La disfunción eréctil es una afectación relativamente frecuente, que aumenta con la edad. La sufren un 2% de varones de 30 años, y más de la mitad a los 80 años.
Se define como la incapacidad persistente para alcanzar y mantener una erección que permita la penetración satisfactoria.
En los pacientes jóvenes puede tener un origen psicológico por problemas como estrés laboral, miedo al fracaso, ansiedad de rendimiento o problemas de pareja.
Testosterona
En los pacientes de más edad, la disfunción eréctil puede ser un signo más de la presencia de enfermedad cardiovascular, por lo que conviene controlar factores como hipertensión, diabetes, hipercolesterolemia, tabaquismo, obesidad, sedentarismo y alcoholismo.
También puede deberse a una disminución en la hormona sexual masculina, la testosterona. En este caso se suele asociar una falta de deseo sexual.
Algunos fármacos antihipertensivos (diuréticos y betabloqueantes), antidepresivos y antipsicóticos, antihistamínicos, antiandrógenos y las drogas pueden contribuir a su aparición.
La cirugía o radioterapia pélvica, y enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple, enfermedad de Parkinson, polineuropatía, patología discal o lesiones medulares, pueden afectar a los nervios de los que depende la erección.
Por todo ello es recomendable que, si tienes problemas de erección que persisten en el tiempo, consultes con tu médico, quien realizará una exploración física, decidirá si solicita análisis de sangre y determinará si es necesario derivar al Urólogo, e incluso acudir al Cardiólogo, Endocrino u otros especialistas.
Existen múltiples alternativas de tratamiento
La primera y más importante pasa por realizar cambios en el estilo de vida y control de los factores de riesgo cardiovasculares.
En la mayoría de los casos, el apoyo psicológico resulta fundamental, sólo o en combinación con otros tratamientos.
Si existe disminución de testosterona ésta se puede administrar en forma de gel o inyecciones.
En cuanto a los fármacos, existen muchas opciones.
Se suelen dar de forma escalonada comenzando por las pastillas, de las que existen varios tipos distintos, que serán más o menos recomendables para cada paciente según su caso concreto (Sildenafilo, Tadalafilo, Vardenafilo y Avanafilo). Lo habitual es tomarlas entre 30 minutos y 1 hora antes de la relación sexual mejorando el aporte de sangre al pene. También se puede administrar una dosis baja diaria de Tadalafilo consiguiendo una mayor espontaneidad en las relaciones.
Están contraindicadas en pacientes que toman nitratos, han sufrido recientemente infarto de miocardio, ACV o arritmia grave, padecen hipo o hipertensión grave e insuficiencia cardiaca grave.
Si el tratamiento oral no ha sido suficiente, se puede combinar con geles intrauretrales de Alprostadilo, otro fármaco que tiene otro mecanismo de acción diferente y potencia el efecto de las pastillas.
Si fracasa el tratamiento combinado, se puede administrar Alprostadilo intracavernoso, pinchado en el cuerpo del pene. Resulta fundamental que este tratamiento sea supervisado por un Urólogo la primera vez que se emplea y que no se experimente con fármacos de origen dudoso, porque puede producir priapismo, una erección demasiado prolongada y dolorosa.
Por último, hay pacientes que no responden a ningún tratamiento y deciden recurrir a la prótesis de pene. Las prótesis son dispositivos que se implantan quirúrgicamente dentro del pene y simulan la erección, permitiendo la penetración.
AUTORES:
Mónica Sanz del Pozo, Walter Orlandi Oliveira, Miguel Suárez Broto. Adjuntos.
Laura Enguita Arnal y Eva Salas Trigo. Residentes.
María Jesús Gil Sanz. Jefa de Servicio.
Servicio de Urología. Hospital Universitario Miguel Servet