La sarcopenia se describe como un síndrome geriátrico caracterizado por la pérdida progresiva y generalizada de masa muscular esquelética junto con un deterioro de la fuerza y/o del rendimiento físico afectando a la deambulación, a la movilidad y a la funcionalidad con la consiguiente pérdida de independencia entre la población más envejecida. Se considera consecuencia del envejecimiento normal por lo que se observa principalmente en personas de edad avanzada, si bien puede aparecer también en adultos más jóvenes y acentuarse si coexiste con otro proceso patológico.
A partir de los 50 años de edad el paulatino declive de la masa y de la fuerza muscular -que se viene produciendo desde el pico máximo de entre los 20 y 30 años- se acelera de forma importante y sobre todo si se trata de personas sedentarias; la masa muscular disminuye a un ritmo de 1-2% por años y la fuerza muscular lo hace a un 3% anual a partir de los 60 años de edad. La pérdida muscular sigue un patrón diferente entre varones y mujeres siendo gradual en el caso de los primeros y más abrupta en las mujeres, sobre todo a partir de la menopausia.
La etiología es multifactorial siendo la edad, el género y el nivel de actividad física algunos de los factores de riesgo identificados. Aspectos que cabe destacar en su desarrollo son los metabólicos, la presencia de enfermedades crónicas que se acompañan de un proceso inflamatorio de bajo grado, cambios hormonales, el sedentarismo, así como la ingesta nutricional.
El diagnóstico de la sarcopenia no siempre es fácil de realizar, si bien existe un consenso europeo formulado por el European Working Group on Sarcopenia in Older People (EWGSOP) que propuso una estrategia diagnóstica para su aplicación en la clínica basada en detectar la presencia de la disminución de masa, fuerza y función -entendida esta última como rendimiento- musculares.
Asimismo, las etapas conceptuales fueron definidas por el EWGSOP como presarcopenia, sarcopenia y sarcopenia severa y la clasificó según su causa en primaria o secundaria, estando relacionada esta última, entre otros factores, con la nutrición. Aunque la prevalencia de la sarcopenia varía en función de los grupos de personas envejecidas y del método de selección empleado para su diagnóstico, es importante definirla operativamente como una entidad osteomuscular bidimensional, basada en la evaluación cuantitativa de la masa muscular y cualitativa de la fuerza y función musculares.
Métodos para medir la masa muscular
• Medidas antropométricas, consistente en medir parámetros del paciente a modo de ejemplo, la circunferencia del brazo o la del muslo y hacer una comparación con los valores de referencia de personas de igual edad y sexo
• Densitometría ósea (DXA), basada en la medición de la masa muscular mediante absorciometría por energía dual de rayos X
• Índice de masa muscular esquelética (MME) reactiva que se obtiene de una operación matemática obtenida de dividir la masa muscular esquelética entre la estatura del paciente
• Medida de calidad muscular, definida por la relación entre la fuerza muscular y la masa muscular
• Técnicas de imagen –tomografía axial computerizada (TAC) y resonancia magnética nuclar (RMN)- para valorar el área muscular del muslo
• Potasio corporal total, ya que la medición de los valores de potasio en sangre permite hacer una estimación de forma indirecta, la masa muscular
• Eliminación de creatinina (producto de desecho generado por los músculos) en orina.
Métodos de medición de fuerza muscular
• Fuerza de prensión, medida en condiciones normalizadas con un modelo bien estudiado de dinamómetro manual, puede ser un marcador indirecto fiable de medidas más complicadas de la fuerza muscular en los antebrazos o las piernas. Es una medida sencilla y buena de la fuerza muscular y se correlaciona con la fuerza de las piernas.
• Flexoextensión de la rodilla, determinante para evaluar la potencia que se puede hacer a través de un equipo de potencia comercializado, sea de manera isométrica o isocinética, siendo ésta última el reflejo más fiel de la función muscular en las actividades cotidianas
• TUG, evalúa la fuerza muscular de las piernas, registrando el mejor tiempo de tres intentos de levantarse de una silla sin utilizar los brazos.
• Flujo espiratorio máximo( PEF) -en las personas sin trastornos pulmonares- depende de la fuerza de los músculos respiratorios. El PEF es una técnica barata, sencilla y muy accesible que tiene valor pronóstico, aunque si bien El PEF mide la fuerza de los músculos respiratorios, no puede recomendarse como medición aislada.
