La disfunción sexual es un problema frecuente en los pacientes con cardiopatía. Su prevalencia se encuentra infraestimada debido a que es un tema tabú y por diversas razones muchos pacientes que la sufren no lo consultan con su médico. La prevalencia de la disfunción eréctil alcanza hasta el 52% en hombres entre 40 y 70 años, solo 23,4% diagnosticados, (aproximadamente 1 de cada 4); y sólo la mitad son correctamente tratados (el 51,4%).
Las causas por las que el paciente no lo expresa son múltiples: desde considerarlo un problema secundario, no sentirse escuchados ni con suficiente confianza con el médico, pensar que son demasiado mayores o demasiado jóvenes para tener este problema o directamente por vergüenza.
Se considera disfunción sexual a la dificultad durante cualquier etapa del acto sexual (deseo, excitación, coito, orgasmo) que impide al individuo o la pareja el disfrute de la actividad sexual. En el varón lo más frecuente es la disfunción eréctil mientras que en la mujer lo es la pérdida de deseo.
La disfunción eréctil se considera predictora de angina y enfermedad cardiovascular en pacientes jóvenes (de manera similar a la que se obstruyen las arterias del corazón se pueden obstruir las arterias que aportan flujo sanguíneo a los genitales y así dificultar el acto sexual). En ocasiones precede a la aparición de un infarto, por ello es preciso consultar con el médico y en aquellos pacientes que posean más factores de riesgo cardiovascular, realizar una evaluación médica que permita detectar y tratar de manera precoz la enfermedad cardiovascular.
Causas farmacológicas y psicológicas
En otros casos, aparece después de un infarto y tiene múltiples causas, entre ellas farmacológicas y psicológicas. Tras el alta hospitalaria por un ingreso por infarto o insuficiencia cardíaca se pasa a menudo a tomar varios fármacos nuevos que pueden provocar disfunción eréctil o empeorar una disfunción eréctil ya existente. Los medicamentos hipotensores pueden contribuir a ello, en especial los betabloqueantes. Esta medicación es importante porque ha demostrado mejorar de manera significativa el pronóstico tras un infarto pero en ocasiones puede tener este efecto secundario. En muchos casos la disfunción sexual puede mejorar o desaparecer con tratamiento. Ajustar el horario de toma de medicación cambiar el tipo de fármaco (dentro de los betabloqueantes, el nevibolol es el que menos disfunción eréctil produce) pueden ayudar.
El componente psicológico es fundamental. Después de sufrir un infarto, el paciente suele tener temores sobre su vida sexual. A menudo se pregunta si es posible volver a tener relaciones sexuales con naturalidad. Esto dependerá de la severidad de su enfermedad. , por ello es importante que pregunte a su médico. Como norma general, la actividad física que se realiza en una relación sexual con la pareja habitual es equivalente a la necesaria para subir dos pisos de escaleras. Si es capaz de subir dos pisos de escaleras sin tener dolor en el pecho o fatiga, será posible, desde el punto de vista físico, mantener relaciones sexuales con normalidad.
El tratamiento farmacológico de la disfunción eréctil es efectivo y seguro en el paciente con patología cardíaca si se toman ciertas medidas de precaución y siempre bajo supervisión médica. Los inhibidores de la fosfodiesterasa 5 (sildenafilo, más conocido por su nombre comercial (Viagra) o similares son eficaces y se pueden administrar en la mayoría de los casos. Nunca se deben tomar con nitratos (parches de nitroglicerina o tabletas orales o sublinguales como la cafinitrina) pues pueden producir una hipotensión grave.
La disfunción sexual en la mujer
La disfunción sexual no es una patología exclusiva del varón. En el caso de la mujer el problema a menudo se oculta o se minimiza en mayor medida que en los hombres por cuestiones culturales. La paciente cardiópata se encuentra con problemas en su vida sexual que pueden afectarle de manera importante. El más marcado es la pérdida de la líbido (pérdida de deseo sexual). De la misma manera determinadas medicaciones utilizadas en el tratamiento de enfermedades cardiovasculares pueden ocasionar trastornos sexuales en la mujer. Por ejemplo los diuréticos pueden causar menor lubricación vaginal y relaciones menos satisfactorias y la espironolactona puede causar disminución de sensibilidad a nivel de la glándula mamaria.
La vida sexual es importante para la calidad de vida del paciente. No se debe asumir como normal una disfunción que impide al paciente y su pareja el disfrute de la actividad sexual. Ello tiene consecuencias a nivel físico y psicológico. Para hallar soluciones al problema es necesario deshacerse de los tabúes o de la vergüenza que se pueda sentir al consultar esta cuestión con el médico. Los profesionales sanitarios debemos considerar la importancia del problema e interrogar a los pacientes acerca de su aparición.
Bibliografía
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