La insuficiencia cardiaca es una de las enfermedades crónicas con mayor prevalencia, especialmente en las personas mayores. En estas circunstancias, el corazón posee una menor capacidad para bombear la sangre hacia el resto del organismo, pudiendo producirse una mayor retención de líquidos, con la consiguiente formación de edemas en las extremidades, mayor dificultad al respirar y por tanto, desencadenar un deterioro clínico del paciente.
Una cuestión importante en este sentido, además de fomentar otros hábitos saludables como la realización de ejercicio físico en la medida de sus posibilidades o el abandono total del tabaco, es el de limitar el consumo de sal. Cuando popularmente hablamos de sal, nos estamos refiriendo al sodio, el cual se encuentra presente de forma natural en una gran cantidad de alimentos frescos y añadido en productos elaborados, conservantes y aditivos. En los pacientes con insuficiencia cardiaca es importante hacer hincapié en el cumplimiento de una dieta baja en sal o hiposódica, considerando esta medida como un pilar fundamental en el tratamiento.
¿En qué consiste una dieta baja en sal o hiposódica?
Una dieta hiposódica consiste en no superar la ingesta de 2-3 g de sal al día, que equivaldría a unos 25 g de sodio, con un límite en 2 g al día para aquellos pacientes que tengan una insuficiencia cardiaca en un grado severo. Una medida fundamental para poder cumplir una dieta de estas características es no echar sal adicional a las comidas, tampoco durante el cocinado. Es cierto que es una de las medidas más difíciles de tomar puesto que pueden resultar insípidas, pero se puede intentar potenciar el sabor con otras sustancias como el zumo de limón natural, la pimienta o el laurel entre otros.
Condimentos permitidos en la dieta hiposódica
Ajo, Cebolla, Perejil, Hierbas provenzales, Vinagres, Pimienta blanca y negra, Comino, Romero, Aceite, Laurel, Limón y Mostaza.
Otra cuestión es la elección de alimentos que por naturaleza sean bajos en sal como los productos frescos, esto es aplicable a las frutas, verduras, carnes y pescados, así como a las legumbres. La correcta lectura de las etiquetas de los envases también es imprescindible, ya que en ellas se encuentra especificado el contenido de sal. En estas etiquetas puede aparecer denominado como cloruro sódico (NaCl) o mediante el símbolo químico del sodio (Na). La mayor parte de las ocasiones, los productos procesados y envasados contienen un mayor contenido en sal, por lo que deberán consumirse con mucha precaución por este grupo de pacientes, esto incluye las pastillas de caldo, sopas comerciales, alimentos congelados y precocinados, embutidos o la salsa de tomate enlatada. Por último, no debemos olvidar que si se consume agua mineral embotellada, se deberá optar por aquellas de mineralización muy débil que contengan menos de 5 mg de sodio por litro. Por norma general, se recomienda una adaptación progresiva, intentando adaptar los alimentos de consumo habitual a esta circunstancia.
El cumplimiento de una dieta baja en sal es sin duda una de las medidas dietéticas primordiales en los pacientes con insuficiencia cardiaca, habiendo demostrado un gran poder en la evolución clínica de la enfermedad junto al cumplimiento del tratamiento farmacológico, mejorando la sintomatología del paciente por una menor retención de líquidos, que puede conducir a una disminución en el número de ingresos hospitalarios y por tanto, a una mejora en su calidad de vida. No añadir sal a los alimentos, prestar atención a las etiquetas de los productos elaborados y aprender a utilizar otras especias para condimentar nuestras recetas habituales serán de gran ayuda en su cumplimiento.