La fístula vesicovaginal (FVV) es una comunicación anómala entre la vejiga urinaria y la vagina. Este defecto anatómico provoca la pérdida constante de orina por la vagina, sin control voluntario. Aunque es poco frecuente en países con sistemas sanitarios desarrollados, sigue siendo una causa importante de sufrimiento no solo físico sino también emocional, afectando la autoestima, la vida sexual, el entorno familiar y laboral e incluso en muchas culturas, estas mujeres sufren estigmatización o abandono social. Por ello, el abordaje debe ser integral, combinando tratamiento médico con apoyo emocional y social.
¿Porqué se produce una fístula?
La causa más frecuente en países desarrollados es la lesión quirúrgica involuntaria durante una cirugía ginecológica, especialmente tras una histerectomía (extirpación del útero). También puede aparecer por:
- Radioterapia para cánceres ginecológicos o vesicales,
- Cirugía oncológica pélvica,
- Infecciones pélvicas graves,
- Traumatismos obstétricos (más frecuentes en países con atención obstétrica limitada),
- Enfermedades inflamatorias crónicas o tumores pélvicos.
En regiones de África y Asia, la mayoría de las FVV se deben a partos prolongados y obstruidos sin atención médica, donde la presión prolongada del feto causa necrosis de los tejidos entre vejiga y vagina (necrosis isquémica).
Síntomas
El síntoma principal y más característico es la pérdida continua e involuntaria de orina por la vagina, que aparece sin dolor, sin sensación de urgencia ni relación con el esfuerzo. Es decir, la mujer orina sin darse cuenta, incluso estando en reposo.
Esto puede asociarse a:
- Infecciones urinarias de repetición,
- Irritación o maceración vulvar,
- Mal olor, vergüenza y aislamiento social.
Diagnóstico
El diagnóstico se realiza a través de la historia clínica y la exploración ginecológica. A menudo es evidente si se observa flujo de orina por el fondo vaginal.
Las pruebas más utilizadas son:
- Prueba del azul de metileno: se introduce un colorante en la vejiga para ver si aparece por la vagina.
- Cistoscopia: una cámara endoscópica permite visualizar la fístula desde el interior de la vejiga.
- Cistografía miccional o uro-TAC: útiles para localizar fístulas complejas o múltiples.
Tratamiento
Aunque algunas fístulas muy pequeñas y recientes pueden cerrar de forma espontánea si se mantiene una sonda vesical durante varias semanas, la mayoría requiere tratamiento quirúrgico.
Las opciones quirúrgicas incluyen:
- Reparación vaginal: menos invasiva, adecuada para fístulas simples y accesibles.
- Reparación abdominal (abierta o por laparoscopia/robot): indicada en fístulas altas, recidivadas o asociadas a irradiación.
- En algunos casos, se utilizan colgajos vasculares (Martius, epiplón…) para mejorar la cicatrización y prevenir recaídas.
El momento ideal para operar suele ser al menos 8-12 semanas después del evento causal, cuando los tejidos estén bien vascularizados y sin inflamación activa.
El índice de éxito quirúrgico supera el 90% en manos expertas y con una indicación adecuada.
Conclusión
La fístula vesicovaginal es una patología rara, pero de gran impacto. Su prevención pasa por garantizar una atención quirúrgica y obstétrica segura. Su tratamiento, aunque complejo en algunos casos, suele ser altamente eficaz y puede devolver a las pacientes su dignidad y calidad de vida.
Reconocer sus síntomas y consultar a tiempo con un especialista es el primer paso hacia la curación.
AUTORES:
Jaime Antón Pernaute, Irene Orduna Casla, Carlos Hugo Mora Cevallos, Andrea María Palacios García, Elena Román Martínez, Claudia Galdeano Armero, Guillermo Tirado Rodríguez, Javier Mateo Asensio, Paula Dobón Chic. Médicos Internos Residentes Urología.
Victoria Capapé Poves y Carlos Blanco Chamorro. Médicos Adjuntos Urología.
Benjamín Blasco Beltrán. Jefe de Servicio Urología.
Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, Zaragoza.