Salud consciente: prevención y bienestar en la lucha contra el cáncer


Ibon Gurruchaga Sotés. Oncología Médica. Unidad de Tumores Genitourinarios/Ginecológicos. Hospital Universitario de Navarra | Hospital Reina Sofia

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Hoy día, las dos principales causas de mortalidad a nivel europeo son las enfermedades cardiovasculares (entre otras, infartos e ictus) y, en segundo lugar, las muertes atribuibles a cáncer. Aunque haya grandes diferencias entre ambos grupos de enfermedades, hay un factor clave que es la principal causante de este exceso de mortalidad: unos inadecuados hábitos de vida. A pesar de ello, desde las instituciones y como sociedad, tenemos mucho margen de mejora, ya que, a pesar de que el consumo de tabaco e incluso del alcohol están en descenso, perpetuamos otros hábitos de vida que tienen un impacto negativo en nuestra salud.

Habiendo sido diagnosticado de un cáncer, no está todo perdido, y cambiar nuestro estilo de vida durante el proceso de tratamiento tiene un un claro beneficio en la evolución de la enfermedad, la tolerancia a los tratamientos que vamos a recibir, y por ende, en nuestra calidad de vida. Con este artículo se desgranan los cambios de estilos de vida que podemos realizar y que tienen evidencia científica demostrada.

Ejercicio

Es bien sabido el claro beneficio del ejercicio tanto aeróbico (correr, natación, bicicleta) como anaeróbico (ejercicio de fuerza), en población sana, ya que previene múltiples enfermedades, entre otras, las oncológicas, además de tener un impacto en calidad de vida y agilidad en edades avanzadas. Sumado a esto, los últimos años se han ido realizando múltiples estudios sobre el beneficio del ejercicio en población con cáncer, tanto durante el tratamiento de quimioterapia como después del mismo.
La población con cáncer de mama ha sido en la que más se ha estudiado el beneficio del ejercicio. Aquellas pacientes que realizaban ejercicio presentaban una menor probabilidad de recidiva del tumor, una reducción del riesgo del 55%, así como una mayor supervivencia.
¿Y qué es lo que se recomienda? Todo dependerá de la situación previa del paciente, edad y antecedentes personales, pero, a grandes rasgos, se recomienda al menos 2,5 a 5 horas de actividad física de intensidad moderada o 1,25 a 2,5 horas de actividad física aeróbica de gran intensidad por semana.
Sumado a eso, ejercicios de tipo pilates o yoga han demostrado conseguir una reducción de los síntomas de los tratamientos que reciben nuestros pacientes, como las molestias articulares y musculares o el cansancio mantenido. Al intercalarse ejercicios de respiración, mindfulness o atención plena, o de meditación, consiguen reducir y controlar episodios de ansiedad o de nerviosismo.
¡Si quieres participar en algún grupo de ejercicio para pacientes con cáncer, coméntaselo a tu oncólogo/a!

Dieta

Cuando hablamos de dieta, tenemos que distinguir aquellas que van dirigidas a reducir el peso frente a dietas saludables, las cuales buscan un equilibrio nutricional a largo plazo, asegurando la ingesta adecuada de vitaminas, minerales y macronutrientes esenciales para el bienestar, sin necesariamente centrarse en la pérdida de peso. Este segundo tipo de dieta es el que ha demostrado beneficio en salud, prevención de cancer y mejoría de calidad de vida en pacientes.
Nuevamente, una dieta saludable no solo puede prevenir el desarrollo de diferentes cánceres, sino también en una mejor tolerancia a los tratamientos recibidos, una mayor calidad de vida en todo el proceso oncológico, así como beneficios a largo plazo en supervivientes de cáncer. Es importante destacar que no hay dietas milagro ni tampoco hay alimentos que curen el cáncer; el abordaje debe ser global, con cambios en los estilos de vida y en la forma en la que nos alimentamos.
Una de las ventajas de vivir al sur de Europa es que contamos con la dieta mediterránea, probablemente una de las dietas más estudiadas como cardiosaludable y también reductora del riesgo de cáncer. Pero, ¿en qué consiste esta dieta? Principalmente, se basa en el uso del aceite de oliva como principal fuente de grasa, consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales integrales, así como frutos secos.
Con respecto a los productos animales, se recomienda el consumo de pescados y mariscos, intentando consumir con moderación carnes blancas (pollo o pavo) y, en una pequeña proporción, carnes rojas y embutidos. Para ello, contamos con una ejemplificante pirámide de dieta mediterránea que representa las proporciones que deberíamos consumir en nuestro día a día.

¿Cómo ha demostrado beneficios la dieta mediterránea en los pacientes con cáncer? Entre otros, reduce el riesgo de cáncer de mama, colorrectal o de estómago. Además, el consumo excesivo de carnes rojas y/o procesadas aumenta el riesgo de cáncer de colon, de páncreas o de estómago. Así como el consumo excesivo de azúcar y/o bebidas azucaradas podría favorecer el desarrollo de cáncer de endometrio o de páncreas, entre otros.
En los pacientes en curso de tratamiento o aquellos que se encuentran en seguimiento, la dieta mediterránea ha demostrado ser beneficiosa, ya que se asocia con una menor inflamación y un mejor pronóstico en la recuperación. El aporte de vitaminas, minerales, aceite de oliva y pescados ricos en grasas saludables y omega-3, ayudan a reducir el daño celular y fortalecer el sistema inmunológico.
Más allá de la dieta mediterránea, el hecho de tener un cáncer o estar en tratamiento para el mismo es una situación de estrés, en la que aumenta mucho el gasto energético de los pacientes. Por ello, es fundamental asegurar una ingesta adecuada de proteínas, tanto de origen animal como vegetal, ya que estas son esenciales para el crecimiento, reparación de tejidos y mantenimiento de la masa muscular. Las fuentes de proteínas incluyen carnes magras, pescado, aves, productos lácteos, legumbres y frutos secos. Es importante distribuir la ingesta proteica a lo largo del día y combinar diferentes fuentes para asegurar un perfil completo de aminoácidos. Se recomienda consumir entre 1 y 1,5 gramos de proteína por kilogramo de peso corporal al día. Por ejemplo, una persona de 80 kg debería ingerir entre 80 y 120 gramos de proteína diariamente.

Salud emocional

Para abarcar un último aspecto en cuanto a hábitos de vida saludables, es importante hablar sobre la salud emocional. Es normal que, tras el diagnóstico de un cáncer o incluso tiempo después, los pacientes puedan presentar estados depresivos, de ansiedad o apatía, entre otros. Cambios de hábitos de vida, como los mencionados anteriormente y acompañados de una buena higiene del sueño pueden colaborar en una mejor salud emocional. Desde las instituciones sanitarias contamos con múltiples recursos que pueden ayudar a mejorar la salud mental, desde psicooncólogos y psiquiatras incluido todo el personal que participa en el proceso oncológico y que está dispuesto a brindar su apoyo.

Más información:
https://seom.org/dmcancer/descargas/Folleto_SEOM_Recomendaciones_Cancer.pdf
https://www.contraelcancer.es/es/todo-sobre-cancer/prevencion

Dieta Mediterranea – 2021