Los tratamientos de quimioterapia son cada vez más habituales y diversos. Esto es debido a que el tratamiento del cáncer ha sufrido un notable avance en los últimos años: somos capaces de diagnosticar más tumores, hacerlo de modo más precoz y tratarlos más y mejor.
Sin embargo, son muchas las dudas y los temores que todavía existen respecto a este tipo de tratamientos. Por ese motivo, exponemos de modo muy resumido los principales aspectos referidos al tratamiento de quimioterapia.
¿Qué es la quimioterapia?
Llamamos quimioterapia a un grupo bastante numeroso de medicamentos que sirve para tratar los tumores malignos, neoplasias o cáncer. No todos los tumores son iguales, ni se tratan de la misma manera, ni tienen la misma evolución. Por tanto, cada enfermedad en cada caso concreto tendrá un tratamiento determinado y es poco lo que se puede generalizar en cuanto a todos los tratamientos para todos los tumores. Por eso, la explicación del oncólogo será más específica para un caso individual que las ideas generales que en estas líneas podamos transmitir.
¿Qué efectos secundarios tiene?
Los medicamentos de tipo “quimioterapia”, como hemos dicho, son muchos, se utilizan unos u otros según el tipo de tumor y la afectación o extensión que presente. Cada fármaco tiene un perfil de toxicidad determinado y en muchas ocasiones se utilizan en combinación. Además, puede asociarse radioterapia u otro tipo de fármacos, como por ejemplo los bifosfonatos para la afectación ósea. La toxicidad esperada depende, por tanto, de todos estos factores: número de fámacos, toxicidad de cada uno, asociación de otros tratamientos y la situación en la que se encuentre el paciente. No existe una clasificación de quimioterapias “más fuertes” o “menos fuertes”, términos que a veces se escuchan, sino que tienen toxicidades diferentes que pueden sumarse o que pueden afectar de forma diferente según la situación concreta del paciente. Tampoco los efectos secundarios de un tratamiento tienen relación con la efectividad del mismo. Por ejemplo, la alopecia o caída de pelo, es un efecto secundario que aparece con muchos de los medicamentos que se utilizan para el cáncer de mama o de testículo, pero en casi ninguno de los que se utilizan para el cáncer de colon y eso no tiene nada que ver con que se toleren mejor o peor o con que sean más o menos efectivos.
La quimioterapia puede, además, administrarse por vía endovenosa o por vía oral. Son pocos los fármacos que tienen la posibilidad de administrarse en forma de pastillas y el hecho de elegir uno de estos fármacos es debido a que existe la indicación de dar ese medicamento concreto, no porque la administración oral tenga menor toxicidad o precise de menos controles. La quimioterapia oral precisa de control estricto por el oncólogo igual que la quimioterapia endovenosa.
Así, el esquema de tratamiento que se elige en cada situación, sea oral o endovenoso, puede producir unos determinados efectos secundarios. Los más generales son: cansancio, pérdida de apetito, afectación del sentido del gusto, alteración de la mucosa de la boca y alteración del ritmo intestinal. Pueden suceder de modo casi imperceptible o afectar en mayor o menor grado a la vida diaria. Las náuseas y los vómitos que son, junto a la caída del cabello, los efectos más oídos de la quimioterapia, se controlan muy bien con la medicación que se administra actualmente, aunque en algunos casos no de forma excelente. Al igual que para las náuseas y los vómitos, existe medicación que llamamos “de soporte” para el control de otros síntomas. Por ejemplo, se prescriben enjuagues si existe alteración de la mucosa de la boca o fármacos antidiarreicos si esto se produce. Todos estos cuidados van dirigidos a minimizar los efectos secundarios que puedan aparecer y a que el tratamiento se tolere lo mejor posible con la mayor calidad de vida posible. Otro de los efectos secundarios generales de la quimioterapia es la neutropenia o “descenso del número de defensas”. Esto ocurre de una forma muy frecuente, pero raramente tiene alguna repercusión. Es debido al efecto que la quimioterapia tiene sobre la médula ósea, lugar donde se fabrican los componentes sanguíneos: leucocitos o “defensas”, plaquetas y hemoglobina. Es importante recalcar que esta “bajada de defensas” no depende de la dieta ni mejora con ningún suplemento nutricional, depende únicamente del efecto de la quimioterapia y se recupera de forma espontánea. El único aspecto que el paciente debe vigilar es la aparición de fiebre. Si esto se produce, deberá acudir a un servicio de urgencias. Allí se comprobará la cifra de leucocitos; si resulta normal su tratamiento será igual que en cualquier otro paciente con fiebre, pero si resulta baja (debido a la quimioterapia), generalmente será necesario un ingreso hospitalario.
Hay otras toxicidades más específicas que sólo las producen fármacos concretos como en el caso de la aparición de sensación de hormigueos en las manos y los pies o la alteración de las uñas. Las toxicidades severas o graves pueden ocurrir aunque esto sucede de forma muy infrecuente.
Además de la quimioterapia clásica, a veces se administran otros fármacos de nueva generación que pueden ser anticuerpos u otro tipo de medicamentos que llamamos “dirigidos”. Estos fármacos habitualmente se administran conjuntamente con quimioterapia, aunque en algunos casos, como el cáncer renal o el hepatocarcinoma tienen efectividad sin quimioterapia. Este tipo de medicamentos se usa de forma habitual desde hace algunos años, por lo que no se trata de medicación experimental ni son tratamientos a los que no se tenga acceso en el sistema público. Tienen efectividad en unas situaciones concretas y también pueden presentar toxicidad tras su administración. Los efectos secundarios de estos nuevos medicamentos, probablemente menos conocidos, difieren de los de la quimioterapia y pueden ser diarreas, erupciones, pequeños sangrados, insuficiencia cardíaca o alteraciones de la tensión arterial.
¿Para qué se utiliza?
La indicación de quimioterapia acompañada o no de otros tratamientos puede tener varias intenciones. Puede indicarse, con o sin radioterapia, de modo previo a una cirugía con el objetivo de erradicar la enfermedad. También puede administrarse tras haber operado el tumor con el fin de reducir la probabilidad de que en los siguientes años la enfermedad reaparezca. Finalmente, la quimioterapia puede administrarse sola o conjuntamente con radioterapia para tratar un tumor sin cirugía, en algunos casos con intención curativa y en otros con el fin de controlar la enfermedad el mayor tiempo posible, alargando así la supervivencia con una mayor calidad de vida. Por tanto, el hecho de recibir quimioterapia puede tener varias intenciones, curativas o no, e incluso puede administrarse sin que exista tumor con el objetivo de reducir el riesgo de recaída.
Conclusión
La quimioterapia es un tipo de tratamiento que se realiza en el contexto de tener o haber tenido un tumor maligno con la intención de curarlo o mejorarlo, que puede producir mayor o menor grado de toxicidad y que habitualmente se controla bien con medicación de soporte siendo raras las toxicidades severas o graves.