Una de las personas que ha vivido más de cerca, en primera línea esta realidad del COVID19, ha sido José Ignacio M. Badules, D.U.E. y Capellán del Complejo Hospitalario de Navarra. Nos ponemos en contacto con él, para que nos hable sobre su vivencia en esta dura realidad.
1. El 27 de marzo, en esa vigilia de oración presidida por el Papa Francisco, en ese atardecer gris y lluvioso, teniendo como escenario esa desértica Plaza de S. Pedro, centro de la cristiandad, y con un silencio que gritaba, el papa nos decía: “Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que los Discípulos del Evangelio, nos sorprendió la tormenta” “En esta barca, estamos todos”. José Ignacio, al hilo de estas palabras del Papa, nos podrías decir, como habéis vivido esta situación en el Complejo Hospitalario.
En primer lugar, la expresión más sentida y más verbalizada por todos los que hemos asistido a los enfermos, incluidos enfermos y familiares a sido esta: “Sentimos que no estamos solos. Alguien bueno y poderoso nos acompaña y nos cuida”. Yo, he podido sentir, que esa persona buena, es, ese Padre Creador, que nos redimió con el amor y la inocencia de su Hijo, y que se hace presente por medio de los humanos. Hemos sentido, como el Dios bueno y fiel, acariciaba a los enfermos con el cariño y las manos amables, del personal sanitario y de la Iglesia. Puedo decir, que todos los que hemos estado en primera línea hemos atendido a los enfermos con mucha dignidad y hemos sentido y sentimos la recompensa y el premio de la paz y de la serenidad. Y como nos decía el Papa, hemos experimentado esa realidad Evangélica: ante la tormenta del coronavirus, todos estamos en la misma barca.
2. Otra expresión del Papa francisco en esa vigilia de oración, fue la siguiente: “La tempestad de esta epidemia, desenmascara nuestra debilidad”. Piensas, que esta realidad del Cobid19, nos enseña a ser más humanos?
Pienso que desde esta realidad, que parece un sueño y una pesadilla, tenemos que aprender a vivir de verdad en la verdad. El virus no nos permite engañarnos. Muchas veces, vivimos en la mentira, somos ingenuos al pensar que el mundo lo controlamos los humanos y vemos que no es así, nuestro mundo se ha disuelto en unos días. Tenemos que cambiar nuestro modo de pensar y de vivir. El virus nos está enseñando algo importante, que todos pertenecemos a la misma especie. Algo que hemos aprendido durante estos días en el Hospital, es que nos hace bien vivir de manera más solidaria, siempre buscando el bien común de todas las personas. En poco tiempo, los humanos estamos tomando conciencia de nuestra fragilidad. Hemos descubierto que no sólo hay personas débiles. Esta pandemia nos revela que la humanidad es una especie en peligro. Yo siento, que en poco tiempo nos vamos haciendo más humildes y más inseguros. El virus nos está obligando a pensar y reflexionar en lo importante.
3. El Papa Francisco, en esa Vigilia, también nos decía que ”Jesús, siempre trae serenidad en nuestras tormentas”. Como has vivido tu sacerdocio y tu vocación de enfermero, en esa realidad tormentosa.
Lo he vivido como siempre, practicando la hospitalidad y sintiéndome Ministro de un Redentor Misericordioso. Un Redentor, que ofrece la salud como salvación. Pensemos, que la curación integral del cuerpo y del alma siempre es una experiencia salvífica. Si algo nos está enseñando esta pandemia, es que lo más importante, es la salud. En estos momentos, es lo que más nos interesa. La salud es lo primero. Todo lo demás, pasa a un segundo término y se supedita al problema de la salud. Viendo la realidad desde este punto de vista, es indudable que, si algo hay claro y que no admite duda, es que la persona, que más se interesó por la salud de la gente y más se dedicó a curar enfermos, fue Jesús de Nazaret, tal como nos lo presenta el Evangelio. Y estos días, he podido vivir y ofrecer con más intensidad ministerial, la fuerza sanadora y salvadora de la fe.
