El síndrome genitourinario de la menopausia se define como el conjunto de síntomas y signos genitales, sexuales y urinarios relacionados con la caída fisiológica de estrógenos y otros esteroides sexuales de la menopausia, que resultan molestos para la mujer y no son explicables por otras causas.
Se estima que lo presentan al menos el 50% de las mujeres menopáusicas, con gran impacto en la salud sexual y la calidad de vida, y que menos del 25% de ellas reciben el tratamiento adecuado.
Cambios fisiológicos en la menopausia
Durante la menopausia, el desarrollo folicular se detiene, trayendo consigo cambios hormonales de importancia. La síntesis de estradiol se reduce y el número de receptores de estrógenos en el tejido genitourinario disminuye.
En el tejido genitourinario el estrógeno mejora la irrigación sanguínea, la trasudación y la secreción glandular, las cuales en conjunto son responsables de la lubricación; también inducen la proliferación epitelial y mantienen la elastina y el colágeno de estos tejidos en niveles adecuados. La caída de estrógenos se traduce en un adelgazamiento epitelial, lubricación deficiente y niveles bajos del tejido de soporte, lo que conlleva a la atrofia genital.
Así mismo se produce un descenso en la síntesis de andrógenos (testosterona ovárica) lo que conduce a una menor impulsividad sexual, disminución del tono vital, menor efecto euforizante y menor sensación de bienestar/vitalidad.
¿Qué clínica produce?
Se producen cambios epiteliales y en la microbiota vaginal, originando alteraciones anatómicas, funcionales, síntomas urinarios y propensión a las infecciones.
Los síntomas más frecuentes son sequedad vaginal y disminución de la lubricación en las relaciones sexuales, pobre deseo sexual y disminución de la excitación y del orgasmo, dispareunia (dolor en las relaciones sexuales), sangrado postcoital, prurito, quemazón o irritación genital, disuria, propensión a las infecciones urinarias y vulvovaginales, incontinencia urinaria y prolapsos de órganos pélvicos y frecuencia y urgencia miccional.
¿Cómo se diagnostica?
La base es una buena historia clínica orientada hacia la presencia de síntomas genitourinarios y la exploración física que pondrá de manifiesto signos como adelgazamiento de la mucosa vaginal, aplanamiento de pliegues y pérdida de las carúnculas himenales, pérdida de la elasticidad, fragilidad (petequias y sangrados ocasionales) y fisuras, sequedad de mucosa vaginal, leucorrea y/o secreción anormal, palidez o eritema, prominencia del meato uretral y eversión de la mucosa uretral, prolapsos de órganos pélvicos, retracción del introito y reabsorción de los labios menores.
¿Cómo se trata?
El tratamiento tiene como objetivo restaurar la fisiología urogenital y aliviar los síntomas. Debe ser personalizado, considerando la presencia o ausencia de síntomas sistémicos, y otras comorbilidades.
Como medidas generales se recomiendan modificaciones del estilo de vida como ejercicio, abandono del hábito tabáquico y evitar la obesidad.
En las pacientes con síntomas leves, principalmente de naturaleza sexual, o con neoplasias hormonodependientes (mama/endometrio) puede ser útil el uso de hidratantes vaginales no hormonales 2-3 veces a la semana y/o lubricantes vaginales previos a la actividad sexual.
Cuando los síntomas son moderados-severos, de predominio genitourinario, la terapia local con estrógenos parece ser la más efectiva, obviando la mayoría de los efectos adversos de la terapia hormonal sistémica, con escasa acción sobre el endometrio y mama. Sin embargo, en las pacientes con síntomas moderados-severos, con síntomas vasomotores y osteoporosis, se recomienda la terapia hormonal sistémica con estrógenos, solos o asociados a progestágenos.
Estudios recientes han demostrado que el láser fraccionado CO2 es una opción terapéutica no hormonal efectiva; sin embargo, no está aún establecida su indicación.