Deficiencia de vitamina D en la edad pediátrica: factores de riesgo y medidas preventivas


Teodoro Durá Travé y Fidel Gallinas Victoriano. Servicio de Pediatría. Complejo Hospitalario de Navarra. Servicio Navarro de Salud/Osasunbidea. Pamplona

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La vitamina D es una vitamina esencial para el mantenimiento de la mineralización ósea ya que favorece la absorción del calcio y fósforo procedentes de la dieta, así como su depósito en la matriz ósea. Y su deficiencia se asocia con raquitismo en la edad pediátrica (defecto de la mineralización del hueso en crecimiento) y osteomalacia en los adultos.

La mayoría de las células y órganos (músculo, corazón, vasos sanguíneos, cerebro, mama, colon, próstata, páncreas, gónadas, piel, linfocitos, etc.) contienen receptores de vitamina D, lo que advierte sobre la importancia de mantener un contenido orgánico suficiente de vitamina D. De hecho, su deficiencia crónica se ha relacionado con un mayor riesgo cardiovascular, así como de presentar enfermedades autoinmunes, endocrinas, infecciosas, psiquiátricas y/o neurológicas y diversos tipos de cánceres. Es decir, además de su conocido papel biológico en el metabolismo óseo, la vitamina D parece cumplir un amplio espectro de funciones biológicas que justificarían el interés de la monitorización de su contenido orgánico.
En la Comunidad Foral de Navarra la prevalencia de deficiencia de vitamina D en la población pediátrica sana, de origen caucásico, y con una situación nutricional normal es del 13%.

Factores de riesgo de deficiencia de vitamina D

Aproximadamente un 80-90% de la vitamina D del organismo se sintetiza en la piel a partir de la exposición a la radiación solar ultravioleta tipo B, mientras que apenas un 10% derivaría de fuentes dietéticas naturales.
Por tanto, el contenido orgánico de vitamina D dependerá, en gran medida, de la cantidad de irradiación solar recibida, y cuya disponibilidad estará relacionada bien con agentes físicos que bloqueen la exposición a la radiación solar (grado de pigmentación cutánea, uso de filtros solares, tipo de vestimenta, etc.), bien con variables geográficas, tales como la latitud y estación del año, así como el clima y la contaminación atmosférica.
A partir de los 37º de latitud y, especialmente, durante los meses más fríos del año (entre noviembre y febrero) la oblicuidad con que los rayos solares inciden sobre la atmósfera terrestre da lugar a que la irradiación ultravioleta tipo B disminuya en un 80-100%; de tal modo que la radiación solar sería incapaz de inducir una síntesis efectiva de vitamina D. Navarra está situada entre los 41º 55” 22 N (Cortes) y 43º 16” 42 N (Bera) y, aparte de su alta latitud geográfica, presenta una frecuencia de nubosidad y/o precipitaciones lo suficientemente importantes como para justificar las variaciones estacionales descritas del contenido orgánico de vitamina D. En las figura se exponen las variaciones estacionales de la vitamina D a lo largo del año en la población pediátrica residente en Navarra. El mayor contenido orgánico de vitamina D se corresponde con los meses de verano —de mayor insolación—, para disminuir paulatinamente durante los meses de otoño e invierno hasta alcanzar su nadir en la primavera.

Prevención de la deficiencia de vitamina D

Las estrategias actuales encaminadas a la prevención de la deficiencia de vitamina D se basan en la exposición solar, la fortificación de alimentos con vitamina D y los suplementos farmacológicos.

• Exposición solar.
Si bien secularmente en nuestro entorno eran conocidos los beneficios de la exposición a la radiación natural del sol desde la infancia sobre la salud ósea, en la actualidad también se sabe que dicha exposición conlleva ciertas desventajas: el riesgo de cáncer de piel aumenta con la excesiva y/o mantenida exposición al sol. Por tanto, la exposición solar debería ser limitada y/o equilibrada con la intención de reducir el riesgo de cáncer de piel.
Actualmente se recomienda evitar la exposición solar directa en los menores de 12 meses; y a partir de esta edad se considera que una exposición breve (10-15 minutos) y diaria al sol de mediodía (entre las 10 y 15 horas) de manos, brazos y cabeza (aproximadamente el 25% de la superficie corporal) en primavera, verano y otoño sería suficiente para conseguir una adecuada síntesis de vitamina D.

• Fortificación de alimentos con vitamina D
La vitamina D se encuentra de forma natural en pocos alimentos, y entre ellos cabe destacar diversos pescados azules o grasos (salmón, caballa, sardinas, arenque, atún, etc.), algunas variedades de setas, la yema de huevo, mantequilla y, especialmente, el aceite de hígado de bacalao. En nuestro medio, el consumo habitual de vitamina D a partir de sus fuentes dietéticas naturales o bien de alimentos comercializados enriquecidos en vitamina D es una práctica poco extendida. El incremento del consumo —al menos durante los meses de invierno y primavera— de alimentos enriquecidos con vitamina D de amplio consumo, tales como lácteos (leche, yogur, queso, etc.), cereales (pan, cereales de desayuno, etc.), margarina y/o mantequilla, zumos, etc., se está planteando a nivel mundial como una estrategia preventiva nutricional de primer orden.
Suscita interés y preocupación el hecho de que el contenido en vitamina D de la leche materna, que constituye el alimento ideal durante los primeros 6 meses de vida y, en consecuencia, el patrón de referencia nutricional en estas edades, no sea adecuado para satisfacer las necesidades de vitamina D, y sea preceptiva la administración de suplementos farmacológicos en aquellos lactantes alimentados exclusivamente con leche materna. De hecho, la lactancia materna exclusiva sin suplementos de vitamina D está considerada como un factor de riesgo de deficiencia de vitamina D.

• Suplementos farmacológicos
Los requerimientos de vitamina D durante el primer año de vida están estimados en 400 UI diarias, y a partir de esta edad se recomienda una ingesta diaria de 600 UI.
Las recomendaciones actuales sobre la ingesta de vitamina D en las diferentes etapas de la infancia son las siguientes:
• Los recién nacidos deberían iniciar cuanto antes una profilaxis con 400 UI diarias de vitamina D, que se mantendría durante el primer año de vida.
• A partir de esa edad, los preescolares, escolares y adolescentes que no obtengan 600 UI de vitamina D al día a través de alimentos enriquecidos con vitamina D deberían recibir un suplemento de 600 UI diarias de vitamina D.

Idealmente, la prescripción de vitamina D en forma galénica debería ser individualizada, teniendo en cuenta los hábitos dietéticos y factores condicionantes -en cada caso- de la síntesis cutánea de vitamina D. No obstante, a efectos prácticos y de salud pública, la administración universal de vitamina D favorece la prevención de la deficiencia de vitamina D mediante un método de aporte cómodo y seguro.