¿Qué es la desnutrición en ancianos?


Marta Mercedes González Eizaguirre, Carmen Oquendo Marmaneu, Ana Mateo Abad, Miguel Sánchez Ortiz, Ana Sanguesa Lacruz, Alberto Lopez Lasheras y Amaia Ramón Martín

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La integridad nutricional es relevante en el mantenimiento de un correcto funcionamiento de los distintos órganos y sistemas corporales y de un estado de salud satisfactorio, además de su importante papel en la preservación de la autonomía y su trascendental contribución en la curación de enfermedades.

La malnutrición ha sido descrita como un desequilibrio entre la ingesta y los requerimientos nutricionales, lo que determina una alteración del metabolismo, compromete la función comportando la pérdida de masa corporal.
Una adecuada valoración del estado nutricional resulta fundamental para la detección precoz de la desnutrición, determinar situaciones de riesgo, identificar las causas de los posibles déficits, diseñar el plan de actuación para mejorar el estado nutricional y evaluar la efectividad de las intervenciones que se pauten a esos efectos.
La población anciana es uno de los grupos de mayor riesgo de presentar alteraciones nutricionales, tanto por el propio proceso de envejecimiento, que produce una menor capacidad de regulación de la ingesta de alimentos, como por otros factores asociados a él: cambios físicos, psíquicos, sociales y económicos, además de la coexistencia de patologías muy prevalentes en este grupo poblacional, como la depresión y las alteraciones cognitivas que pueden determinar serios cambios en la ingesta dietética, conllevando la posibilidad cierta de alteraciones nutricionales importantes. Se puede llegar a asociar con el desarrollo de dependencia lo que explica la fuerte vinculación entre desnutrición y comorbilidad, fragilidad y aumento de la mortalidad.
En definitiva, la malnutrición es definida como una alteración de la composición corporal por deprivación absoluta o relativa de nutrientes que produce la disminución de los parámetros nutricionales por debajo del percentil 75.

Los parámetros de estas alteraciones en el anciano son:
• pérdida involuntaria de peso > 4% anual o > 5 kg semestral, índice de masa corporal < 22, hipoalbuminemia, hipocolesterolemia (en el caso de ancianos en la comunidad)
• pérdida de peso > 2,5 kg mensual o 10% en 180 días, ingesta < 75% en la mayoría de las comidas (en el caso de anciano institucionalizado
• ingesta < 50% de la calculada como necesaria, hipoalbuminemia, hipocolesterolemia (en el caso de anciano hospitalizado).

Aumento de la dependencia

Es un hecho contrastado que la desnutrición en los ancianos, además de constituir en sí misma una patología y hacerlos más vulnerables al desarrollo de otras, aumenta la frecuencia de ingresos hospitalarios, de complicaciones asociadas a 
 otras enfermedades y aumenta el índice de dependencia. Por ello, dadas sus características y finalidad, el cribado nutricional está incluido en la valoración geriátrica integral y se repite sistemáticamente y periódicamente como parte del seguimiento evolutivo del paciente geriátrico ambulatorio, institucionalizado u hospitalizado.

Con esa valoración global se pretende:
• Mejorar la precisión diagnóstica; al valorar todas las áreas de la salud se detectarán más problemas que podrán ser tratados como desnutrición, depresión, demencia, caídas, incontinencia, incapacidad física y aislamiento social, entre otros.
• Optimizar el tratamiento médico y monitorizar el progreso de las intervenciones realizadas.
• Mejorar el estado funcional ya que al valorar sistemáticamente la situación física, se puede objetivar el estado funcional y pautar medidas analgésicas, de rehabilitación y de cualquier otro orden, encaminadas a mantener la independencia funcional el mayor tiempo posible.
• Optimizar la ubicación superando la dificultad intrínseca que supone indagar dónde puede estar mejor atendido el anciano en orden a sus circunstancias, tarea que no siempre resulta fácil.
• Mejorar la calidad de vida, objetivo prioritario de cualquier profesional de la salud que trabaje con pacientes ancianos.

A continuación se especifican las consecuencias de la malnutrición:
• pérdida de peso y masa grasa, flacidez y pliegues cutáneos
• edema, hepatomegalia y diarrea
• alteración de la respuesta inmune y mayor incidencia de infecciones
• sarcopenia y pérdida de fuerza muscular lo que puede originar caídas y 
fracturas y riesgo de neumonía
• astenia, depresión mayor y anorexia
• riesgo de intoxicación farmacológica por reducción de fracción libre de 
fármacos con alta afinidad por albúmina y menor eficacia del metabolismo 
hepático
• síntomas específicos de cada déficit.

AUTORES

Marta Mercedes González Eizaguirre, Carmen Oquendo Marmaneu, Ana Mateo Abad, Miguel Sánchez Ortiz, Ana Sanguesa Lacruz, Alberto Lopez Lasheras, Amaia Ramón Martín.
Servicio de Geriatría Hospital San José de Teruel