Angustia


Francisco J. del Amo del Villar

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Desde mi perspectiva de terapeuta de adolescentes y adultos es evidente la importancia que las pérdidas tienen en el proceso de la vida. Nadie que no haya transitado la senda de las despedidas y los encuentros puede tener esperanzas de crecer. En el viejo cuento, Iván Zarevich, deseoso de agradar a su padre, parte con un caballo en busca del Pájaro de Fuego. En la encrucijada opta por la vía que le lleva a perder el caballo y ganar la amistad de Lobo Gris, que le acompañará a descubrir su ambición, su deseo y el amor de Elena La Bella. Lobo le aportará las tretas que necesita para agradar a su padre y satisfacer su deseo al mismo tiempo. Esta experiencia le confiere su condición de adulto.

Con frecuencia, atiendo también las consecuencias de las pérdidas totales que nos impone la muerte propia o ajena. Rumi escribió varios cuentos en los que evoca un espacio interior donde se produce el encuentro con los que se marcharon para siempre, como un lugar de permanencia de lo perdido que mitiga el sufrimiento.

También, conozco la aventura del crecer de los hijos cuando empiezan a mostrar sus deseos, poniendo a prueba la disposición de los padres encariñados para despedirse. Es entrañable cuando la Biblia habla del crecimiento de Jesús de Nazaret diciendo que crecía en sabiduría y gracia y que su madre guardaba los recuerdos en su corazón como lo es aquella “Canción Tonta” de Federico García Lorca:

Mamá Yo quiero ser de plata
Hijo, tendrás mucho frío
Mamá. Yo quiero ser de agua
Hijo, tendrás mucho frío
Mamá. Bórdame en tu almohada
¡Eso sí! ¡Ahora mismo!

Si mi madre me borda en su almohada y yo a ella en la mía, si nos guardamos nuestros recuerdos en nuestros corazones, podremos abrirnos más fácilmente a esa aventura de perder y encontrar que es la vida. Aprender un amar que trasciende la separación y las frustraciones que impone la realidad es la clave. Pero, ¿dónde aprendemos a amar así?

El término angustia del octavo mes fue acuñado en 1953 por Rene A. Spitz, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Colorado. Spitz dirigió un programa de observación de bebés en el proceso de la crianza, que permitió comprender cómo se desarrollan las primeras vinculaciones humanas. La lista de agradecimientos es interminable para la pléyade de autores cuyas aportaciones nos han permitido comprender cómo se genera “el primer amor”, el que funda y hace posibles todos los demás. El parto es un considerable esfuerzo, una crisis que, como todas las crisis, termina con un modo de relación y abre la puerta a otro. Los días siguientes al parto son inquietos. Los mecanismos innatos del bebé le permitirán respirar aire, regular la temperatura corporal, etc. Su sistema sensorial, ajustado a la percepción de un mundo cuyo horizonte son las paredes del vientre de la madre, le mantienen como en una burbuja de un tamaño poco mayor que su propio cuerpo y, desde el punto de vista personal, es un absoluto caos sin identidad, ni conciencia, ni pensamiento que le permitan establecer ningún orden ni comprensión. Su funcionamiento se asemeja al cosmos en su tendencia a reducir las tensiones que le hacen gritar, pasando a la quietud y al sueño cuando ceden.

Los sentidos y el lenguaje

Al otro lado de la burbuja, mamá cambia de madre gestante a madre nodriza y lo hace corporal y psicológicamente. Ya se le notaba durante el embarazo, pero lo que le pasa ahora es difícil describirlo con palabras porque es un modo de relación con el mundo que se parece más al modo animal que al humano. Capta y comunica los afectos y emociones corporalmente, fuera del control consciente. Es una capacidad que encontramos en pueblos primitivos, como lo describe Isabel Allende en “La ciudad de las bestias”, pero que en nuestra cultura ha pasado a un segundo plano con el avance del lenguaje verbal como comunicación.

Una madre sintonizada así con su bebé le percibe y le interpreta con una precisión que asombra a los que le rodean. Ella es capaz de ser el ‘yo’ que él no tiene. Ser su pensamiento y su memoria. Dada la dotación del bebé, es posible que hasta el segundo mes considere que esa presencia benéfica que aparece y desaparece es uno más de sus recursos propios que alivian sus tensiones. Pero en esa relación benéfica se van estableciendo reflejos condicionados enriquecidos por sensaciones de tacto, olor sonido, ritmo, regazo, alimentación que aparecen y desaparecen estimulando sus sentidos, aliviando sus tensiones y devolviéndole al caos apacible del sueño.

Durante este idilio, el bebé amplía el horizonte de sus sentidos y empieza a enfocar lo que tiene delante que son dos ojos, una nariz y una boca que asocia con sus satisfacciones. Cuando se le acerca algo con dos ojos, una nariz y una boca queda fascinado mirando y lo sigue. Le dará igual una careta si tiene ojos, nariz y boca hasta que al filo de los 2 ó 3 meses responderá a esa presencia con una sonrisa. Pese a la ternura que nos despierta su sonrisa, que es estupenda, hemos de decir que todavía el bebé considera ese rostro primitivo y benéfico como parte de sí mismo.

Quiero resaltar la importancia de la frustración en la crianza. Más vale que las madres tienen otras cosas que hacer en la vida y suelen frustrar frecuentemente a sus bebés. Con ello crean un ciclo de presencias y ausencias que le evidencian que su madre no es él mismo, que tiene vida propia. Las ausencias le abren al encuentro con otras posibilidades como el descubrimiento de su propio cuerpo, el de sus juguetes, el de sus balbuceos y el de otras presencias que también le atienden y a las que también sonríe.

Un día aparece un extraño y, si no está presente la madre, el bebé en vez de sonreír muestra todo su repertorio de rechazo, desagrado y angustia. En su inmadurez, trata de hacerlo desaparecer ocultándose a su mirada. ¿Mi bebé se volvió huraño? No. ¡Alégrense! Su bebé es ya capaz de distinguir a su madre y amarla como a alguien. La desea en su ausencia y si aparece otra presencia, desde su inmadurez, se angustia porque teme su pérdida. Es su primer amor. Todavía inmaduro y dependiente por mucho tiempo, pero también, la primera piedra de todos los demás amores. ¡Enhorabuena por ello!

Así pues, haríamos bien en dar a este tiempo de crianza el cuidado y dedicación que merece. Tanto como padres, familia y sociedad, deberíamos mimarlo conscientes de que es una gran inversión para la salud y la felicidad de nuestros hijos y estar atentos para ayudar cuando las cosas no van bien.