El cerebro adicto


Natalia López Moratalla . Catedrática de Bioquímica y Biología Molecular. Universidad de Navarra

Print Friendly, PDF & Email

¿Qué efecto producen las drogas en el cerebro?

Lo que entendemos por adicción a algo, no es otra cosa que un aprendizaje con recompensa que se hace patológico y acaba arruinando el proyecto de vida de la persona afectada y generando problemas a los que les rodean.

El consumo crónico de drogas químicas, alcohol, tabaco, o los comportamientos adictivos a la comida o a la inanición, a las compras, o los juegos de azar o la suplantación de la identidad en Internet, se apropian del circuito de recompensa, y elaboran un condicionamiento. Es decir, un comportamiento automático atado a una sensación de bienestar, de premio.

No sólo afectan el funcionamiento del cerebro, sino también a la misma estructura cerebral. Al comparar el cerebro de personas sin adicción y el de una adicta por ejemplo a la cocaína se ha comprobado que disminuye la actividad de diversas áreas. Y se ha visto que el cerebro de jóvenes adictos a los juegos de rol de Internet presenta una serie de daños en las fibras que conectan diversas áreas cerebrales.

El riesgo y la aventura, la curiosidad por lo desconocido, generan un placer innato, mayor o menor según el temperamento de cada uno; de hecho existe una cierta predisposición genética a la adicción. Las situaciones que entrañan peligro, provocan un aumento de dopamina, neurotransmisor que procesa los estados de emoción positiva.

Ante una situación placentera las neuronas del núcleo accumbens reciben dopamina, mientras la amígdala evalúa la recompensa prevista. La corteza prefrontal procesa la información, sopesa, compara opciones, y decide libremente la respuesta, actuando finalmente de una manera u otra. Normalmente la dopamina no permanece en el espacio de la conexión, sinapsis, entre las dos neuronas ya que las mismas que la liberan la recapturan de nuevo al interior.

Además en esta región existen las interneuronas que descargan el neurotransmisor inhibidor GABA que controla y dosifica la liberación de dopamina. Esto permite que nuestro cerebro mantenga un equilibrio, y no estemos ni eufóricos ni apáticos sin motivo. Pues bien, todas las drogas rompen el equilibrio de la dopamina, bien aumentando su concentración en el espacio de la sinapsis, o prolongando el tiempo que permanece antes de ser capturada.

La cocaína por ejemplo, bloquea el recaptador de dopamina; la anfetamina además de impedir que la dopamina sea recapturada, aumenta la cantidad de la que se libera de nuevo. Por otro lado la nicotina estimula directamente las neuronas productoras de dopamina y en cambio los opiaceos, el cannabis, y la morfina impiden la liberación del inhibidor GABA. En el caso del consumo de éxtasis se destruyen literalmente las neuronas.

El consumo crónico de cocaína, alcohol u opiáceos disminuyen además los receptores de la dopamina, que permanecen en niveles bajos incluso después de un año de dejar el consumo. De ahí que disminuyan paulatinamente los efectos placenteros de la droga, y se cree la necesidad de una mayor cantidad para conseguir el mismo efecto. Se explica así la compulsividad asociada al síndrome de la abstinencia.

La adicción no se desarrolla tras un primer consumo, sino que es un largo proceso de consolidación de un aprendizaje. Memorizar algo es aumentar la intensidad de las conexiones entre neuronas. Cuando una neurona recibe información libera el neurotransmisor glutamato y receptores de la otra neurona expulsan los iones magnesio, permitiendo la entrada de iones calcio al interior de la neurona. Estos iones desencadenan una cascada de reacciones, que fortalecen la conexión entre ambas.

Con el consumo crónico de la droga se modifica el proceso ya que el exceso de estimulación producido por la dopamina hace que aumenten los receptores del glutamato, con lo que la internalización del calcio es muy intensa y se establezca el recuerdo a largo plazo. El hipocampo guarda entonces la memoria del estimulo gratificante. Registra el recuerdo, de forma más intensa y duradera cuanto más placentero es el estímulo, estableciendo la memoria emocional esencial en la adicción.

Al inicio del consumo, o del juego, se aprenden inconscientemente las circunstancias ambientales que rodean la situación. De esa forma la recompensa se asocia a algo, un olor, un lugar… El aprendizaje de los pasos para conseguir el objetivo placentero crea la memoria del procedimiento; una memoria del mismo tipo de la que nos permitió, por ejemplo, aprender a montar en bicicleta y recordar los movimientos tras años de no hacerlo. Al percibir de nuevo aquel olor o ver ese lugar en el que se consumió en su día la droga, la dopamina promueve el recuerdo inconsciente asociado a la recompensa, y despierta la información necesaria para conseguir el premio de nuevo.

La mayoría de conductas adictivas tienen su origen en la adolescencia ya que en esa época no están aún ajustados los sistemas de recompensa ni los de memoria emocional.

En una situación normal la corteza orbito frontal seleccionaría la respuesta después de analizar los datos. Sin embargo, cuando se ha producido la adicción el funcionamiento es diferente: se pierde el control sobre los circuitos del lóbulo frontal y se generan respuestas, automáticas y compulsivas. Por ello, quienes sufren la adición no deciden sino que se encuentran obligados a consumir. Pierden el “freno” necesario para poder decidir libremente qué hacer.

¿Es posible tener adicción a los juegos de Internet?

Jugar o comunicarse con otros es algo genuinamente humano. Parece contradictorio que pueda llegar a ser algo patológico. Sin embargo, lo está siendo y con una gran frecuencia, de manera que llega a ser un problema de salud mental.

Los adictos a los juegos de Internet pasan horas diarias ante la pantalla. Descuidan el estudio, pierden con frecuencia el trabajo y a veces rompen la paz familiar. Y parece haber un componente asociado a la adicción: trastornos depresivos, o de la personalidad.

Elegir la identidad en un mundo virtual, ficticia en general, o quedar bien ante los otros componentes de los juegos de rol tiene un efecto de recompensa como el dinero en el juego. Alteran el estado emocional del jugador y pueden acabar creando la obligación de jugar, la adicción. Los mecanismos cerebrales son idénticos a los que generan el consumo de drogas, alcohol o tabaco, o los demás comportamientos adictivos.

Las alteraciones cerebrales no se resuelven sólo con fuerza de voluntad. Sin embargo, la prevención, el auto-compromiso de limitar el propio terreno de actuación para protegerse contra las imprudencias es capaz de frenar el impulso placentero. En definitiva, el convencimiento de tener el destino de uno mismo en la propias manos, superar una crisis, y no estar sólo, suponen una buena prevención para no caer en la destructiva red de las dependencias y adicciones.