La palabra disfagia proviene del griego que significa desorden al comer. Se define como la sensación o dificultad para la deglución tanto para líquidos como para solidos (Fass R.2016).
Las personas que padecen disfagia, pueden tener alterada la eficacia de la deglución, y por lo tanto, la capacidad para alimentarse e hidratarse de manera óptima, pudiendo aparecer cuadros de desnutrición y deshidratación. En ocasiones pueden existir alteraciones en la seguridad de la deglución, con peligro de que se produzcan complicaciones respiratorias graves. El abordaje de este síntoma requiere actuaciones que abarcan un correcto diagnóstico e intervención terapéutica, incluyendo recomendaciones nutricionales y tratamiento o reeducación de la deglución.
Métodos diagnósticos y valoración
La disfagia es un síntoma de alarma que debe ser estudiado sin demoras. El primer paso a seguir es la realización de una historia clínica detallada para determinar si los síntomas son debidos a patología orofaríngea o esofágica. La anamnesis y la exploración física permiten dirigir el diagnóstico etiológico, con frecuencia es necesaria la realización de pruebas complementarias para alcanzar el diagnóstico definitivo. Entre las más comunes están: analítica general, esofagograma baritado, endoscopia alta, manometría faringoesofágica, videofluoroscopia de la deglución, fibroscopia de la deglución(FEES), manometría de impedancia automatizada( MIA )y prueba de la deglución del agua.
Para el cribado de la disfagia se han desarrollado varios instrumentos validados, uno de los más usados es la encuesta EAT10 (Eating Assessment Tool). Es un cuestionario sencillo, que consta de diez preguntas, puede ser realizado por el propio paciente o cuidador y es de rápida cumplimentación (entre dos y cuatro minutos). Se considera una buena herramienta de cribado y va a dar información al médico para identificar a aquellos pacientes que presentan clínica de posible disfagia y que deben ser evaluados más exhaustivamente.
El método de exploración clínica volumen-viscosidad MECV-V. Es un método sencillo y seguro. Consiste en utilizar bolos alimentarios de tres viscosidades diferentes (néctar, líquido y pudding) y tres volúmenes crecientes (5, 10 y 20 ml). Se evalúan los signos de disfagia en la deglución en un orden progresivo de dificultad. Todo ello, bajo la monitorización de la saturación periférica de oxígeno mediante un pulsioxímetro para detectar las posibles aspiraciones silentes y aportar más seguridad a la prueba.
Adaptación de la alimentación y manejo de los trastornos de la deglución
Las cuestiones que hay que plantearse tras la valoración, y establecido el diagnóstico de disfagia, son:
1. La severidad de la alteración.
2. La vía de alimentación: oral, no oral o mixta. 3. Las intervenciones terapéuticas relacionadas con la nutrición.
Según la severidad, se recomendarán adaptaciones tanto para el alimento sólido (modificación de volumen, consistencia, textura) como para los líquidos (espesantes, agua gelificada). Si se determina que el paciente no puede mantener una nutrición e hidratación adecuadas y seguras por vía oral, será preciso instaurar una vía alternativa: sonda nasogástrica (SNG) o gastrostomía endoscópica percutánea (PEG). La mejor recomendación que puede realizarse en el manejo de la disfagia orofaríngea se refiere a la modificación de la dieta. Con esta intervención, los estudios demuestran una reducción en el riesgo de penetración en la vía aérea y de neumonía por aspiración.
Se pueden realizar unas recomendaciones generales respecto a los alimentos que se deben emplear en caso de disfagia: en lo relativo a la textura, es importante que el alimento sea homogéneo, evitar grumos, espinas y que sea jugoso y de fácil masticación. Rehuir dobles texturas con mezclas de líquido y sólido. Incluir la máxima variación de alimentos para evitar la rutina y procurar que las condiciones organolépticas sean atractivas.
Tipos de dietas
1. Dieta basal. Normal. Cuando no existen problemas en la deglución, incluyendo todas las texturas y consistencias.
2. Dieta blanda o de fácil masticación. Con relación a problemas masticatorios, pero sin síntomas de disfagia. Posible como dieta de transición a la dieta normal.
3. Dieta de disfagia para la reeducación de la deglución. Este tipo de dieta constituye una transición desde la dieta para la disfagia con mayor gravedad (con textura exclusivamente triturada) hacia la dieta para la disfagia leve (reeducación de la deglución avanzada) o bien a la dieta destinada a usuarios sin trastorno deglutorio (con textura normal). Evita alimentos de riesgo y no admite dobles texturas. Permite formar fácilmente el bolo. Exigencia para masticación: ninguna o ligera/suave. ¿A qué tipo de usuarios está destinada?
• Presentar una disfagia en fase oral o faríngea leve o moderada.
• Tener dentición y capacidad de masticación adecuada para los alimentos que se incluyen. En este nivel se prevé que se puede hacer frente, con seguridad, a porciones de comida de hasta 2,54 cm y manejar de manera adecuada el bolo alimenticio en la boca.
4. Dieta de disfagia para la reeducación de la deglución avanzada. Evita alimentos con líquidos tanto solos como formando parte de dobles texturas. Exigencia para masticación: alta.
5. Dieta túrmix (producto comercial). Es la dieta de elección para los usuarios que presentan la disfagia en fase oral o faríngea de mayor gravedad. Purés comerciales de consistencia uniforme, homogénea, saborizados y que reúnen los requerimientos nutricionales completos o enriquecidos.
Adaptación de los líquidos:
1. Textura néctar. Puede beberse en vaso; al caer forma un hilo fino.
2. Textura miel. Se puede beber o tomar con cuchara; al caer forma gotas gruesas, no mantiene su forma.
3. Textura pudding. Solo puede tomarse con cuchara; al caer mantiene su forma.
Más información: http://www.imserso.es