Quizá te haya dicho tu médico que debes hacer ejercicio físico y bajar de peso para cuidar tu salud, o hayas escuchado que la inactividad y la obesidad aumentan el riesgo de padecer diabetes, artrosis, cáncer, enfermedades cardiovasculares e incluso depresión, demencia o esquizofrenia. Con tan solo tres semanas de inactividad las arterias se vuelven más rígidas, las células pierden capacidad para extraer oxígeno de la sangre, aumenta la cantidad de insulina requerida y la grasa visceral aumenta en torno a un 7%. Los adipocitos o las células de grasa promueven una inflamación que es el caldo de cultivo para la aterosclerosis, neurodegeneración y proliferación de tumores. En definitiva, como si una máquina del tiempo te llevara 30 años hacia adelante.
Por el contrario, el tejido muscular, al contraerse, segrega una serie de proteínas que se comunican con la mayoría de órganos a través de la sangre y frena todas estas alteraciones. La evidencia científica indica que un mayor nivel de masa, fuerza y función muscular se asocia con mayor longevidad y menor riesgo de enfermar.
Dicho esto, la báscula no nos aporta gran información sobre nuestra composición corporal, distribución de la grasa y cantidad de masa muscular. Con la edad, las mujeres pierden mayor cantidad de masa muscular y acumulan más grasa alrededor de las caderas, mientras que los hombres tienden a acumularla alrededor del abdomen y a infiltrarse en órganos como el hígado o el páncreas. El estudio “NHANES”, realizado en EEUU, concluye que el índice de masa corporal o IMC (peso/altura2) subestima el número de personas con obesidad -especialmente en mujeres-. Teniendo en cuenta la relación entre el peso y la talla, el 35% de las mujeres adultas estadounidenses fueron clasificadas como obesas. Sin embargo, realizar una medición de su composición corporal por bioimpedancia (método sencillo y rápido que mide la resistencia y la reactancia que ejercen los tejidos a través de corrientes eléctricas) reveló que el 64% presentaba obesidad.
Si sigues un plan de entrenamiento o una dieta, una medición de bioimpedancia puede mostrarnos la evolución en la grasa total y visceral, en la masa muscular segmentada (brazo derecho, brazo izquierdo, tronco, pierna derecha e izquierda), que se utiliza para el diagnóstico de sarcopenia, así como la cantidad y la distribución del agua corporal que pudieran indicar una posible deshidratación o una retención de líquidos. Un parámetro más novedoso conocido como “ángulo de fase” es un indicador de pronóstico de enfermedad. En personas con enfermedades crónicas o degenerativas, el ángulo de fase es bajo, influenciado por una menor cantidad y calidad de células musculares.
En TDN Clínica – Consulta Dr. Azcárate, acercamos la ciencia a la práctica clínica personalizada, con tecnología vanguardista como la bioimpedancia.
Firma invitada: Erreka Gil Rey. Dr. en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Profesor del grado de CAFyD en la Universidad de Deusto. Rehabilitador en TDN Clínica.