Prevención de la enfermedad renal


Verónica Alexandra Villa Ayala, Wendy Valeria González Sacoto y Carlos Hugo Mora Cevallos.

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La enfermedad renal crónica (ERC) se ha convertido en un problema de salud pública a escala global, puesto que su prevalencia aumenta a medida que se incrementan factores de riesgo como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y la obesidad. Adoptar estrategias de prevención es esencial para retardar la progresión del daño renal y mantener una adecuada calidad de vida.

1. Importancia de la función renal

Los riñones desempeñan un rol fundamental en la homeostasis corporal: filtran la sangre para eliminar desechos nitrogenados (urea y creatinina), regulan el equilibrio hidroelectrolítico y acido-básico, participan en la producción de eritropoyetina (hormona que estimula la formación de glóbulos rojos) y contribuyen al metabolismo de la vitamina D. Cuando estos órganos se ven comprometidos, la acumulación de toxinas y el desequilibrio de líquidos pueden desencadenar complicaciones sistémicas, incluidas alteraciones cardiovasculares y anemias.

2. Factores de riesgo y tamizaje

Los principales factores que predisponen a la ERC son la hipertensión arterial y la diabetes mellitus, aunque también inciden el tabaquismo, la hiperlipidemia y la presencia de enfermedades cardiovasculares. En pacientes con riesgo elevado, se recomienda la evaluación periódica de la tasa de filtración glomerular (TFG), la medición de creatinina sérica y la detección de microalbuminuria o proteinuria. La identificación temprana de anormalidades permite instaurar medidas para frenar la progresión del deterioro renal.

3. Control de la presión arterial y glucemia

Mantener la presión arterial en rangos óptimos (habitualmente por debajo de 130/80 mmHg en individuos con riesgo renal) es crucial para evitar la lesión progresiva de los glomérulos. Asimismo, en pacientes diabéticos es esencial el control metabólico estricto, que implica no solo vigilar la glucemia, sino también el peso corporal, el perfil lipídico y la alimentación. La resistencia a la insulina y la hiperglucemia crónica promueven alteraciones estructurales y funcionales en la microvasculatura renal, acelerando el deterioro.

4. Dieta y estilo de vida

Una alimentación equilibrada, basada en frutas, verduras, proteínas de alta calidad y baja en sodio, ayuda a preservar la función renal. Se aconseja moderar el consumo de carnes rojas y embutidos, así como restringir la ingesta de alimentos procesados ricos en sales y aditivos. La ingesta adecuada de agua favorece la excreción de metabolitos, aunque siempre debe ajustarse según las indicaciones médicas (especialmente en pacientes con patologías cardiovasculares o retención de líquidos). Paralelamente, el ejercicio físico regular —al menos 150 minutos semanales de actividad moderada— contribuye al control del peso y mejora la sensibilidad a la insulina, protegiendo la función renal a largo plazo.

5. Uso responsable de medicamentos

Muchos fármacos —en especial los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs)— pueden afectar la perfusión renal y aumentar el riesgo de daño crónico. Es imprescindible evitar la automedicación y consultar al profesional de la salud en caso de dolor persistente o fiebre, con el fin de optar por tratamientos más seguros y adecuados. Asimismo, algunos suplementos, remedios herbales y contrastes radiológicos pueden ser nefrotóxicos en personas vulnerables, por lo que se requiere una evaluación previa por parte de un nefrólogo o médico de cabecera.

6. Importancia de la evaluación médica periódica

El seguimiento médico y la realización de pruebas de laboratorio (incluyendo la medición periódica de creatinina y la evaluación de proteinuria) permiten ajustar el tratamiento y aplicar estrategias de prevención secundaria. Este cuidado continuo es esencial para detectar cambios en la función renal y modificar hábitos o terapias de forma oportuna.

En conclusión, la prevención de enfermedades renales se basa en la conjunción de un diagnóstico precoz, un control minucioso de los factores de riesgo y la adopción de hábitos saludables. Tanto la regulación de la presión arterial y la glucemia, como la implementación de una dieta equilibrada y la supervisión de cualquier tratamiento farmacológico, constituyen pilares fundamentales para preservar la salud de los riñones y prevenir complicaciones sistémicas.

AUTORES:

– Verónica Alexandra Villa Ayala. Médico Interno Residente. Hospital Miguel de Servet. Zaragoza.

– Wendy Valeria González Sacoto. Médica Adjunta Endocrinología. Hospital de Barbastro. Zaragoza.

– Carlos Hugo Mora Cevallos. Médico Interno Residente Urología. Hospital Universitario Clínico Lozano Blesa. Zaragoza.