La soledad no deseada y el sentimiento de vacío existencial es un problema real y alarmante en toda la población, que poco a poco se va convirtiendo en una epidemia.
Las causas de la creciente soledad no deseada, vienen derivadas principalmente del aumento de hogares unipersonales y nuevos tipos de familias, el descenso de la natalidad, el paro la precariedad en el empleo, la desnaturalización en el trabajo como fuente de encuentros, la frenética vida en las grandes ciudades y la tendencia a relaciones personales menos duraderas. Son factores que pueden llegar a intervenir en el aumento imparable de la soledad, siendo el grupo de mayor prevalencia el de los mayores que en muchos casos, viven y mueren solos en el final de sus días.
En España se estima que más de 2,5 millones de ancianos se sienten solos, constituyendo casi el 40% de los mayores de 65 años.
Esta situación de aislamiento repercute no solo en el estilo de vida, sino también y de manera significativa en el bienestar psicológico, desembocando en problemas de hostilidad, resentimiento, depresión, tristeza y ansiedad, que a su vez pueden dañar la emoción, cognición y conductas de salud, como riesgo a adicciones y peor calidad de sueño, siendo la ideación suicida y el mayor riesgo de morir prematuramente en torno a un 14% en algunos estudios.
¿Soledad o vivir solo?
Habitualmente se suelen dar datos de prevalencia de la soledad, confundiéndose con vivir solo.
El aislamiento social se refiere a la falta de contacto social, que de una forma cuantitativa puede medirse por el hecho de vivir solo, pero esto solamente es un dato objetivo que no abarca todo el espectro de la soledad.
La soledad, sin embargo, se define subjetivamente como una experiencia dolorosa experimentada en ausencia de relaciones sociales, de sentimientos de pertenencia o debida a una sensación de aislamiento.
La soledad es también fruto de una discrepancia percibida entre las necesidades sociales y su disponibilidad, es un estado emocional que refleja la experiencia subjetiva del que sufre aislamiento social.
Por ello, aunque exista una intensa relación entre vivir solo y sentirse solo el análisis de la soledad no solo es factible hacerlo únicamente desde los modos de convivencia, sino fundamentalmente analizando dos cuestiones: la red social y los sentimientos de soledad.
Riesgos de la soledad para la salud
Aunque es difícil medir el aislamiento social y la soledad de manera precisa, existe una fuerte evidencia de que muchos adultos por encima de los 65 años están socialmente aislados o se sienten solos en maneras que ponen en riesgo su salud.
Estudios recientes hallaron los siguientes riesgos asociados a la salud:
• El aislamiento social aumenta significativamente el riesgo de una persona a morir prematuramente por todas las causas, un riesgo que podría rivalizar con el del tabaquismo, la obesidad y la inactividad física.
• El aislamiento social se asoció a un aumento de casi el 50% del riesgo de deterioro cognitivo y demencia.
• Las relaciones sociales escasas (caracterizadas por el aislamiento social o la soledad) se asociaron a un aumento del 29% del riesgo de enfermedad cardiaca y a un aumento del 32% del riesgo de accidente cerebrovascular.
• La soledad se asoció a mayores tasas de depresión, ansiedad y suicidio.
• La soledad en los pacientes con insuficiencia cardiaca se asoció a un riesgo de muerte de casi 4 veces mayor, a un aumento del 68% del riesgo de hospitalización a un aumento del 57% del riesgo de visitas a Urgencias.
Soledad y deterioro cognitivo
Si bien la soledad no deseada se ha convertido en un problema por su alto impacto en la calidad de vida de las personas, es en las personas mayores donde las consecuencias se consideran más significativas.
En los años previos a la pandemia por Covid ya se había detectado un aumento significativo de la soledad no deseada entre las personas mayores de nuestro país, lo que tras esta crisis sanitaria se ha incrementado, convirtiéndola en una de las principales preocupaciones en el ámbito de la geriatría, hasta el punto de calificar la soledad como la epidemia del siglo XXI.
Se ha evidenciado en diferentes investigaciones la asociación entre la soledad no deseada y un mayor riesgo para el desarrollo de deterioro cognitivo.
La Organización Mundial de la Salud en su informe de recomendaciones para prevenir y reducir el riesgo de demencia (2019) prescribe tanto la estimulación cognitiva como a actividad social.
La relación entre la soledad y el deterioro cognitivo es bidireccional, ya que el deterioro es un factor de riesgo para la soledad no deseada, pero, a la vez, puede ser una consecuencia de dicha soledad. Lo que es verdad es que ambos problemas crean una mayor vulnerabilidad en un grupo de edad en el que predominan las situaciones de dependencia y discapacidad, que se ven aún más agravadas con la presencia de la soledad.
Por lo cual podríamos concluir que la soledad no deseada es por tanto no solo un problema social sin también sanitario sobre el que debemos intervenir.
Existen diferentes Estrategias de Prevención que fomentan fundamentalmente la estimulación cognitiva como herramienta para el alivio de la soledad.
Dentro de estas estrategias destacan talleres de estimulación cognitiva que abordan además distintas medidas que las personas mayores pueden adoptar para disminuir su sentimiento subjetivo de soledad.
Los ámbitos de intervención podrían resumirse en los siguientes:
• Identificación de los factores asociados a la soledad no deseada desde una perspectiva individual, grupal y de las situaciones de riesgo en una sociedad sensibilizada con el problema de la soledad
• La detección activa y valoración de personas con sentimiento de soledad no deseada y su derivación a actividades que creen vínculos entre ellas
• Aportar en la estrategia poblacional materiales de estimulación que ayuden a aumentar la reserva cognitiva, con cuadernos y ejercicios interactivos
• Formar a distintos perfiles de mediación (voluntariado, familiares…) en estimulación cognitiva
En definitiva, nos enfrentamos a una cuestión que, según las expectativas demográficas, va a más y es por tanto fundamental saber cómo enfrentarse a este problema social que influye en la salud y en la calidad y esperanza de vida de nuestros mayores.
Por ello es necesaria la búsqueda activa de fórmulas para gestionar mejor la soledad y prevenir sus consecuencias negativas, ya que progresivamente se impone como un modo de vida casi mayoritario en las sociedades modernas.