El pensamiento humano tiende a generar sesgos a la hora de representar y explicar la realidad. Una de las asociaciones cognitivas más habituales y que –sin embargo- no encuentra soporte argumental en la evidencia científica es la “relación directa entre la tristeza y el envejecimiento”: el mito de que las personas adultas mayores (AM) son tristes, desvalidas o melancólicas.
Ausencia de evidencia e ideas preconcebidas
Uno de los problemas más significativo que promueve la extensión del mito es la escasez de investigación científica que explore de forma detallada la relación entre psicopatología (v. gr., ansiedad y depresión) y personas AM. La investigación en este grupo poblacional se ha volcado con especial atención en los procesos neurodegenerativos (v. gr., Enfermedad de Alzheimer, Demencia Fronto-Temporal…), mientras que el estudio de los aspectos psicológicos y psiquiátricos del envejecimiento ha sido insuficientemente desarrollado.
La ausencia de información científicamente contrastada posibilita que se mantengan ideas preconcebidas como: las personas AM son rígidas e intransigentes, la depresión es más prevalente en la vejez que en otros grupos de edad, los trastornos de la personalidad se atenúan con la edad, el envejecimiento provoca tristeza y frustración, etc.
Tristeza y depresión
La extensión del mito provoca que se desatiendan los procesos emocionales de este grupo poblacional. Al “naturalizar” la relación envejecimiento y tristeza se asumen como “normales” estados de tristeza –con relevancia clínica- que recibirían en otros grupos poblacionales una atención estructurada en el ámbito de la salud mental (v. gr., psicoterapia, farmacoterapia…).
El primer paso para entender la relación entre envejecimiento y salud mental consiste en partir de una reformulación del mito y estudiar los diferentes estados cognitivo-emocionales que experimentan las personas AM. Identificar el bienestar emocional como estado deseable, flexible y posible en todos los grupos de edad nos permite diferenciar entre la tristeza –no clínica- como estado emocional adaptativo en relación con unas determinas circunstancias vitales y la depresión clínica como estado psicopatológico.
El consenso actual defiende que la manifestación depresiva en personas AM muestra las siguientes características: los signos y síntomas más prevalentes son la anorexia y la pérdida de peso; en la presentación clínica se dan somatizaciones y alteraciones cognitivas; puede acontecer agitación psicomotora; y la tristeza clínica -como síntoma nuclear de la depresión en otras edades- no es tan manifiesta en las personas AM en las que emerge (i) un estado de pesimismo (acerca de la vida) -con menor tendencia al llanto-, (ii) una moderada anhedonia y (iii) una disminución de la autoestima.
Como conclusión y reformulación del mito podríamos presentar la siguiente sentencia: la tristeza no es connatural al envejecimiento pero el envejecimiento no es inmune a la depresión.