4. José Ignacio, al hilo de la pregunta anterior, ¿cómo han sido tus jornadas de trabajo en estos días?
Han sido jornadas duras e intensas, en las que he estado disponible las 24 horas del día, prácticamente, he estado dos meses sin salir del Hospital, administrando la unción de los enfermos, confesando, dando la absolución, celebrando la Eucaristía diaria a las 8:30 h. La misión de la Iglesia es estar al lado del que sufre, del enfermo, consolando, dando aliento, acompañando, y es lo que hemos intentado hacer, agradezco la ayuda puntual de algunos sacerdotes, que voluntariamente se han prestado acompañando algún enfermo en situación de soledad. También la ayuda de los sacerdotes en la noche. Todo el que ha demandado nuestro Servicio Religioso, se ha podido beneficiar de sus prestaciones.
5. ¿No te has sentido cansado en ningún momento?
No, porque me he sentido muy acompañado, especialmente por el propio dolor y sufrimiento de los enfermos y la preocupación de sus seres queridos, esta realidad ha sido la más eficaz. Con toda la seguridad, estos dolores y sufrimientos han sido la mejor y más eficaz oración de intercesión porque como el humo suave y perfumado del incienso estoy seguro que subían y penetraban en el mismo corazón bueno de Dios. También me he sentido muy acompañado por nuestros Pastores, D. Francisco y D. Juan. El mismo Arzobispo, varios días celebró la Eucaristía en el Hospital, quería sentirse físicamente más cerca de los enfermos, familiares y personal sanitario. De verdad, que hemos notado el poder de la oración.
6. Con lo respondido anteriormente, se confirma una de las expresiones que el Papa francisco, con voz temblorosa pronunció en esa Vigilia del 27 de marzo: ”la oración y el servicio silencioso son nuestras armas”.
Así es, esta es la verdadera sabiduría Bíblica. Estos días, se ha trivializado mucho la realidad que se estaba viviendo: (aplausos, deliberaciones si va haber o no fiesta de S. Fermín, cantos de parodias etc.). Todo esto, a los que estábamos en primera línea, en ocasiones nos producía crispación. Mira, una cosa es leer y pensar, en el dolor y la muerte que nos transmitían los medios de comunicación y otra muy distinta es tocar y sentir ese dolor y esa muerte. Cuando se siente el sufrimiento, no se puede gritar. Cuando se siente el dolor, se habla en voz baja y se escribe con letra pequeña. Me uno al sentir del Papa: “la oración y el servicio silencioso son nuestras armas”.
7. ¿En esta situación, cómo es la relación del Servicio Religioso, con el personal sanitario?
Hay que empezar diciendo, que nuestro Servicio forma parte de la estructura de Cuidados del Hospital. Desde el inicio de la epidemia, se envió desde el S. R. un escrito a todas las Unidades comunicando que ante lo que se avecinaba, nuestro Servicio estaba a disposición y permanente las 24 h, para lo que hiciera falta y demandaran los enfermos y familiares. Todo el personal sanitario hemos trabajado muy coordinadamente, siempre teniendo como prioridad las necesidades de los pacientes y sus familias. Hemos estado en estrecha y permanente conexión con el equipo de Cuidados Paliativos. Aprovecho para dar las gracias a todo el Personal del C. Hospitalario, por su bien hacer, por su profesionalidad, por su humanidad y solidaridad. Puedo decir, que gracias a ellos se ha vivido el Evangelio en alto grado. Yo, en nombre de la Iglesia de Navarra, en esta parcela de la Salud, aunque todo es mejorable, quiero hacer llegar con gratitud mi felicitación al Gobierno de Navarra, a la Dirección del C. H. sobretodo, por su buena coordinación y por los medios humanos y materiales que han proporcionado para remediar esta situación. Mi cariñoso recuerdo y reconocimiento para Alfredo Martinez y Juan Pedro Tirapu. De verdad, que como dice el Papa, la Iglesia en esta situación y en el C. Hospitalario, ha sido un Hospital de Campaña.
