Una de las claves para asegurar el éxito y la supervivencia de un tratamiento con implantes dentales reside en la posibilidad de contar con un volumen de hueso óptimo para acoger los componentes del implante y asegurar su estabilidad primaria desde el momento en que se colocan.
Hoy día, los especialistas hemos llegado a la conclusión de que la regeneración ósea es un paso obligado para la inmensa mayoría de los pacientes. Aunque, en algunos casos, el análisis preliminar indique que puede haber suficiente volumen de hueso, tanto en anchura como en altura, sabemos que se trata de una zona debilitada por la pérdida de los dientes, que sufre de falta de vitalidad y de vascularización.
Esa fragilidad constituye uno de los factores por los que a medio o largo plazo pueden surgir enfermedades periimplantarias y, en consecuencia, el posible fracaso del tratamiento. Por ello, cada vez es más evidente la necesidad de reforzar la densidad ósea para asegurarnos de que los implantes permanecen en la boca del paciente en las mejores condiciones posibles.
Este criterio general toma mucha más importancia en el caso de personas que manifiestan una gran pérdida de hueso, bien porque han perdido varias piezas, bien porque ha pasado cierto tiempo desde que perdieron el diente, o porque han llevado previamente prótesis removibles.
En estos casos, es necesario llevar a cabo intervenciones especiales, debido a la gran cantidad de masa ósea que es necesario restituir.
Mallas de titanio para la regeneración ósea
Los avances en regeneración ósea nos permiten ofrecen nuevas alternativas al paciente para que el proceso de reconstrucción no se dilate mucho en el tiempo, evite intervenciones muy invasivas y no suponga tantas molestias para el paciente. Y, sobre todo, para que asegure una larga supervivencia al tratamiento.
Entre estos avances se encuentran las mallas de titanio, que facilitan una reconstrucción más sólida y estable de la zona afectada.
Se trata de piezas diseñadas exprofeso para la anatomía particular de cada persona, gracias a los sistemas de diagnóstico y planificación digital, con los que se puede diseñar y fabricar una malla con características específicas.
La malla es colocada por el cirujano, recubierta por material regenerativo, desarrollado a partir del propio hueso del paciente o mediante bancos óseos o biomateriales.
Después de 4-6 semanas, una vez que el hueso se ha reconstruido, se retira para proceder a la colocación de los implantes, las prótesis y las coronas. El tiempo de cicatrización depende del tamaño del área deteriorada y de las condiciones de salud del paciente, entre otros condicionantes.
Alta fiabilidad de la regeneración
El procedimiento proporciona una alta fiabilidad al tratamiento, ya que se trata de una técnica predecible y segura. Por otra parte, gracias a la tecnología digital, se consigue que la malla se integre perfectamente la estructura bucal de cada persona, algo que favorece el proceso de regeneración.
Asimismo, la personalización da pie a abordar una gran variedad de circunstancias, incluso las más complejas. Por otra parte, es totalmente compatible con el organismo.
En principio, la técnica está recomendada para los casos de gran deficiencia ósea, como una opción más entre las posibles vías de tratamiento. En la fase de diagnóstico se aclarará si es la más adecuada para el paciente.