La importancia del cribado o screening en el cáncer colorrectal


Melody García Domínguez, Lara Aparicio Juez, Paula Omedas Bonafonte, Carmen Jimeno Griñó, Isabel Garrido Ramírez de Arellano, Alicia Sanz Cardiel, Sonia Caballero Nuñez, Cristina Abad Rubio, Antonio García Domínguez e Issa Talal El-Abur

Print Friendly, PDF & Email
El cáncer colorrectal es el tumor maligno más frecuente en España (excluyendo los tumores cutáneos). Su incidencia se estima en 45000 casos nuevos para el año 2019. Asimismo, es el segundo tumor maligno que más mortalidad ocasiona, con casi 16000 defunciones atribuibles en el año 2017. A pesar de ello, la mortalidad por cáncer colorrectal está experimentando un progresivo descenso (reducción en torno al 30-35%). Ello se debe en gran parte a los avances en su abordaje terapéutico, a las medidas preventivas y a la instauración de programas de detección precoz.

¿En qué consisten los programas de screening del cáncer colorrectal?

Consisten en la detección precoz de lesiones precancerosas que pueden aparecer en la mucosa del colon o del recto. La mayoría de tumores malignos en el colon se desarrollan a partir de pólipos benignos que pueden sufrir un proceso de transformación; la extirpación precoz de estas lesiones puede evitar el desarrollo del CCR.

¿Qué pruebas pueden emplearse para el cribado del CCR?

• Detección de sangre oculta en heces (SOH): se trata de una prueba no invasiva y barata en la que se analizan 3 muestras de heces que el propio paciente puede recoger. Los dos tests de SOH más utilizados son el test con guayacol y la inmunohistoquímica fecal. Se trata de una prueba poco específica: un resultado positivo sólo indica la presencia de un sangrado en algún punto del tracto digestivo (hemorroides, úlceras, pólipos, cáncer, etc), lo que obliga a realizar otra prueba para descartar el CCR.
• FIT-DNA Test: consiste en la detección de DNA procedente de las células tumorales en las heces. Su positividad también supone realizar una colonoscopia.
• Sigmoidoscopia flexible: permite visualizar el recto y el colon sigmoide, así como extirpar lesiones localizadas a esos niveles. No permite el acceso al resto del marco cólico y requiere preparación del colon.
• Colonoscopia: es la prueba más exhaustiva para la detección precoz de lesiones premalignas. Permite explorar toda la mucosa colorrectal, observar el tipo de lesión, extirparla o biopsiarla. En contra, se trata de una prueba invasiva que no está exenta de complicaciones (sangrado y perforación). También requiere preparación del colon.
• Colonografía por TC: prueba que recrea mediante un escáner la morfología del colon y las lesiones que pueden aparecer en su mucosa. Está indicada cuando la colonoscopia convencional no puede visualizar todo el colon. Es menos invasiva, presenta menos riesgo de complicaciones, pero no permite extirpar las lesiones que detecta.

¿En qué personas debe realizarse el cribado? ¿Con qué frecuencia?

Se recomienda que las personas asintomáticas y con un riesgo medio de cáncer colorrectal comiencen el programa de cribado a partir de los 50 años, continuando hasta los 70 años a intervalos regulares. Después de los 70 años la continuidad dependerá del estado de salud del paciente y del resultado de las pruebas anteriores. Por lo general, se recomienda repetir la SOH anualmente, la sigmoidoscopia flexible cada 5 años y la colonoscopia cada 10 años.
Se aconseja un comienzo del cribado con colonoscopia precoz en las personas con mayor riesgo de CCR: antecedente personal de CCR o pólipos con riesgo de malignidad (anual); un antecedente familiar de síndrome de CCR hereditario, como poliposis adenomatosa familiar (anual, iniciándose antes de la adolescencia) o CCR hereditario no polipósico (cada 1-2 años, iniciándose a los 20 años); antecedentes familiares de primer grado con CCR (cada 5 años a partir de los 40 años o cada 10 años antes de la edad en que se diagnosticó el familiar afectado más joven); antecedentes familiares de segundo grado (cada 5 años a partir de los 50 años); enfermedad inflamatoria intestinal (cada 1-2 años).

AUTORES

Melody García Domínguez. Residente Cirugía General. Hospital San Jorge. Huesca
Lara Aparicio Juez. Residente Urología. Hospital San Jorge. Huesca
Paula Omedas Bonafonte. Residente Medicina Intensiva. Hospital San Jorge. Huesca
Carmen Jimeno Griñó. Residente Medicina Interna. Hospital San Jorge. Huesca
Isabel Garrido Ramírez de Arellano. FEA Medicina Intensiva. Hospital de Barbastro. Huesca
Alicia Sanz Cardiel. Médico 061 Aragón. UME Sabiñánigo-Unidad de rescate en Montaña
Sonia Caballero Nuñez. Residente Servicio Medicina Intensiva. Hospital San Jorge. Huesca
Cristina Abad Rubio. Médico FEA Ginecología. Hospital San Jorge. Huesca
Antonio García Domínguez. Residente Servicio Cirugía General y del Aparato Digestivo. Hospital Universitario Severo Ochoa. Leganés
Issa Talal El-Abur. FEA Servicio Cirugía General y del Aparato Digestivo. Hospital Royo Villanova. Zaragoza