8. ¿Cómo se ha vivido la pérdida de un familiar sin poder estar con él?
Muchos han podido estar acompañados por sus familias en planta y los que no han podido, porque tenían que estar solos, han estado acompañados por el personal sanitario. Las familias pueden estar tranquilas en ese aspecto porque han recibido todo el cariño por parte del personal que les atendía, que no les han dejado solos, les han dado la mano y les han acariciado. El no poder despedirse de un ser querido en esos momentos es muy duro, pero les queda el saber que todos han muerto con muchísima dignidad.
9. ¿Qué te dicen esas familias que han perdido un ser querido?
Muchas familias piden hablar conmigo para preguntarme cómo ha muerto y qué ha dicho. Como todo lo tenemos protocolizado, tengo un registro de cada enfermo que nos solicita, y hago una pequeña historia pastoral recopilando los datos más significativos y anotando las necesidades espirituales o religiosas que detecto o demandan, esto me a facilitado en la comunicación con los familiares que se han interesado de cómo a muerto su ser querido. A ellos les reconforta conocer esos últimos momentos de su familiar, les da mucha tranquilidad. Decir, que en estos días, he asistido a 478 enfermos.
10. ¿Qué les dirías a esas familias que han perdido a un ser querido, y no han podido acompañarla ni despedirla en esos últimos momentos?
Permíteme, que me extienda un poquito más en responder a esta pregunta. Cuando en nuestra memoria, tenemos las vivencias de todo lo que hemos vivido en esta epidemia, uno piensa que perdemos la vida en niñerías, porque nos entusiasmamos por cosas que valen muy poco, por cosas que no tienen importancia.
Es verdad, que nuestro Dios, es el Dios bueno, nuestro Dios, es el Dios poderoso y fecundo de la creación, pero al mismo tiempo, nuestro Dios, también es el Dios débil de la Cruz, también es, el Dios débil de la agonía y de la muerte. Pero como decía el Papa Francisco en esa Vigilia: “En su Cruz hemos sido salvados; tenemos un timón” “Abrazar la Cruz es abrazar la Esperanza”.
La experiencia de la muerte, nos acostumbra a tocar las limitaciones de la vida, pero al mismo tiempo, también nos ayuda a reconocer la grandeza de los dones que hemos recibido.
Lo sorprendente, no es que nuestra vida se desmorone; la maravilla es que un cuerpo, compuesto de minerales y bien organizado, haya sido capaz de sustentar la vida de nuestro espíritu durante tantos años.
La fe, nos ayuda a descubrir su dignidad y también la grandeza de la persona moribunda, la fe, nos ayuda a descubrirla más allá de su debilidad.
(Sigue en página 30)
Alos que habéis perdido un ser querido en ésta situación tan horrenda, me gustaría transmitiros esperanza y consuelo.
Vuestros seres queridos, se han marchado atendidos, atendidos y cuidados con mucha dignidad. Nosotros, los que les hemos atendido, hemos aprendido a descubrir y recibir lo que ellos en su debilidad nos ofrecían en ese momento.
Ellos, se han convertido para muchos de nosotros, en la principal escuela de madurez y humanización.
Las historias personales de los pacientes a los que he acompañado al final de sus vidas, en estos días, me han ayudado a pensar en lo importante para tener ordenadas algunas tareas de mi vida, a la vez también me han ayudado a descubrir en qué estado se encuentran mis propias tareas.
Tareas que se concretizan en: Pedir perdón, perdonar, dar las gracias, decir te quiero y decir adiós.
Las expresiones más repetidas, que han salido con mucha paz, a veces con sonrisa en los labios y lágrimas en los ojos, después de recibir los Sacramentos han sido: perdón-gracias-quiero mucho a los míos.
En esos momentos, con frecuencia, me venía a mi pensamiento una consideración, una consideración que me ayudaba y era capaz de sostener en esos momentos mi esperanza: “Sé que al final mi hermano resucitará”…, le dijo Marta al Señor.
