Queridos lectores: siendo conscientes de haber vivido un año especial, me gustaría aportar una dosis de normalidad.
He vivido la experiencia de un compañero que pasó de mantener con el grupo una relación normal, es decir trabajar, hablar por teléfono, contestar a los wasaps, a no contestar ni a las llamadas, solo se limitaba a trabajar, hasta que un día, se decidió a pedir ayuda porque consideró que estaba tocando fondo. Cogió la baja y necesitó ayuda psicológica y tratamiento. Nos confesó que sentía vergüenza por necesitar ir a salud mental por depresión.
Si una persona cuando lleva unos días con fiebre vómitos y diarrea, acude a su médico de cabecera, ¿por qué no vamos, también, cuando nos sentimos mal psicológicamente? Todos sabemos que es mejor tratar cualquier enfermedad al principio que dejar que se agudice el caso y empeore.
Si un día cojo una amigdalitis, iré a mi médico de cabecera y me recetará un antibiótico, si considera que es una infección bacteriana, tomaré el tratamiento durante una semana o 10 días y me olvidaré del tema. Por otra parte, y dado que soy hipertensa, tengo que tomar todos los días una pastilla para evitar las consecuencias de una tensión alta y lo más probable es que la tenga que seguir tomando toda mi vida.
Con las enfermedades mentales ocurre lo mismo, algunas requieren un tratamiento de un mes y otras que precisan tratamiento de por vida.
Con todo lo que les he contado he llegado a la conclusión de ir a mi médico de cabecera cuando necesite, sea tanto física como psicológicamente, y no me sentiré avergonzada si llegara a tener una enfermedad mental.
En cierta ocasión escuché al Dr. Madoz decir que “De los problemas hay que ocuparse, no hay que preocuparse”, me parece que como conclusión es suficiente sabiendo que según la OMS el 9% de personas están en tratamiento psiquiátrico y siguen llevando una vida dentro de lo que consideramos normal.
¡Que tengan buen día!
AUTORES
María Ángeles Autor López y Natalia Romero Aldave. TCAE del Hospital Universitario de Navarra
Jessica Zárate García y María Fe López Gastón. DUE del Hospital Universitario de Navarra