Se trata de un trastorno de origen incierto, que se atribuye al cambio estacional y a los procesos alérgicos. Los síntomas son de carácter leve, transitorio y pasajero que remiten al cabo de pocos días, los más comunes son la pérdida de apetito, fatiga muscular, trastornos del sueño, dolor de cabeza e, incluso, mayor incidencia de herpes labial, picores generalizados, caída del cabello, uñas frágiles e irritabilidad.
Se genera un control sobre la regulación hipotalámica que contribuye de forma muy significativa a un descenso de los niveles de endorfinas (actúan como respuesta a estímulos como el ejercicio físico y se las asocia con sensación de bienestar, retraso en la percepción de cansancio, aumento del umbral del dolor e incremento de la vitalidad), con los niveles de melatonina (hormona que regula ciclo vigilia-sueño) que, debido al cambio horario y a la modificación de horas de luz y de temperatura ambiental, hacen variar los ritmos de vigilia-sueño, la actividad física y los horarios, lo cual produce una sensación de decaimiento físico e intelectual. Por todos estos cambios, existe una expresión popularmente conocida “la primavera, la sangre altera”.
La prevención
El mejor tratamiento es la prevención: mantener una dieta equilibrada y ordenada, dormir las horas necesarias y practicar ejercicio moderado.
• Respetar horas de sueño (mínimo 7h) y horarios de acostarse-levantarse para conseguir una buena reparación física y mental, sin recurrir a sustancias artificiales.
• Procurar tener una actitud positiva que ayude a fomentar la risa. Debido a sus beneficios, el cerebro libera endorfinas y el buen humor facilita el tránsito del estado de vigilia al sueño.
• Hacer pequeños descansos de cinco minutos cada hora durante la jornada laboral para que ésta se desarrolle de una manera más relajada.
• Fomentar actividades intelectuales suaves que nos motiven y estimulen.
• Practicar ejercicio físico moderado: caminar, nadar, montar en bicicleta, bailar, practicar yoga o cualquier otra actividad que relaje cuerpo y mente, preferiblemente al aire libre para tomar el aire y el sol, fuente de vitalidad y energía.
• Eliminar las sustancias excitantes, como el tabaco, alcohol, bebidas con cafeína o cualquier tipo de sustancia tóxica.
• Mantenerse bien hidratado (1,5-2 litos de agua), pudiendo tomar infusiones y evitar cualquier bebida azucarada y/o energizante.
• Mantener una alimentación saludable baja en grasas y rica en fibra. Aumentar el consumo de frutas y verduras, aportan las sales minerales perdidas a causa del aumento de la temperatura exterior, así como las vitaminas necesarias en nuestra dieta, hortalizas combinadas con farináceos en su forma integral (arroz, pasta, legumbres, pan, patatas) sin olvidar los alimentos de origen animal (carne magra, pescado magro y huevos).
• Aumentar la concentración de serotonina (hormona de la felicidad) que en el organismo, en nuestro cerebro despierta una sensación de relajación, concentración, mayor autoestima y bienestar general. Por otra parte, es necesaria para la formación de melatonina, relacionada con la regulación del sueño. El cuerpo la produce de forma natural, pero podemos aumentar su concentración en el organismo a través de alimentos ricos en triptófano, aminoácido esencial ya que el cuerpo no lo puede sintetizar y debe ser obtenido a través de los alimentos, entre ellos se encuentran: el pavo, pollo, leche, queso, pescado, huevos, tofu, soja, semillas de ajonjolí, semillas de calabaza y nueces. Sin embargo, para sintetizar serotonina, el cuerpo necesita además de triptófano, ácidos grasos omega 3, magnesio y zinc. Por tal motivo, alimentos ricos en magnesio como los plátanos, nueces, legumbres, verduras y germen de trigo, también son considerados antidepresivos naturales, ya que actúan favorablemente, para el aumento de la serotonina.