El duelo es todo ese período de tiempo que sigue a la muerte de un ser querido. Cada persona tiene su forma y su tiempo en el duelo. No hay ni buenos ni malos duelos. Uno tiene derecho a sufrir por su ser querido. Lo único que aconsejamos es que ese duelo no dure más de la cuenta, porque sin nadie quererlo, nos puede hacer daño; y el daño ni mejora a nuestro ser querido que hemos perdido, ni a nosotros mismos.
Podríamos definir el duelo de esta manera: La información de la pérdida de un ser querido nos hace sentir un shock, que es un estrés tan fuerte, con tanta angustia por dentro, que nos bloqueamos y notamos una auténtica confusión. Pierdo la memoria, no me acuerdo de las cosas que me dicen, me siento fuera de lugar, voy haciendo las cosas de forma automática como un robot. Puedo incluso sentir o actuar como si la pérdida de mi ser querido ni siquiera fuera verdad, incluso lo niego, no lo acepto, hablo de él como si siguiera vivo… Esto es parte de un duelo.
El duelo hay que pasarlo. Tenga paciencia, llore todo lo que quiera, rece más todavía, porque es lo único que le puede ayudar a su ser querido; pero, sobre todo, sepa que tiene que pasarlo mal. Pasarlo mal es normal y natural. No es una depresión en el sentido estricto del término clínico. Claro que sí notará síntomas muy parecidos a los de un cuadro depresivo: lloro por cualquier cosa, no tengo ganas de comer, duermo mal, no tengo ánimos para nada, noto un bolo en el estómago. Pero no es una depresión.
Cuando todos los familiares que me acompañaban se han ido, me quedo solo, me siento solo o sola, y me doy cuenta de que realmente “mi ser querido” se ha ido; ahí empieza mi duelo. Notas una serie de sentimientos que no estabas acostumbrado a percibir: rabia contra los doctores, contra las enfermeras; incluso rabia contra Dios…, por lo injusto que ha sido llevándose tu ser querido… Esta es una fase del duelo, tranquilo, no tengas miedo, es así como se siente uno; acéptalo, ten paz y tranquilidad.
No sufras porque esos sentimientos afloren. Llora, explícalos a tu gente querida, a tus amigos, al profesional si el caso ocurriera; pero, sobre todo, no te lo calles. Tienes derecho a sufrir por quien has querido. Esa rabia contra Dios da mucha angustia y nos genera culpa. NO se preocupe, Dios lo entiende, y no lo tiene en cuenta. No deja de ser una oración diferente, pero una oración. Su desahogo es también una forma terapéutica de tranquilidad, y eso es rezar, en un ambiente cristiano. Culparte, culpar a los demás, culpar a Dios, a todos los seres vivos de tu dolor, es otra fase del duelo: La culpabilidad. Tranquilo, no pasa nada, estás en el duelo. Sufra, llore, hable, diga, increpe, pero no se culpe. Busque consuelo donde más lo encuentre. La vida no es nuestra, es de Dios. La vida y la muerte son un misterio, pero de nada tiene usted la culpa.
Resulta que un día creo, siento, percibo que entra por la puerta; lo veo, lo oigo, le hablo y hasta me sorprenden los hijos hablando con él como si allí estuviera…Tranquila, es la fase paranoide del duelo. No se asuste, no está loca, es así y es normal. Acéptelo. Recuerde que los recuerdos se harán más vivos cuando llegue el cumpleaños del ser querido, fechas señaladas, aniversario, navidades. No le duela nunca sufrir por quien ha querido y amado. Ese amor le compensará. Del enorme nivel de estrés que le ha producido la pérdida de su ser querido, desarrolla todas esas fases que van configurando el duelo. Es bueno saberlo, para no asustarse y aceptarlo con paz y tranquilidad
- Es bueno y positivo hablar de la muerte con tranquilidad, delante de los niños y de los mayores. Negarla nos hace aún más daño. Quienes nos escuchen al hablar de la muerte con paz, aprenderán a respetarla y aceptarla.
- La compañía con el moribundo es algo que debemos volver a reconquistar.Necesita nuestro apoyo emocional. ¡Hay que evitar a toda costa la soledad del que muere! Morir con quien queremos y cerca de los nuestros es apoyar emocionalmente al que muere y desensibilizar nuestra muerte.
- Es difícil entrar de lleno en lo complejo que suele ser anunciar la muerte a nuestro ser querido, pero es un derecho que tiene, y un deber que adquirimos todos los que le amamos. La persona que sabe que va a morir necesita cumplir una serie de etapas para encontrarse bien consigo mismo: mecanismos de defensa ante el anuncio, frustración, negación, rabia, aceptación, preparación para el final del camino… Todo esto no puede hacerse efectivo si se muere sin saberlo.
- Hemos de procurar entre todos: familiares, amigos, hospital y personal terapéutico que nuestro último estadío sea con la máxima comodidad, lucidez y dignidad posible.
- No impida nunca que el moribundo desee encontrarse con su Dios por medio de sus aprendizajes religiosos. En todas las culturas se establecen unos símbolos. Acéptelo con normalidad porque ayudan a superar la angustia y encajar mejor el “golpe” que supone siempre perder a un ser querido”.
- Cuando esté más contento consigo mismo, cuando se encuentre en plena seguridad y satisfacción con usted mismo, haga algún ejercicio de desensibilización respecto a la muerte de un ser querido muy próximo a su entorno: familiar directo, amigo, vecino; para plantearse el tema desde una prespectiva natural, sencilla e irreversible.
- Después de que lleve algún tiempo con esa desensibilización respecto a la muerte de sus seres queridos, intente acercarse a la suya sin dramatismos, sin recelo, con plena tranquilidad espiritual, y sea capaz de visionar ese momento, de aceptarlo, de valorarlo como valoró su matrimonio o su vida de soltero… ¡Si le produce angustia, déjelo, ya vendrá otro momento más propicio!
Por eso es bueno, de cuando en cuando, tenerla presente, acariciarla, valorarla y “hablarse interiormente” con pensamientos positivos, por ejemplo: “La muerte de mi madre me ayuda a aceptar la mía con la misma paz con la que ella murió”, “moriré con la misma paz que he vivido”, “la muerte no me da miedo, porque es algo natural y la acepto”, “prepararme para la muerte es vivir en paz conmigo mismo”, “moriré cuando me toque, con mucha tranquilidad, y con la satisfacción de haber hecho lo que he podido”, “doy gracias a la vida, a Dios, de tantos avances médicos que existen para poder morir con la misma dignidad que he vivido”…
Piense y valore los grandes avances de las ciencias médicas y naturales, los controles sobre el dolor, y la asistencia sanitaria tanto física como psicológica y espiritual en la que estamos cada vez mejor asistidos para que nuestro momento final sea preparado con una mayor humanidad.