Los quistes hidatídicos


Melody García Domínguez, Antonio García Domínguez, Alejandra Utrilla Fornals, Lara Aparicio, Paula Omedas Bonafonte, Carmen Jimeno Griñó, Francisco Javier García Alarcón, María Marín Ibáñez, Mariela Olivari Montoya, María José Anoro Casbas e Issa Talal El-Abur

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La hidatidosis es una enfermedad quística de origen parasitario con distribución mundial, causada por varias especies del parásito Echinococcus. La incidencia en áreas endémicas como los países mediterráneos y Sudamérica es superior a 1/100.000 habitantes/año. El órgano involucrado con más frecuencia es el hígado (70% – 85%), seguido de los pulmones (25% – 15%), riñones (3%), bazo (1-8%), médula ósea (0,5-4%) y cerebro (1%).

Afecta mayoritariamente a personas menores de 40 años que viven en el entorno rural.
Clínicamente, los pacientes afectos suelen presentarse con síntomas inespecíficos, permaneciendo en muchos casos asintomáticos hasta el momento en que aparece una complicación. Las formas clínicas dependen fundamentalmente del estado del quiste (intacto o roto), de forma que las complicaciones suelen estar relacionadas con la ruptura del quiste y son potencialmente mortales a menos que se traten de forma precoz. Existen múltiples factores que pueden provocar la ruptura del quiste: traumatismos, esfuerzos físicos, el aumento de la presión intraabdominal y la expansión del volumen del quiste.
Los síntomas secundarios a la ruptura de un quiste se relacionan con la localización del mismo: la ruptura intrabiliar producirá ictericia y colangitis; si es una ruptura comunicada con el árbol bronquial, tos con expectoración de líquido hidatídico y membranas quísticas; mientras que si la ruptura es intraperitoneal, puede diseminar la enfermedad a otras vísceras sanas e incluso desencadenar una reacción anafiláctica. Otros síntomas derivan del efecto masa producido por el volumen quístico, según la localización: hepatomegalia, colangitis por obstrucción biliar e hipertensión portal, entre otras.

Diagnóstico

Las pruebas complementarias que pueden ayudar en el diagnóstico son las siguientes:
• Serología: La determinación mediante ELISA de IgG4 es la prueba serológica más sensible, pero su negatividad no descarta el diagnóstico.
• La radiografía simple de tórax puede mostrar signos inespecíficos como elevación y borramientos diafragmáticos, calcificaciones hepáticas, derrame pleural y consolidación parenquimatosa.
• La ecografía abdominal confirmará la presencia de enfermedad hidatídica hepática, determinando la localización exacta de los quistes en los segmentos hepáticos. También permite diagnosticar una obstrucción o dilatación en el conducto biliar principal.
• La tomografía axial constituye la mejor prueba diagnóstica para confirmar el diagnóstico. La información aportada por la tomografía axial puede completarse con la aportada por la resonancia magnética hepática.
• La colangiografía percutánea transhepática, la colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) o la colangioresonancia pueden ser útiles para confirmar la sospecha de algunas complicaciones.

Tratamiento

• El tratamiento de elección se basa en el abordaje quirúrgico del quiste hepático. Las opciones incluyen el drenaje quirúrgico del quiste y la resección de su membrana germinativa. La quisto-periquistectomía total constituye la técnica más eficaz a la hora de erradicar completamente la presencia del parásito, con la desventaja de presentar unas altas tasas de morbimortalidad, motivo por el cual, la mayoría de los cirujanos de las áreas endémicas aplican técnicas más conservadoras, como la quistectomía parcial y el capitonaje.
• Antihelmínticos: Su empleo postoperatorio como quimioprofilaxis, ha de realizarse en dosis de 10 mg/ kg/día, por 3 ciclos de 21 días con 7 días de intervalo entre cada ciclo. Para pacientes inoperables, el tratamiento con albendazol puede ser útil; existen evidencias de mejoría en pacientes que reciben tratamiento con albendazol en lugar de someterse a cirugía, incluso a pesar de la ruptura del quiste.
• Otras nuevas posibilidades terapéuticas involucran la radiología intervencionista, como la punción/aspiración del contenido del quiste y la inyección de material esclerosante.

AUTORES:

Melody García Domínguez. Médico del Servicio de Cirugía General y Aparato Digestivo.
Antonio García Domínguez. Médico del Servicio de Cirugía General y Aparato Digestivo.
Alejandra Utrilla Fornals. Médico del Servicio de Cirugía General y Aparato Digestivo.
Lara Aparicio. Médico del Servicio de Urología.
Paula Omedas Bonafonte. Médico del Servicio Medicina Intensiva.
Carmen Jimeno Griñó. Médico del Servicio de Medicina Interna.
Francisco Javier García Alarcón. Médico del Servicio de Urología.
Hospital San Jorge. Huesca
María Marín Ibáñez. Enfermera del Servicio Medicina Intensiva.
Mariela Olivari Montoya. Enfermera del Servicio de especialidades médicas.
María José Anoro Casbas. Supervisora de Enfermería del Servicio de especialidades médicas.
Issa Talal El-Abur. Médico FEA Servicio Cirugía General y del Aparato Digestivo.
Hospital Royo Villanova. Zaragoza