tecnologías que permitan realizar todos los procedimientos quirúrgicos necesarios.

De este modo, el quirófano puede considerarse una de las áreas del hospital en las que mayor contaminación se genera. El quirófano tiene un impacto contaminante nada desdeñable por diversos motivos, uno de ellos es el empleo de materiales, pero una parte fundamental de cualquier intervención quirúrgica es la anestesia, la cual resulta indispensable para poder realizar los procedimientos y también genera una huella de carbono sobre nuestro planeta.
Los anestesistas estamos concienciados con este problema global y la seguridad y bienestar del paciente sigue siendo nuestra prioridad, no obstante, intentamos adaptar nuestros procedimientos siempre que la situación lo permite sin olvidarnos del medio ambiente.

¿Qué contaminación implica una cirugía habitual? 

Una cirugía promedio puede generar una huella de carbono sorprendentemente alta. Los agentes halogenados son sustancias químicas en estado gaseoso administrados a través de una mascarilla o tubo endotraqueal utilizadas para inducir y mantener un estado de sueño en los pacientes durante la cirugía.
Los halogenados que más comúnmente se utilizan para mantener al paciente inconsciente durante la cirugía son el desflurano y el sevoflurano y son potentes gases de efecto invernadero, tanto es así que el sector salud contribuye con aproximadamente el 5% de las emisiones globales de gases con efecto invernadero contribuyendo al cambio climático al atrapar calor en la atmósfera.
Para ponerlo en perspectiva, una hora de cirugía en la que se administre desflurano puede generar la misma cantidad de emisiones que un vuelo de 3 horas o las emisiones equivalentes a conducir un coche durante más de 300 kilómetros. El Sevoflurano tiene un potencial de calentamiento global que es más de 1300 veces mayor que el CO2, lo que supondría un gasto equivalente a un vuelo de alrededor de 1,5 horas. Estos gases son, a su vez, menos contaminantes que otros halogenados que se empleaban antaño, como el halotano.

Además, actualmente, los equipos de anestesia que se utilizan en los quirófanos para cualquier intervención quirúrgica liberan estos gases directamente al ambiente sin posibilidad de reciclaje, haciendo imposible reducir su impacto medioambiental.
A esto se suma el uso intensivo de materiales plásticos desechables, como tubos endotraqueales, jeringas u otros dispositivos, que también favorecen la contaminación ambiental por ser de un único uso. Todo ello, sin olvidar la contaminación producida por la propia intervención y el mantenimiento del quirófano, es decir, el material estéril de un solo uso y el empaquetamiento con plásticos y papel necesarios para mantener todo el instrumental en condiciones de esterilidad, además de guantes, batas, gorros, iluminación, monitores y un largo etc. de residuos adicionales generados.

Si bien es cierto que, en términos de emisiones globales, la contribución de la anestesia a las emisiones totales de gases de efecto invernadero no es tan significativa como en otros sectores, el elevado potencial contaminante de estos gases obliga a tomar conciencia de este problema y supone un desafío para nuestro gremio a la hora de adaptar nuestra práctica clínica habitual hacia una más verde, sin perder por el camino la calidad del proceso asistencial.

¿Qué estrategias utilizamos los anestesistas para mantener un quirófano verde? 

La denominada anestesia general se puede conseguir utilizando diferentes tipos de agentes anestésicos. Una de las alternativas a los agentes halogenados mencionados es la anestesia total intravenosa (llamada TIVA en inglés) con propofol como agente de mantenimiento de la anestesia. Al igual que los halogenados, el propofol es un agente hipnótico que induce un estado de sueño en el paciente, pero al no tratarse de un gas las repercusiones medioambientales de su uso son considerablemente menores. A pesar de ello, la TIVA no está exenta de generar residuos como las jeringas de plástico, agujas y otros residuos necesarios para su administración, pero en conjunto la TIVA tiene menor impacto ambiental que los agentes halogenados.

Otra de las opciones alternativas es la anestesia locorregional. La anestesia locorregional es aquella en la que se bloquea la sensibilidad del dolor en una parte específica del cuerpo, sin necesidad de que la persona esté completamente inconsciente. Al no ser necesario dormir al paciente, en estas intervenciones se evita el uso de gases de efecto invernadero y al mismo tiempo permite consumir menor cantidad de fármacos y materiales desechables de un solo uso y se evita tener que hacer uso de equipos de anestesia complejos (como vaporizadores, bombas o monitores intensivos), con lo que también disminuye el consumo energético asociado al acto anestésico.

Es importante tener en cuenta que hay casos en los que los agentes halogenados ofrecen ventajas con respecto al resto de alternativas según las características del paciente o el tipo de intervención que se va a realizar y nos tenemos que decantar por su uso por motivos de seguridad y beneficio del paciente.

En esta situación, también se pueden tomar medidas para consumir la menor cantidad de fármaco posible. Entre ellas se encuentran utilizar flujos de gas más bajos, que permiten un uso más eficiente del gas al reducir el total de halogenado liberado a la atmósfera, o los nuevos sistemas de captura de gases anestésicos. Estos sistemas recogen los gases que no se absorben por el cuerpo del paciente y los almacenan o destruyen antes de que se liberen en la atmósfera. Si bien estos sistemas requieren una inversión inicial, los beneficios a largo plazo en términos de sostenibilidad parecen prometedores.

Aun queda camino por recorrer…

El impacto ambiental de los agentes halogenados utilizados en la anestesia es un desafío en la lucha contra el cambio climático. Estos gases de efecto invernadero contribuyen al calentamiento global de una manera que puede ser difícil de percibir en el contexto de una cirugía, pero su acumulación a nivel global puede tener serias consecuencias a medio y largo plazo. A medida que crece la conciencia ambiental en el ámbito médico, el rol del anestesiólogo se vuelve clave no solo para cuidar la vida del paciente, sino también para proteger la salud del planeta. Así, cada decisión en el quirófano puede contribuir, aunque sea a pequeña escala, a un sistema de salud más sostenible. La sostenibilidad en el ámbito de la salud es un objetivo ambicioso, aunque no por ello imposible, y con la implementación de estas estrategias, es posible crear un futuro más verde y saludable para todos.

AUTORES:

Luis Corbatón Gomollón y Claudia Salvador Vidal. Médicos Internos Residentes de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor. Hospital Universitario de Navarra.
Carla Lobón Jiménez. FEA Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor. Hospital Universitario de Navarra