El paro o el temor a la pérdida de trabajo es además de un problema económico, un fenómeno psicológico y social importante, fenómeno que en estos últimos meses está en primera línea de actualidad.
El trabajo puede aportar ventajas claras para la persona que lo realiza, de las que queremos destacar los aspectos psicológicos: puede aumentar nuestras relaciones sociales, puede darnos la posibilidad de llevar adelante proyectos personales y familiares, puede potenciar nuestra creatividad y ayudarnos a una mayor estabilidad emocional.
Las personas, en el curso de nuestra vida profesional desarrollamos una imagen propia como trabajadores, es decir, una imagen que recoge cómo nos vemos a nosotros mismos como profesionales de un área: qué tareas vemos que podemos llevar a cabo, con qué grado de dificultad, de responsabilidad, qué retos nos podríamos llegar a plantear, etc.
Cómo nos sentimos y nos comportamos con algunas personas de nuestro entorno, y como actúan (o suponemos que actúan y nos consideran) dichas personas, nuestro rol social, tiene que ver con nuestro funcionamiento laboral: el grado en que entendemos que se nos reconoce como un buen trabajador, ejerciendo una labor de un nivel de complejidad técnica, y como alguien que ocupa un lugar en una jerarquía de puestos de trabajo y éxito social, puede influir en dicho rol.
Trabajo y autoestima
Ambos aspectos, imagen como trabajador y rol social, forman parte de nuestra autoestima – la valoración que hacemos de nosotros mismos. El peso de ambos aspectos en la autoestima podrá ser de menor o mayor intensidad dependiendo de lo importante que sea el trabajo en mi vida. En este sentido, en personas que entienden el trabajo como una mera fuente de sustento, el peso de estos dos factores en su autoestima será menor, que, por ir al otro extremo, en el caso de personas que se centran mucho en su vida laboral, descuidando otros aspectos como el ocio o la vida familiar.
Existe una motivación muy interesante y útil especialmente en algunas etapas de nuestra vida, como cuando estamos desarrollando nuestra vida laboral, que es la motivación al logro. Dicha motivación nos impulsa según su grado a buscar metas profesionales de menor a mayor complejidad.
Todos estos aspectos que hemos comentado (autoestima, motivación) se destacan más cuando el propio trabajo esta en riesgo, y más cuando se pierde. Una buena autoestima, una alta motivación al logro, nos pueden ayudar a buscar salidas a nuestra situación, pero también puede generarnos malestar psicológico. Este malestar lo podemos entender mejor si tenemos en cuenta además que no hay un rol social claro y positivo, un sitio en la sociedad, para la persona que esta en paro. Uno se puede sentir descolocado al perder su rol, y además no hay un refuerzo o apoyo de la sociedad para la persona en paro.
Respuestas emocionales antes las dificultades laborales
A la hora de entender las respuestas emocionales que se pueden presentar en las personas con dificultades laborales, hay que tener en cuenta que partimos de un hecho real: hay una crisis económica que va acompañada de pérdida de empleos, lo que puede favorecer el miedo a perder el trabajo o a no hallarlo.
Lo más frecuente es que se den reacciones y trastornos de ansiedad (mayor nerviosismo general, insomnio, mayor nivel de preocupación por las cosas) y de empeoramiento en el estado de ánimo. Los datos actuales reflejan que hay un incremento en el estrés laboral, entre cuyos motivos se puede encontrar el temor a perder el trabajo.
Estas reacciones emocionales pueden ser más intensas si antes había ya un problema previo: un trastorno de ansiedad o depresión anterior, u otro tipo de problemas psicológicos (consumo de alcohol y otros tóxicos, dificultades caracteriales como la irritabilidad, la suspicacia elevada), problemas que pueden reagudizarse y empeorar el funcionamiento de las personas.
Una situación laboral que es (o puede llegar a ser) negativa, unida al clima de incertidumbre de la situación económica actual, pueden afectar a la autoestima del trabajador: verse menos capaz para realizar la actividad que ya lleva a cabo, o para intentar nuevos proyectos; puede empeorar la imagen que tiene de su entorno, pasando por ejemplo a ver su empresa como menos sólida, o a suponer que existen menos posibilidades de trabajo de las que realmente hay; y también puede favorecer una visión de futuro negativa que conlleve una menor esperanza de que tanto su situación personal, como la de la sociedad, puedan mejorar. Estas valoraciones negativas pueden frenar el que la persona lleve a cabo un afrontamiento activo de sus problemas: que le lleve a realizar a buscar empleo con menor intensidad, que lleve a cabo menos iniciativas.
Incertidumbre prolongada
Por otro lado, es importante tener en cuenta los efectos físicos y psíquicos de una duración prolongada de las situaciones de incertidumbre: las personas pueden sentirse progresivamente peor: más ansiedad, depresión, cansancio, dolores, cambios en el carácter hacia el aislamiento, abandono de actividades agradables (salir con amigos, ocio).
Estas reacciones emocionales se pueden dar en el trabajador y también en las personas de su entorno, familiares y amigos, que comparten la preocupación por su situación, incluyendo a nuestros mayores.
Origen de la situación
Hay variables psicológicas de las personas con incertidumbre laboral o que han perdido su trabajo, que pueden mediar en la respuesta emocional. Una de estas variables sería el grado de preocupación ante las dificultades: hay personas que habitualmente presentan una preocupación lógica, que resulta adecuada y favorece el intentar encontrar soluciones. Otras personas en cambio tienden a una reacción intensa de alarma: un temor excesivo, adelantándose a que pueda haber paro o magnificando las consecuencias de este.
Este temor excesivo frena la adaptación de la persona a su situación. Es cierto que conforme pase el tiempo, y si no se producen mejoras, puede haber un empeoramiento en el estado de las personas hacia una mayor preocupación.
Otra variable importante que puede influir en la respuesta emocional de la persona, es a qué atribuye el origen de lo que esta pasando y de cómo cree que puede salir adelante: si considera que la causa de la situación de riesgo en su trabajo o del paro se debe a un problema causado por factores externos a el, como es una crisis general, probablemente su reacción emocional será mejor (se encontrará mejor de ánimo, menos nervioso), que si entiende que se debe a fallos suyos. De la misma manera, si considera que en la mejora de su situación él tiene un papel importante a realizar, esto va a influir de forma más positiva en su estado (que intente o no nuevas formas de salir adelante, se encuentre más esperanzado), que si cree que esta mejora depende más de factores externos, como que la situación económica general mejore.
Estas reacciones emocionales que hemos descrito pueden ser más intensas en el caso de las personas en paro. A ello contribuyen obviamente las limitaciones reales que supone estar sin trabajo, además de los factores que hemos indicado arriba. Lo mismo sucede con las personas más desfavorecidas socialmente. Dentro de este grupo, podemos colocar y entender la preocupación de las personas mayores: pueden tener una mayor incertidumbre con su futuro, a la par que se pueden ver con menos recursos para hacerles frente.
Conclusiones
No queremos terminar esta presentación sin dar paso a la esperanza: los seres humanos contamos con recursos importantes para hacer frente a las dificultades y para ayudar a las personas que se encuentran en dificultades. Estos recursos van dirigidos tanto a resolver los problemas como a manejar nuestras emociones negativas. La historia nos da múltiples ejemplos de cómo ha habido dificultades y de cómo hemos salido airosos de ellas.