Lactancia materna y necesidad de vitamina D, ¿una paradoja actual?


Teodoro Durá Travé. Profesor de Pediatría. Facultad de Medicina. Universidad de Navarra

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La leche materna, dada su composición específica que se adapta a las necesidades del lactante, está considerada como el alimento ideal durante los primeros seis meses de vida para lograr un crecimiento y desarrollo y salud óptimos. A partir de ese momento, con objeto de satisfacer sus requerimientos nutricionales, debería iniciarse gradualmente una alimentación complementaria adecuada sin abandonar la lactancia materna incluso más allá de los dos años de edad.

Sin embargo, puede resultarnos paradójico que actualmente se recomiende -de manera inexcusable- a todos los recién nacidos a término, incluso los amamantados exclusivamente con lactancia materna, que comiencen cuanto antes a tomar un suplemento farmacológico oral de vitamina D de 400 UI diarias que se deberá mantener durante el primer año de vida con objeto de asegurar un aporte adecuado de vitamina D.
Aproximadamente un 80-90% de la vitamina D del organismo es sintetizada en la epidermis como consecuencia de la exposición a la radiación solar; mientras que su aporte dietético es prácticamente insignificante. La deficiencia de vitamina D a cualquier edad y condición -salvo en enfermedades muy concretas- suele estar generalmente condicionada por factores que puedan modificar la exposición a la radiación solar; es decir, bien por agentes físicos que bloquean la radiación solar (grado de pigmentación cutánea, tipo de vestimenta, uso de filtros solares, etc.) o bien por variables geográficas (latitud, clima, estación del año, altitud, etc.). Por tanto, habría que considerar estos factores antes de hacer comparaciones entre las cifras de prevalencia de deficiencia de vitamina D procedentes de países con distintas características étnicas, culturales y/o geográficas.

Deficiencia de vitamina D en las gestantes y recién nacidos

Un reciente estudio que incluía a gestantes y sus recién nacidos de distinto grupos poblacionales correspondientes a las regiones de la OMS de las que se disponen datos (América, Asia del Sudeste, Europa, Mediterráneo Oriental y Pacífico Occidental) señala que, aunque con cierta variabilidad entre las diferentes áreas geográficas incluidas en el estudio, más de la mitad de las madres al término del embarazo y sus recién nacidos presentaban una deficiencia de vitamina D.
Los niveles de vitamina D fetales y/o neonatales están directamente relacionados con los niveles de vitamina D maternos; de tal modo que una deficiencia de vitamina D en la gestante daría lugar a una menor transferencia placentaria de vitamina D y, en consecuencia, a un menor acúmulo o depósito de vitamina D en el feto y/o recién nacido.
La deficiencia de vitamina D durante la gestación, además de poder causar en el recién nacido un raquitismo precoz, se ha relacionado con fallos repetidos de implantación embrionaria y pérdidas fetales recurrentes. También se ha asociado a un mayor riesgo de hipertensión gestacional, diabetes gestacional y partos por cesárea, así como de prematuridad y/o retraso de crecimiento intrauterino.

Contenido de vitamina D en la leche materna

Los estudios comparativos llevados a cabo entre madres lactantes de distintas condiciones étnicas, culturales y geográficas, si bien confirman la existencia de variaciones entre los distintos grupos poblacionales, señalan un valor medio del contenido de vitamina D en la leche materna y/o “actividad antirraquítica” de 45 UI por litro (rango: 14-88 UI/L). Es decir, el contenido de vitamina D en la leche materna es claramente escaso para cubrir los requerimientos establecidos de vitamina D de 400 UI diarias en los lactantes.

Además, recientemente se ha advertido que el contenido de vitamina D en la leche materna parece haber ido disminuyendo progresivamente en las últimas décadas en relación con cambios en los estilos de vida: una menor exposición a la radiación solar por razones sanitarias y/o socioculturales. Aunque es conocido que la exposición a la radiación solar de las madres lactantes puede incrementar el contenido de vitamina D en la leche materna, dado el riesgo de carcinogénesis cutánea asociado a una exposición continuada a la radiación ultravioleta solar, apenas existen referencias sobre los efectos de una exposición solar prolongada en madres lactante sobre el contenido de vitamina D en la leche materna.

Suplementación farmacológica de vitamina D en el lactante

Aun cuando los niveles circulantes de vitamina D en las gestantes fueran suficientes los depósitos de vitamina D del recién nacido se agotan prácticamente a las pocas semanas de vida postnatal; de tal modo que la exposición solar y la leche materna constituirían las fuentes naturales de vitamina D en un lactante. Sin embargo, al no resultar conveniente que los lactantes menores de seis meses de edad sean expuestos directamente a la luz solar como medida de fotoprotección frente al riesgo de cáncer de piel; obviamente, el lactante necesitará suplementos farmacológicos de vitamina D.

Conclusión

Aunque la deficiencia de vitamina D es un problema sanitario de dimensiones globales, requiere de una consideración especial en las madres gestantes y lactantes debido a sus potenciales consecuencias adversas.
El contenido de vitamina D en la leche materna es claramente insuficiente para cubrir los requerimientos de vitamina D en el lactante; por tanto -tal y como se ha mencionado previamente-, actualmente se recomienda que todos los recién nacidos a término comiencen cuanto antes a tomar un suplemento farmacológico oral de vitamina D de 400 UI diarias que se deberá mantener durante el primer año de vida en orden a asegurar un aporte adecuado de vitamina D,
Por último, cabe señalar que actualmente la explicación más plausible sobre la prevalencia de la deficiencia de vitamina D en las mujeres gestantes, sí como del bajo contenido de vitamina D en la leche materna respecto a las necesidades de vitamina D de los lactantes, estaría principalmente relacionada con los cambios acaecidos en los hábitos de vida del ser humano en las últimas décadas (se hace menos actividad al aire libre, generalmente con excesiva vestimenta y, en muchas ocasiones, con protectores solares). Esta eventualidad a escala evolutiva sería un tiempo insignificante para la especie humana, que no proporcionaría el tiempo necesario para una adaptación biológica a estas modificaciones de los estilos de vida y, en consecuencia, a las madres lactantes les resultaría prácticamente imposible sintetizar la cantidad suficiente de vitamina D para que las necesidades del lactante estuvieran aseguradas.