¿Qué es una resonancia magnética?
La resonancia magnética es una prueba de imagen no invasiva, que consiste en la adquisición de imágenes de una zona específica del cuerpo mediante la generación de impulsos electromagnéticos, sin la utilización de radiación ionizante (Rayos X) como se utiliza en las radiografías simples o en las tomografías computarizadas (TC) o “escáneres”.
A la hora de realizar una resonancia magnética es importante advertir al médico que la solicita si se tiene un marcapasos o un implante coclear, ya que la resonancia utiliza imanes tan potentes que son incompatibles con estos aparatos; así como si se tiene una enfermedad renal terminal, ya que no se debe suministrar contraste en ese caso.
¿Por qué me ha solicitado mi urólogo una resonancia magnética?
La resonancia magnética es una prueba muy útil para el urólogo en muchos aspectos. Por un lado, nos permite estudiar la próstata y su relación con las estructuras vecinas: la vejiga, el recto y las vesículas seminales; así como su tamaño y su conformación. Por otro lado, nos permite analizar el comportamiento de sus células mediante una secuencia especial denominada “difusión”.
¿Y qué hace el urólogo con esos datos?
Cuando solicitamos una resonancia magnética generalmente estamos ante un paciente con unas cifras de PSA elevadas por encima de lo normal para su edad. Antes, cuando no disponíamos de la resonancia, a estos pacientes se les proponía directamente realizar una biopsia de próstata que, aunque es un procedimiento seguro, no deja de ser invasivo y molesto para el paciente.
En la actualidad, al solicitar una resonancia magnética multiparamétrica de próstata, podemos obtener dos resultados: por un lado, una próstata aumentada o no de tamaño, pero sin alteraciones en su interior identificables como focos sospechosos de cáncer de próstata; y, por otro, una próstata en la cual puede haber un foco sospechoso de cáncer de próstata al ojo del radiólogo.
En el primer supuesto, dada la normalidad de la resonancia, podemos obviar la biopsia de próstata por el momento, y monitorizar más estrechamente el PSA, evitando así una prueba invasiva al paciente.
En el segundo supuesto, dada la presencia de un foco sospechoso, no sólo realizaremos una biopsia “convencional” al paciente, sino que nos centraremos más en la zona sospechosa. De esta manera, si la biopsia sale positiva, podemos decir que hemos “cazado” la zona más peligrosa y que, probablemente, tuviese el cáncer más agresivo; y, en el caso de que saliese negativa, podríamos quedarnos más tranquilos ya que habríamos biopsiado la zona que, subjetivamente, parecía más peligrosa en la resonancia.
AUTORES
– Marina Álvarez Cortés, Marta Fortún Belenguer, José Semper Pont y Silvia Miracle Huguet. Médicos residentes. Servicio de Urología. Hospital Universitario San Jorge. Huesca.
– José Miguel Berné Manero, Teresa Cabañuz Plo, Elena Carceller Tejedor, Laura Enguita Arnal y David Corbatón Gomollón. Facultativos especialistas de área. Servicio de Urología. Hospital Universitario San Jorge. Huesca.
– María Araceli Bono Ariño. Jefa de Servicio. Servicio de Urología. Hospital Universitario San Jorge. Huesca.