Los antibióticos son medicamentos utilizados para prevenir y tratar las infecciones provocadas por las bacterias. Sin embargo, es sumamente importante conocer que no resultan útiles para combatir infecciones causadas por otros tipos de microrganismos como las originadas por los virus.
Siendo estos últimos responsables de muchas infecciones que encontramos de manera frecuente en nuestro día a día como resfriados, la mayoría de los casos de bronquitis, algunos tipos de otitis, la gripe e infecciones de reciente aparición como la causada por el coronavirus SARS-CoV-2, entre otras. Ni tampoco son efectivos para combatir síntomas como la fiebre. Este síntoma en muchas ocasiones está provocada por infecciones causadas por distintos tipos de germenes, aunque también se ha relacionado con otras muchas causas no infecciosas en las que no están implicadas las bacterias, por ejemplo, de origen inflamatorias como el ataque de gota, enfermedades reumatológicas o autoinmunes, enfermedades oncológicas o incluso debida a medicamentos administrados por otras causas.
¿Qué es una infección?
Se produce por la invasión de, al menos, algunos órganos o tejidos del cuerpo humano por un microorganismo, causando de esta forma la enfermedad conocida como infección. Al entrar los microorganismos en el cuerpo comienzan rápidamente a multiplicarse y producen daño inicialmente en el lugar de entrada, a través de su propia presencia o de la liberación de toxinas por parte del germen, que si dejamos que continúe puede llegar a extenderse a otros órganos generando una infección generalizada o como habitualmente se denomina sepsis. Las infecciones pueden deberse a diferentes microorganismos como son las bacterias, hongos, protozoos, virus y priones.
¿Cómo actúan y cómo deben usarse?
Los antibióticos actúan de dos maneras fundamentalmente frente a las bacterias:
• Evitando que sigan creciendo y multiplicándose, para poder dar tiempo a nuestro sistema inmunitario para eliminarlas.
• Matándolas directamente.
Son medicamentos que podemos encontrar en distintas presentaciones para administrarse por:
• Vía oral: mediante pastillas, cápsulas o jarabes.
• Tópica: para aplicarse en crema, aerosol o ungüento para uso directamente en la piel integra o sobre heridas o úlceras. Otras formas tópicas, podría ser en gotas o pomadas para los ojos o gotas para los oídos.
• Parenteral: disponemos de distintos antibióticos para uso intravenoso que generalmente se asocian con infecciones más graves. E incluso algunos de ellos permiten su administración intramuscular.
Para que cumplan su función de manera adecuada, es importante evitar su mala utilización y al mismo tiempo impedir así la aparición de resistencias. Por ello se recomienda que se tomen:
• Únicamente en infecciones causadas por bacterias.
• Bajo prescripción y supervisión médica.
• A las horas y de la manera indicada.
• Con la duración necesarias para el control de la infección.
• No tomar antibióticos para una infección vírica como un resfriado o gripe.
• No tomar antibióticos prescritos para otra persona.
Si tomamos antibióticos cuando no son necesarios, no solo no nos servirán para curar la enfermedad sino que, además, nos expondremos innecesariamente a sus posibles efectos indeseados como: reacciones alérgicas, diarreas producidas por destrucción de nuestra flora intestinal habitual, infecciones por hongos en la boca o en los genitales entre otras. Al mismo tiempo provocaremos la destrucción y daño innecesario de nuestra flora colonizadora habitual formada por bacterias en nuestra piel, el aparato digestivo, incluida la boca, y el aparato genital. Este conjunto de bacterias colonizadoras que podemos considerar como propias se denomina microbiota y realizan una función fundamental de protección y mantenimiento del equilibrio de nuestros distintos órganos y tejidos frente a agresiones externas e incluso propias.
¿Qué y cómo se produce la resistencia a los antibióticos?
La resistencia es la capacidad que adquieren las bacterias para evitar la acción de los mismos frente a ellas. Esta ocurre cuando se produce algún cambio en las bacterias, lo que les facilita evadir sus mecanismos de acción y los vuelven ineficaces frente a ellas.
Cada vez que una persona toma antibióticos, las bacterias sensibles mueren, pero las que son resistentes crecen y continúan multiplicándose. Provocando que la enfermedad se perpetúe y no se produzca la mejoría esperada. El uso inadecuado y de manera repetida de los antibióticos es una de las causas fundamentales que ocasiona el incremento de bacterias resistentes a los antibióticos de los que disponemos en nuestro entorno. Este es el principal motivo para insistir en la importancia de no utilizarlos en enfermedades no debidas a bacterias o con una duración y/o con las dosis inadecuadas sin la supervisión sanitaria pertinente. Dado que lo único que conseguiremos es empeorar el problema de las resistencias sin conseguir una mejoría o cura de las infecciones.
¿Por qué debe preocuparnos las resistencias a los antibióticos?
La presencia de resistencias puede provocar a la larga que las enfermedades bacterianas comunes sean difíciles de tratar. Esto provocará que con la aparición de nuevos mecanismos de resistencias las infecciones se prolonguen, produzcan más complicaciones y problemas secundarios, sean más graves y como consecuencia de todo ello cause una mayor discapacidad y aumenten las muertes de aquellos que las padecen. En nuestro ambiente existen actualmente bacterias, tanto en los hospitales como en el medio extrahospitalario, que han ido desarrollado distintos mecanismos de resistencias a numerosos antibióticos. Estas se pueden transmitir de persona a persona, hay que tener en cuenta que por ello no solo afecta a quienes realizan un mal uso de los mismos, sino al resto de las personas de su entorno.
Por otro lado, si no dispusiéramos de antibióticos efectivos para prevenir y tratar las distintas infecciones bacterianas, se provocaría un incremento del riesgo de procedimientos médicos, tales como el uso de quimioterapia o tratamiento que debilitan secundariamente nuestro sistema inmunitario como los inmunosupresores o la inmunoterapia utilizados hoy en día para tratar múltiples enfermedades. Del mismo modo podría suponer que los procedimientos quirúrgicos que se practican de manera habitual tuvieran un riesgo asociados o incluso impedir la efectividad de la práctica de los trasplantes.
Por todo ello, es importante conocer que si no se adoptan medidas para disminuir las resistencias a los antibióticos, estos podrían llegar a ser la causa directa o indirectamente de hasta 10 millones de muertes al año en todo el mundo para 2050. Resulta por todos estos motivos de vital importancia que conozcamos los beneficios y riesgos que nos aportan los antibióticos, para que continúen siendo nuestros grandes aliados frente a las infecciones bacterianas.