Las emociones y la salud una reflexión introspectiva


Dr. Emilio Garrido Landívar. Especialista en Psicología de la salud

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El ser humano es un homínido emoción que razona, no es un racional que se emociona,  y las emociones a pesar de que hemos trabajado tan poco en desarrollarlas, en aceptarlas, en valorarlas y ser conscientes de que están ahí, nos gusten o no, son parte de nuestra vida las positivas y las negativas, ambas forman parte de nuestra existencia.

Tan importantes son las dos -negativas y positivas-, que nunca habíamos llegado a conocer “el complejísimo entrelazamiento entre la biología y las emociones”. (Sapolsky, 2009)
Hoy sabemos y percibimos día a día en salud, las infinitas formas en la que el perfil personal de cada uno, los sentimientos y el pensamiento -es decir las emociones-, se reflejan e influyen en los hechos de nuestro cuerpo.
Nadie duda hoy que los trastornos emocionales externos nos afectan negativamente en nuestra salud. El estrés, que no deja de ser una emoción almacenada de forma negativa, tóxica; causa enfermedad tarde o temprano. Hoy es habitual leer y entender que un cambio decisivo en la medicina ha sido el reconocimiento de que muchas enfermedades de acumulación lenta pueden estar causadas o agravadas por el estrés.

¡Todo lo que expresamos mental y física o verbalmente -si es tóxico-, volverá de alguna manera filtrado o exagerado a nosotros en forma de inflamación de pequeño nivel o en dolor crónico!
Esto no es novedoso, pero sí olvidado con mucha frecuencia, pues cambiar el pensamiento y cambiar por ende el lenguaje supone un esfuerzo al que no nos hemos acostumbrado, y la salud debería ser activa en cada uno de los pacientes con los que tenemos un contacto clínico o directo en la vida diaria. ¡Nadie, casi nadie, nos dice qué hacer ante una situación que se cronifica, solo hemos aprendido a tomar algo externo a nosotros -un pócima, una cápsula, un jarabe-…!

Cambiar el leguaje

Una de las primeras opciones para cambiar es cambiar el lenguaje, nos herimos -y herimos- tantas veces y en tantas ocasiones, que no somos conscientes de cuánto daño producimos y nos provocamos.

Por otra parte, todos en salud, somos conscientes de que las diferencias individuales es la vulnerabilidad a la enfermedad, lo hemos constatado durante la pandemia en multitud de ocasiones y de personas. Dos personas tienen la misma enfermedad, pero el curso de la misma, su evolución posterior es muy distinto de una persona a otra, por eso siempre hemos repetido que “no hay enfermedades” sino enfermos. Las características personales, sus emociones, sus sentimientos, su disposición intencionada, su actitud frente a la vida, hace que esas diferencias sean muy marcadas y designemos como muy vulnerables a unas determinadas personas que desarrollan un autoestrés psicológico, que no deja de ser un invento reciente y que solamente se da en los humanos y en algunos primates sociales.

Los humanos experimentamos emociones muy intensas y negativas relacionadas con simples pensamientos, los cuales se convierten -sin darnos cuenta-, en cadenas continuas en nuestra contra, sufriendo más cuando lo piensas y lo hablas en tus diálogos internos, que cuando realmente llega aquello que has pensado y “te has fabricado de forma -muchas veces- inconscientemente, como un termostato automático, que no sabe ponerlo en manual para que sea uno quien lo controle o lo dirija. De ahí, que cuando alguien pasa un tiempo largo reconcomiéndose las entrañas por la ansiedad o por esas emociones que no controlamos y que son tóxicas; la ansiedad nos lleva a crear más emociones negativas, una cadena de emociones como pueden ser la ira, la tensión, el enfado, la angustia…; produciéndote un problema emocional que a la larga es posible que uno caiga enfermo… Por ejemplo, la culpa es una emoción que además que no sirve para nada, pues nos hace dolernos del pasado y no vivir el presente, sin que seamos conscientes de ello, pero con esa culpa buscas castigarte y crea dolor y generalmente un dolor crónico si la mantienes y no la dejas fluir, perdonándote y seguir adelante… Lo mismo podríamos decir de ese resentimiento hacia los demás, mantenido, constante, que corroe nuestro cuerpo y se convierte en la enfermedad del cáncer muy frecuentemente…
Entendemos y empatizamos contigo, fuiste violada, acosada, etc… y, he crecido con mucho resentimiento, tanto que he favorecido crear un cáncer en mi propio cuerpo, sin haber hecho nada para liberarme de ese resentimiento. ¡Claro que no estamos justificando el comportamiento de ninguna de las personas que te han maltratado y dañado, no! Pero -piénsalo bien-, estar toda tu vida reconcomiéndote tus miserias e infortunios no es de recibo para ti misma, sintiendo pena de ti misma, culpa -que no tienes-, y guardar rencor por todo lo que te hicieron…¡Todo esto ayuda a desarrollar una enfermedad en mi persona, fíjate, ¿como premio a haber sido maltratada?

Liberar y dejar de darle vueltas a “mi moviola mental”, me ayudará a curar. El pasado es pasado, ya lo sé que es más fácil decirlo que llevarlo a cabo. No podemos cambiar el pasado y nuestros sentimientos hacia ese pasado tan cruel para ti… ¿No te parece necio castigarte en vez de premiarte, por lo valiente que has sido y que a pesar de los pesares, estás viva y tienes gente que te quiere?

Podemos cambiar el pasado y nuestros pensamientos hacia el pasado, no te zahieras en este momento presente porque algunos te lastimaron en el pasado ya muy lejano… ¡No creo que merezca la pena que pagues un precio alto con tu salud, por todo lo que has vivido! No. Ámate y acepta y perdónate todo este tiempo que te has hecho daño con esa culpa y ese resentimiento, date el permiso para ser humana. Valora cómo eres  y deja que todo fluya, toma la opción menos mala, y sanarás.

Si somos sinceros, si nos paramos un momento reflexionando sobre nuestras emociones  y todas estas sencillas reflexiones, no deja de mortificarnos lo poco que nos preocupamos y trabajamos nuestras emociones y sentimientos, dejándolos a merced de nuestro sistema nervioso central -cerebro-, que es tan arcaico, que no sabe nada de qué hacer cuando se nos agolpan emociones encontradas, sentimientos tóxicos y una retahíla constante de cadenas de pensamientos estresantes y negativos y una psicolingüística semántica en nuestra contra…, que pensamos y pensamos haciéndonos de forma gratuita un daño intenso que se manifiesta por un bajo nivel de salud.
La respuesta fisiológica, que todos conocemos, está perfectamente diseñada y adaptada para enfrentarnos a una emergencia física de corto plazo: Huir, para no ser devorado por un depredador… Pero, cuando -por mil razones-, empezamos a preocuparnos sobre hechos estresantes, sobre miedos y emociones, que no dominamos; sin darnos cuenta activamos las mismas respuestas fisiológicas, que son potencialmente dañinas, cuando se recuerdan de forma crónica, por razones psicológicas o de otro tipo. Cada vez tenemos más datos objetivos que indican que las enfermedades asociadas al estrés provienen principalmente del hecho de que al preocuparnos de pagar la hipoteca, de unas oposiciones que llevo entre manos, de unas relaciones personales que me importan…; activamos durante meses y meses un sistema fisiológico que ha evolucionado para responder a emergencias agudas de tipo físico… Esa cronicidad activando nuestra respuesta fisiológica sin necesidad, nos tuerce la memoria emocional creando una ilusión de falta de control, creyendo que estamos controlando o reaccionando emocionalmente, positivamente.