Una de las cosas que más preocupan a los padres es la alimentación de los hijos. Que coman bien, que no les falte ningún nutriente, que ganen el peso que corresponda pero sin pasarse…
Hay muchos bebés/niños que comen poco o muy poco, y los padres comienzan a agobiarse en exceso, hablando con el pediatra, obligándoles a comer, etc.
Los padres deben enseñar a comer de manera sana y equilibrada, creando buenos hábitos, ya que esos hábitos son los que acompañarán durante toda la vida a sus hijos (un hábito es fácil de adquirir, pero eliminarlo cuesta mucho).
Deberíamos quitar el miedo ante esta situación y pensar que el bebé/niño es normal y está sano, quizás no quiera comer todo lo que a nosotros nos gustaría, pero sí podemos dar alguna idea para poder estar tranquilos frente a determinadas situaciones y hacer que los niños vayan comiendo de todo poco a poco.
Hora de las comidas
Los niños no entienden de prisas ni de horas, y hoy en día vivimos pegados al reloj. Es aconsejable que la hora de comer sea una hora para estar relajados y tranquilos, que haya conversación en la familia y alejados del móvil o tele. Y… paciencia, mucha paciencia, especialmente para las primeras cucharadas de la nueva alimentación (después de la leche materna o leche artificial). Al principio solo querrán investigar y jugar con la comida.
No pasarán muchos meses antes de que el niño vaya comiendo lo mismo que el resto de la familia, por ello, es importante tener en cuenta qué se come en casa.
Cómo empezar
El niño quiere comer como los mayores, por sí solo y con sus cubiertos que son las manos. Darle alimentos que pueda coger con las manos, chupar, morder… hay un método llamado baby-led weaning, consiste en poner a su alcance alimentos adecuados a nivel nutricional y variados, para que ellos elijan qué y cuánto comer.
Se trata de aprovechar la curiosidad innata de los bebés, su deseo de explorar y experimentar y la capacidad que tienen de imitar a los adultos para que vayan probando diversos alimentos tal y como son.
La recomendación habitual es iniciar la alimentación complementaria con el triturado de los alimentos. Algunos autores, en cambio, comentan que es mejor aportarles texturas fáciles de comer, pero sin llegar a triturar, ya que así es como comemos de adultos.
La OMS (Organización Mundial de la Salud), en sus guías para la alimentación del lactante amamantado y del lactante no amamantado especifica lo siguiente:
• A partir de los seis meses, los lactantes son capaces de comer purés, papillas y alimentos semisólidos.
• A los ocho meses la mayoría pueden consumir alimentos que se comen con los dedos (que pueden coger y comer ellos sin supervisión).
• A los 12 meses pueden comer los mismos alimentos que el resto de la familia consume.
Poniendo esto en práctica, se podría ir dando los alimentos más blanditos (plátano, pera, mango, manzana, remolacha cocida, zanahoria cocida… se pueden aplastar con un tenedor). Y un poco de pollo o de lenguado rehogado y bien picado.
Ser un ejemplo para ellos
Desde niños aprendemos de observar a otros, y especialmente a nuestro entorno. Esta es la base del aprendizaje vicario: observamos a otros y los imitamos. Para que un niño coma de todo, quizás hay que esperar a que el niño sea mayor, o simplemente viendo comer verduras a sus padres se vaya familiarizando (nunca obligándoles) y terminen comiendo de todo, por eso, si un bebé no ve comer a sus padres pescados o verduras probablemente ellos tampoco lo coman.
Para finalizar, si les castigamos a comer algo porque se han portado mal lo asociarán como algo negativo, y rechazarán ese alimento. Y lo mismo si al portarse bien les damos una gominola o cualquier dulce, no es un alimento bueno para su cuerpo y así estamos haciendo que la comida sea una recompensa, y no una alimentación saludable.
Destacar que no hay que premiar ni castigar con la comida, los niños y niñas deben entender que hay que comer bien para estar más sanos, más fuertes y no enfermar.