Es muy frecuente escuchar hablar del “síndrome postvacacional”, especialmente al finalizar el verano. La vuelta a nuestras tareas habituales, las obligaciones, nuestra ajetreada vida, volver a madrugar, las prisas y un largo etcétera de exigencias que casi habíamos olvidado, vuelven con el final de las vacaciones.
El síndrome postvacacional es una vivencia normal, aunque desagradable, que aparece con frecuencia al regresar a la exigente rutina habitual, tras un periodo más o menos prolongado de descanso. En ella se mezcla la tristeza, desgana, nerviosismo, pesimismo, fatiga e insomnio. Se resuelve por sí solo tras los primeros días de incorporación a las rutinas habituales. De no ser así, es posible que se trate de otra cosa, por lo que uno debe acudir al médico para hacerse un reconocimiento.
¿Por qué aparece?
Como es bien sabido, necesitamos un cierto grado de tensión interna para hacer nuestras actividades. Para ello, el cuerpo humano despierta de manera automática ciertos mecanismos de “preparación para la acción”. Pues bien, la finalización brusca del periodo de descanso con una rápida entrada en el ritmo diario, sin margen para la preparación, favorece que ésta sea más dificultosa. Tras un breve periodo de adaptación, cuando acompasamos nuestros horarios y entramos en la rutina, se resuelve el proceso. Por tanto, una de las recomendaciones es anticiparse, favorecer una transición progresiva antes de comenzar el trabajo e irse dosificando en los primeros días de trabajo.
¿A quién afecta?
Nos puede afectar a todos, pero parece ser más frecuente entre personas menores de 40 años, especialmente si presentan malestar previo con su trabajo o si la transición de ritmo es más brusca. Evidentemente, influye de manera diferente a las personas en función de la forma de ser y de la percepción subjetiva que tenemos de nuestro trabajo. Esta última, es modificable por nosotros mismos, y como se verá, es otra de las claves para sobrellevar mejor la vuelta y que no se convierta en un problema.
¿Algún consejo?
Ir ajustando los horarios unos días antes del fin de las vacaciones, para acompasar el reloj biológico con la actividad que desarrollamos fuera de las vacaciones. Procurar, en la medida de lo posible, ir aumentando de manera creciente la intensidad y el esfuerzo en el trabajo. Ser consciente de que nuestra actitud y perspectiva frente al trabajo, si esta es positiva, puede ser nuestra principal ayuda en estos días negros del año, para ello puede servir de ayuda el relativizar la situación o planificar actividades de ocio compensando la jornada laboral.