Impacto emocional en pacientes con heridas crónicas


Ana María Sangüesa Lacruz, Elisa García Simón, Ana Mateo Abad, Dra. Carmen Oquendo Marmaneu, Dr. Miguel Sánchez Ortiz, Dr. Alberto López Las Heras y Dra. Marta González Eizaguirre

Print Friendly, PDF & Email
Las enfermedades crónicas afectan a importantes aspectos de la vida de nuestros pacientes, ocasionando alteraciones físicas, sociales y psicológicas.

Se define a las heridas crónicas por la pérdida de continuidad de la superficie epitelial con escasa o nula tendencia a la curación espontánea, la cual requiere períodos muy prolongados para su cicatrización, meses e incluso años, constituyendo un problema de salud importante, por la dificultad de su cicatrización, su tórpida evolución, por su alto gasto económico y lo más relevante, la disminución de la calidad de vida de quien la padece y de sus cuidadores.

La calidad de vida (CV) es un concepto subjetivo, por lo que cada persona responderá en razón a sus creencias, costumbres, hábitos y estilo de vida. En relación con la salud la CV, se entiende como: “el valor asignado a la duración de la vida en función de la percepción de limitaciones físicas, psicológicas, sociales y de disminución de oportunidades a causa de la enfermedad, sus secuelas, el tratamiento y/o las políticas de salud”, así esta tendrá relación con la capacidad de poder realizar o no aquellas actividades básicas y cotidianas, o aquellas que uno considere importantes.
El día a día de una persona con herida crónica, se va a ver afectado en todos los niveles;
A nivel físico, el dolor conlleva a tener un mayor grado de intranquilidad, dificultad de la movilidad, inflamación, pesadez de miembros inferiores, calambres, prurito, incapacidad, dependencia y alteración de la imagen corporal, todos ellos afectando al proceso de cicatrización y prolongando la cronicidad de las lesiones, y con ello una actitud menos optimista frente al proceso que enfrenta.
A nivel del bienestar psicológico: a medida que se va cronificando la herida vamos entrando en un bucle negativo de ansiedad, depresión y desconfianza.
Al igual que el aislamiento social, a causa del abundante exudado y mal olor, lo que conlleva a la soledad, angustia, disminuyendo progresivamente las relaciones con amigos y familiares, causando situaciones de repulsión y de rechazo por parte de sus seres cercanos.
Cualquier persona puede padecer heridas, si bien, las personas mayores, por el aumento de fragilidad de la piel y la mayor posibilidad de padecer diversas enfermedades, suelen tener más riesgo, a la vez que también presentan mayores problemas asociados (mayor riesgo de infección, de retraso en la cicatrización, etc.) Es preciso un abordaje común y consensuado entre los diferentes profesionales de la salud y los cuidadores, para tratar de prevenir, primero, la aparición, y resolver de la mejor manera posible la patología, en el caso de que se produzca.
Esta patología afecta no sólo a la piel o tejidos, sino a todo el entorno de la persona que lo sufre (dolor, aislamiento, ingresos hospitalarios…), siendo necesario tratar a la persona en su conjunto y no sólo actuar en la zona de lesión.
Así, será imprescindible el trabajo adecuado de un equipo multidisciplinar y hacer partícipe a la persona en su proceso de cuidado, para poder abarcar todos los aspectos y necesidades de cada paciente, siendo este un campo de acción para la enfermería. Algunos de los determinantes más importantes que se relacionan con la evolución positiva de la herida crónica, es el tiempo dedicado por el profesional de enfermería al tratamiento de las heridas. Siendo la educación y la formación de los profesionales uno de los puntos clave en el tratamiento de estas heridas para poder lograr el objetivo anhelado, la cicatrización.
Es esencial hacer hincapié en que el paciente con cualquier tipo de lesión debe ser visto como un ser holístico, que se toca, se siente, que tiene limitaciones y pérdida de autoimagen positiva con sus propias necesidades, donde el personal de salud debe ser neutro con el trato hacia estos pacientes, brindando confianza y lo más esencial, dar un cuidado humanizado.

AUTORES

Ana María Sangüesa Lacruz y Elisa García Simón.
Enfermeras Internas Residentes de Geriatría. Hospital San José de Teruel.
Ana Mateo Abad. Enfermera especialista en Geriatría. Hospital San José de Teruel.
Dra. Carmen Oquendo Marmaneu, Dr. Miguel Sánchez Ortiz y Dr. Alberto López Las Heras.
Médicos Internos Residentes de Geriatría. Hospital San José de Teruel.
Dra. Marta González Eizaguirre. Facultativo especialista de Geriatría. Hospital San José de Teruel