Es verdad, que muchos enfermos en esta pandemia, debido a su hipoxia, o sedación, no eran conscientes de su situación, pero tener la certeza, que se les atendió y se les cuidó con mucha dignidad. Dejarme que pierda el pudor y os exprese algo de mi vivencia y sentimientos. Cuando veía a la enfermera, a la auxiliar, a la sra de la limpieza al celador o al médico, cuando observaba cómo trataban a vuestros seres queridos, yo pensaba en mis adentros, pronto, esta persona, va a sentir estos cuidados que ahora recibe con tanto mimo sin darse cuenta, y seguía pensando, pronto esta persona en la Casa del Cielo que es el mismo Corazón bueno de Dios, va agradecer lo que ahora está recibiendo pasivamente de nosotros.
Estoy seguro, que esos cuerpos tan debilitados y, abatidos que todos hemos atendido y cuidado estos día con tanta veneración estarán ahora gloriosos y resplandecientes.
Seguro, que en ellos, en esos cuerpos, han quedo para siempre las huellas de nuestro cariño, en esos cuerpos, han quedado grabadas y tatuadas las huellas de nuestras atenciones de nuestros cuidados.
Vuestro seres queridos, se han marchado con paz y muy cuidados. A muchos de ellos que estaban solos, cuando me llamaban para administrarles el Sacramento de la Unción, en ocasiones la muerte era tan rápida, que me esperaba hasta que dejaban de respirar, los acariciaba y les decía: Acabas de recibir en este Sacramento la caricia de Dios, y los besos y el cariño de tus seres queridos, ahora, “Alguien te espera” “Es hora de volver y de regresar a casa”.
11. ¿Qué se puede sacar de bueno de toda esta situación?
En primer lugar, pensar y sentir, que el coronavirus nos está descubriendo que en la tierra todo está inacabado, todo lo vivimos a medias. No queremos aprender que los humanos somos seres frágiles y vulnerables, que no podemos alcanzar aquí la plenitud que desde lo más hondo de nuestro ser todos anhelamos. Este virus, nos ayuda a poner nuestra mirada y nuestra confianza en la Bondad y Providencia del Padre Bueno y Creador. Que tenemos que pasar del bien-tener y bien-estar al bien-ser. Que tenemos que buscar siempre el bien de todos, que la solidaridad, nos hace bien.
Esta vivencia, nos lleva a descubrir otra importante que se podría expresar de la siguiente manera: “El que hace el bien y evita el mal a quien sea, ése es el que ama a Dios. Aunque no lo sepa ni se de cuenta”. El experimentar que todos somos hij@s de una misma familia nos ayuda a reforzar nuestra capacidad de crecer en solidaridad.
Recordemos, el Testamento que Jesús nos dejó en la última Cena. Nos dio un Mandato “Nuevo”. Precisamente, el cobid19, nos ha recordado la novedad de este Nuevo Mandamiento. La respuesta es sencilla: la tradición de Israel unía siempre el “amor a Dios” con el “amor el prójimo”. En la última Cena, Jesús se limitó a decir: “que os améis unos a otros, como yo os he amado”. Y nos podemos preguntar ¿Por qué Jesús, no menciona a Dios? y la respuesta es clara, porque Dios está en el otro. Es decir, el que hace el bien a quien sea, ése es el que cree en Dios y ama a Dios. Aunque no lo sepa. De alguna manera el poder y la sabiduría de Dios también se han humanizado, con todas las consecuencias. “Lo que hicisteis con uno de estos, a Mí me lo hicisteis”. Esto nos lleva a la urgencia que tenemos los cristianos de actualizar con nuestra vida, la imagen del verdadero Dios, no adorando a los ídolos ni a los dioses falsos de este mundo.
12. José Ignacio, como pondrías broche final a esta entrevista tan vivencial.
Me gustaría finalizar, con las mismas palabras que el Papa Francisco, nos dirigió en esa Vigilia del 27 de Marzo: “No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia Ti, Señor, y hacia los demás”.