Pruebas para evaluar el rendimiento físico
• La Batería Breve de Rendimiento Físico (SPPB), a través de la serie corta de rendimiento físico y la velocidad de la marcha habitual
• prueba de deambulación durante 6 minutos
• prueba de potencia de subida de escalones
• prueba cronometrada de levantarse y andar (TGUG).
Criterios que se proponen para ensayos de intervención en la sarcopenia
A modo de resumen, los criterios que se proponen para ensayos de intervención en la sarcopenia se dividen en principales, esto es, rendimiento físico, fuerza muscular y masa muscular y en secundarios que valoran las actividades cotidianas (AC, básicas, instrumentales), la calidad de vida, los marcadores metabólicos y bioquímicos, marcadores de la inflamación, impresión global de cambio según el paciente o el médico, caídas, ingreso en residencias u hospitales, el apoyo social y la mortalidad.
En el desarrollo de la sarcopenia intervienen múltiples factores que modulan su evolución cómo los anteriormente descritos, pero también adquiere relevancia el estado nutricional y aspectos tanto extrínsecos como intrínsecos pueden conllevar una disminución de la ingesta en los ancianos que suele traducirse en importantes niveles de desnutrición, sobre todo proteica, produciéndose un catabolismo negativo y una consecuente pérdida de masa muscular. Entre los posibles orígenes de la malnutrición tiene preponderancia la anorexia geriátrica, definida como una pérdida de apetito que condiciona una reducción de la ingesta y que viene condicionada por diversas circunstancias que se agrupan en cuatro categorías fundamentalmente, fisiológicas, psicológicas, sociales y médicas.
Herramientas para evaluar el estado nutricional
Las herramientas para evaluar el estado nutricional y el estado de malnutrición a utilizar son el Mini Nutritional Assessment (MNA) que permite valorar si hay desequilibrio entre el aporte y el gasto proteíco/energético y para llevar a cabo la valoración del gasto energético, es útil la ecuación de Harris y Benedict que estima el metabolismo basal de una persona en función de su peso corporal, estatura y edad y es utilizado en conjuntamente con factores de actividad física, a fin de calcular la recomendación de consumo diario de calorías.
El abordaje de la nutricional tiene que considerar las cantidades de macronutrientes que necesitan las personas de edad avanzada con sarcopenia y más especificamente, de proteínas y aminoácidos concretos; determinar los micronutrientes, por ejemplo, vitamina D, que desempeñan funciones importantes en la protección y construcción de la masa corporal magra y los cambios que puedan detectarse a las horas de ingestión de comidas o suplementos dietéticos. Por tanto, respecto a los patrones alimentarios es importante asegurar la provisión a través de la alimentación de cantidades suficientes de vitamina D, ácidos grasos omega 3, antioxidantes y fomentar el consumo de vegetales y frutas, cereales de grano entero, fuentes de proteína animal (carnes magras, huevo, pescado y lácteos) que benefician ganancia de fuerza muscular, mejor función física y menor riesgo de fragilidad.
En cuanto a las estrategias de suplementación nutricional se ha evaluado el impacto positivo de los aminoácidos esenciales; la suplementación proteica tiene asimismo efectos positivos en la masa muscular, fuerza, síntesis proteíca y funcionalidad; la vitamina D suplementándola en 800 UI por día, llegando hasta 1.000 UI; creatina monohidratada oral; hodroximetilbutirato (HMB), que aumenta la síntesis proteica y la atenuación del catabolismo proteico muscular, en caso de pacientes en estado crítico. Normalmente se asocia con un incremento en la masa muscular y los ácidos grasos poliinstaurados Omega 3 que ha mostrado ser potencialmente beneficioso en dosis mínima de 1g/día, pudiendo de considerarse necesario.
AUTORES:
Dra. Marta González Eizaguirre. F.E.A. Geriatría. Hospital San José. Teruel.
Dra. Carmen Oquendo Marmaneu, Dr. Miguel Sánchez Ortiz y Dr. Alberto López Lasheras. Residentes Medicina de Geriatría. Hospital San José. Teruel
Ana Mateo Abad. Enfermera especializada en Geriatría. Hospital San José. Teruel
Ana Sangüesa Lacruz y Elisa García Simón. Residentes Enfermería de Geriatría. Hospital San José. Teruel