La aparición de la anestesia, una revolución en el mundo de la cirugía


Lucía Serrano Vélez de Mendizabal y Andrés Alegre Cortés. Médicos Internos Residentes de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor. Hospital Universitario de Navarra. Ana Carla Lobón Jiménez. FEA Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor. Hospital Universitario de Navarra

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Hoy en día es impensable el hecho de someterse a una cirugía sin anestesia, pero hace 200 años los pacientes sufrían una verdadera tortura cada vez que tenían que ser intervenidos. Así es como el desarrollo de la anestesia supuso toda una revolución dentro de la medicina, la cual le ha permitido avanzar más durante los dos últimos dos siglos, que durante toda su historia.

Desde las antiguas civilizaciones, el control del dolor y de la consciencia han sido uno de los principales objetivos de la medicina. En los principios de la historia de la anestesia se utilizaban drogas o sustancias que provocaban la pérdida de la consciencia. De esta manera el cirujano procedía a realizar la intervención con menor dificultad. Pero no todo era perfecto, porque el nivel de consciencia no se podía controlar.
Uno de los primeros métodos utilizados, rudimentario y peligroso, aunque eficaz, para causar «anestesia», era el de comprimir la carótida a nivel del cuello con la consiguiente isquemia cerebral y estado comatoso, lo cual era aprovechado para la realización del acto quirúrgico. Muchas de las famosas sustancias utilizadas a lo largo de la historia han sido narcóticos vegetales como la adormidera, la mandrágora y el cannabis que se cultivaban en Persia o en la India. En el Antiguo Egipto a los niños se les administraba adormidera por las noches para que dejaran descansar a sus padres. Los antiguos indios peruanos masticaban la hoja de coca, con el consiguiente adormecimiento de la lengua y labios.
Durante la Edad Media también se produjeron grandes avances en este terreno, especialmente en el mundo árabe, donde Abu al-Qasim al-Zahrawi, un médico residente en la Península Ibérica, publicó el primer manual ilustrado de cirugía, en el que se describía el uso de anestesia. En él se podía ver el uso de una esponja mojada con anestésicos colocada debajo de la nariz de los pacientes.
En el renacimiento, una época de grandes avances médicos y científicos, destacó Paracelso, un alquimista que cuestionó la teoría médica de aquella época y que fue conocido como el “padre de la toxicología”, por sus estudios de mezclas y cantidades para obtener las concentraciones ideales de sustancias para tratar las enfermedades. Fue él quien descubrió las propiedades somníferas y analgésicas del famoso éter, entonces llamado sulphur philosophorum o “aceite dulce del vitriolo”, aunque no fue hasta 3 siglos más tarde que se utilizó por primera vez como anestésico.
“Todas las cosas son veneno y nada es veneno, solamente la dosis permite que algo no sea venenoso”-Paracelso.

No fue hasta finales del siglo XVIII que la química de la época comenzó a estudiar y aislar distintos gases anestésicos. Un cirujano experimentó con el óxido nitroso inhalándolo el mismo, haciéndole estallar en carcajadas y dándole el nombre de “gas hilarante”.
No sería hasta 1844 cuando Horace Wells, un dentista considerado por muchos el iniciador de la anestesia moderna, lo empleó para realizar extracciones dentarias a sus pacientes. Inicialmente se ofreció el mismo como paciente, para posteriormente aplicarlo en las extracciones dentales que realizó con gran éxito.
Wells, un hombre altruista de la época, no quiso patentar su descubrimiento por considerar que verse libre de dolor debería ser “tan gratuito como el aire”. En su lugar, decidió realizar una demostración pública ante un grupo de estudiantes de medicina en el Hospital General de Massachusetts. Por desgracia, en esta ocasión la anestesia no funcionó según lo esperado y el paciente terminó gritando de dolor. Wells perdió todo su prestigio y las ganas por seguir investigando en el campo de la anestesiología. Dejó su trabajo como dentista, se volvió adicto al cloroformo y terminó perdiendo la cabeza. Fue encarcelado por actos impúdicos y se suicidó en la cárcel tras una ingesta de cloroformo.
Quien no perdió el interés por la anestesia, fue un joven estudiante de medicina de la universidad de Massachusetts, William Morton, quien además de trabajar con Horace Wells acudió a su demostración y escarnio público en 1846. Morton supo ver el potencial que tenía, y lo lucrativa que podía ser la posibilidad de un remedio que permitiese operar sin dolor.

16 de octubre de 1846

El 16 de octubre de 1846, conocido hoy mundialmente como día internacional de la anestesia, Morton, al igual que su predecesor, realizó una demostración pública, haciendo respirar a un voluntario vapores de éter para ser intervenido de un tumor en su cuello. En esta ocasión, la anestesia fue un rotundo éxito, iniciándose así un camino que muchos aspirarían a continuar. Morton intentó mantener en secreto la sustancia que había utilizado con fines lucrativos, pero finalmente, tras muchos años de juicios y pleitos, murió arruinado y sin conocer la importancia de lo que había realizado.
El uso de la anestesia más allá del momento quirúrgico, que hoy en día es práctica habitual, fue un tema controvertido en sus inicios, La anestesia obstétrica, concretamente, tuvo muchos detractores, principalmente en nuestro país, que consideraban que lo natural era parir con dolor. Inicialmente, el remedio al dolor del parto era dar a la parturienta cloroformo para inhalar. Hasta 1898 no se realizó la primera punción lumbar, en la que la cocaína era empleada como analgésico. No sería hasta 1921 cuando un español, Fidel Pagés, descubrió la anestesia epidural como la conocemos hoy en día.
La anestesia intravenosa, si bien comenzó muy pronto a inicios a mediados del siglo XVII con la administración de vino y cerveza a través de una pluma de ganso, tardaría muchos años en dar su propio gran paso con la síntesis química en el siglo XX de diversas sustancias aún utilizadas hoy en día.
Como se puede observar la anestesia no ha parado de evolucionar a lo largo de la historia, hasta permitir realizar hoy en día importantes intervenciones, como extirpar un tumor del cerebro de un paciente que está despierto y que puede colaborar con el cirujano, sin que sufra ningún tipo de dolor.

La imagen publicada tiene derechos de autor: “This image is taken from Page 255 of The conquest of pain” by Medical Heritage Library, Inc. is licensed under CC BY-NC-SA 2.0.