Se entiende como “Experiencias Adversas en la Infancia” o EAI, al conjunto de acontecimientos y circunstancias potencialmente estresantes y traumáticas, que pueden afectar directamente a los niños y adolescentes antes de los 18 años. Estas experiencias adversas se pueden clasificar en cuatro grandes grupos: 1. Violencia o negligencia parental (maltrato psicológico, abandono físico, maltrato físico, violencia sexual). 2. Disfunción familiar (violencia de género u otro tipo de violencia intrafamiliar, divorcios complejos o conflictividad parental, abuso de sustancias tóxicas, enfermedad mental en cuidadores, internamiento penitenciario del padre/madre o fallecimiento de estos). 3. Adversidad en el entorno social (testigo de ser violencia comunitaria o de haber vivido guerras, pérdida de confianza o de relaciones en el barrio, discriminación por etnia, religión, cultura, orientación sexual…) y 4. Otros (acoso escolar o bulling, institucionalización en sistema de protección, padecer una enfermedad crónica, presentar un bajo nivel socioeconómico o vivir bajo umbrales de pobreza).
En un estudio realizado a más de 17.000 jóvenes de 21 países del mundo se encuentra que casi la mitad de los jóvenes ha sufrido alguna Experiencia Adversa en la Infancia (EAI) y más del 6% ha sufrido 4 o más. Hay países como Sudáfrica o Arabia Saudí donde las tasas son mayores (más del 80% ha presentado alguna EAI y más de un tercio 4 o más), mientras que en otros países de Europa (como Suecia o Dinamarca) son menores. Según cifras oficiales del Registro Unificado de Maltrato Infantil (RUMI) del Gobierno de España, se registraron 29.770 notificaciones sospechosas de violencia hacia menores durante el año 2022 (248 en Navarra).
Si bien estas EAI se han relacionado con consecuencias perjudiciales para los niños, adolescentes y adultos que las han sufrido, no siempre tienen consecuencias negativas al depender de numerosos factores: circunstancias intrínsecas del evento (tipo de EAI, su intensidad, su cronicidad a lo largo de la infancia del menor…), de las características personales del menor (de su resiliencia y capacidad de afrontar diversas situaciones difíciles, personalidad…) y también de los apoyos externos que el menor pueda recibir (familia, colegio, servicios sociales, salud…etc).
Conductas perjudiciales para la salud
Un aspecto importante que llama la atención es que se ha demostrado que las EAI pueden presentar impacto en la salud de las personas a lo largo de toda la vida. Según algunos estudios, se ha relacionado la exposición a 6 o más EAI con una reducción de la esperanza de vida de 20 años. Se ha demostrado que los niños expuestos a EAI presentan un aumento de probabilidad de presentar conductas perjudiciales para la salud (tabaco, drogas, conductas sexuales de riesgo), de padecer patología psiquiátrica (ansiedad, depresión, trastornos psicóticos…), enfermedades crónicas (diabetes, asma, cáncer, enfermedades cardiovasculares) y una reducción de las oportunidades sociales y educativas (con mayor riesgo de pobreza y de participación en violencia). En otro estudio sobre EAI, asocian el haber sufrido cuatro o más experiencias adversas a tasas 30 veces mayores de suicidio, 10 veces mayores de abuso de drogas y más del doble de presentar cáncer.
Además del evidente impacto en la salud, las EAI también presentan consecuencias en la economía: en España se estima en 2019 un costo anual atribuible a las EAI de más de 15 millones de euros (equivalente a un 1.2% del PIB). Esto se explicaría por su repercusión en la salud, con un aumento consecutivo del gasto en atención sanitaria y medicamentos, o por el aumento de actividades de riesgo o delictivas con el coste que sus daños conllevan.
Dada la magnitud de las consecuencias que pueden presentar estas EAI, se considera muy importante conocerlas e intentar prevenirlas cuanto antes, de cara a minimizar su repercusión en edad adulta. Se debería realizar un abordaje global por parte de toda la sociedad, y en específico desde las áreas que trabajan con el menor más de cerca: escuela, área de salud, trabajo social y otros muchos entornos. Todos tenemos un papel importante en su detección precoz, abordaje y prevención.
A nivel institucional, desde distintas organizaciones se ha trabajado por crear estrategias y programas para abordar distintas EAI. Un ejemplo es la estrategia INSPIRE de la Organización Mundial de la Salud, la cual busca terminar con el maltrato infantil, o el programa RESPECT, para poner fin a la violencia sexual. Desde el punto de vista de la salud se está intentando centrar el enfoque en una pediatría más integral, donde la salud psicosocial va cogiendo cada vez más importancia.
Experiencias Beneficiosas en la Infancia
Del mismo modo que se han identificado estas EAI, también se han descrito las “Experiencias Beneficiosas en la Infancia” que afectarían de manera positiva a las personas que las experimentan. Entre ellas se pueden encontrar: sentirse capaz de hablar con tu familia sobre tus sentimientos, sentirse seguro en el hogar, tener sentido de pertenencia a una comunidad o al colegio al que acude, poseer grupo de amigos de apoyo y tener al menos dos personas adultas (distintas de los padres) que se interesen sinceramente del menor.
Para concluir, destacar la importancia de cómo las experiencias vividas a lo largo de la infancia de un niño pueden ser tan determinantes en la vida adulta, tanto las positivas (“Experiencia Beneficiosa en la infancia”) como las negativas (“Experiencia Adversa en la Infancia”). Es responsabilidad de todos el intentar minimizar las adversas y aumentar las beneficiosas, de cara a disminuir sus consecuencias en salud y sociales en edad adulta.
AUTORES
Pablo Mateos Torre y María Erroz Ferrer. MIR Servicio de Pediatría. Hospital Universitario de Navarra.
Antonio Gancedo Baranda. Pediatra. Consulta Pediatría Social. H.U. Fundación Alcorcón. Madrid