¿Qué es la Bioética?


Dr. Koldo Martínez Urionabarrenetxea

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El neologismo “bioética” lo mencionó por primera vez Van Renselaer Potter en 1970 en un artículo titulado “Bioética, la ciencia de la supervivencia”. Para él, biólogo, el término tenía un sentido muy amplio directamente relacionado con la ecología. Casi al mismo tiempo también lo utilizó André Hellegers, obstetra católico preocupado por los problemas éticos del origen de la vida, que formó parte de la Comisión nombrada por Pablo VI en 1964 para el análisis de la moralidad de los métodos anticonceptivos.

Bioética deriva etimológicamente de bios, esto es, vida, concepto a cuyo alrededor han surgido dos corrientes éticas, muy enfrentadas hoy, por la defensa de la “sacralidad” de la vida una y por la de la “calidad” de la vida de la otra, y de éthos, término que puede ser interpretado tanto como costumbres, tradición, folklore, normas, reglas, leyes, así como también excelencia del carácter, virtud, tensión constante hacia la perfección.
La Bioética es una disciplina académica, una fuerza política en la medicina, en la biología y en los estudios del medio ambiente; también significa una perspectiva cultural importante. Se ha extendido hasta los ámbitos del derecho y las políticas de gobierno; ha entrado en los estudios de literatura, historia y cultura en general, en los medios de comunicación social y en las disciplinas de filosofía, religión, literatura, en los ámbitos científicos de la medicina, biología y medio ambiente, demografía y ciencias sociales.
Varias causas han propiciado su nacimiento: a) La emancipación de los pacientes; b) La emergencia de nuevas tecnologías; c) La nueva organización económica, política y social; y d) El cambio social y cultural.

Buscar lo mejor para el paciente

Según la ética médica clásica, la enfermedad altera no sólo el equilibrio físico del enfermo, sino también el mental. Ello le impide tomar decisiones sabias o prudentes. Y, por tanto, la principal virtud que se requiere del enfermo es la obediencia. Ello hace que la relación médico-paciente esté estructurada verticalmente, en la que el médico actúa de un modo paternalista buscando lo mejor para el paciente, pero sin tomar en cuenta los deseos del mismo. Hoy la relación clínica es vista como una relación entre personas adultas, autónomas y responsables al haberse producido una horizontalización y democratización de todas las relaciones humanas. Fruto de ello es la exigencia del consentimiento informado y de la participación en la toma de las decisiones que afectan al cuerpo, la salud, la enfermedad, la vida y la muerte de todos y cada uno de nosotros.
La medicina ha avanzado en el último siglo más que en los 40 siglos precedentes. Tanto que recientemente han sido redefinidos como: 1) la prevención de la enfermedad y promoción de la salud; 2) el alivio del dolor y del sufrimiento; 3) la curación y el cuidado de los enfermos y el cuidado de quienes no tienen curación; y 4) la prevención de la muerte prematura y la ayuda para morir.
También se han producido preocupantes cambios institucionales y políticos que hoy cuestionan la universalización de la asistencia sanitaria, así como el igual acceso de todos los ciudadanos a los servicios de salud, esto es, temas de justicia sanitaria, por la cantidad, la gravedad y la profundidad de los problemas que ha provocado la crisis.

La medicina contemporánea se basa en datos

La medicina antigua era esencialmente subjetiva, basada en las opiniones personales del médico. La medicina contemporánea, en cambio, intenta aplicar el método científico por lo que busca basarse en datos, pretende ser esencialmente objetiva. Por eso se habla hoy de medicina basada en la evidencia, esto es, en datos y pruebas de eficacia, de seguridad, de efectividad y de eficiencia.
Hoy está universalmente aceptado que los juicios médicos son –o deben ser– razonados, razonables, probables y prudentes. Y en esto se parecen a los juicios éticos, que en una sociedad multicultural deben necesariamente ser también razonados, razonables, probables y prudentes.
Aristóteles describía la deliberación como el método de la racionalidad práctica, y por tanto, como el propio de las decisiones técnicas, artísticas, éticas y políticas. Y la definía como el proceso intelectual de ponderación de todos los factores que deben ser tenidos en cuenta en un proceso razonable de toma de decisiones. La deliberación es un arte basado en el respeto mutuo, cierto grado de humildad intelectual y el deseo de enriquecer la propia comprensión de los hechos, mediante la escucha y el intercambio de opiniones y de argumentos con el resto de personas involucradas en el proceso.

Economía del desacuerdo moral

Aún así, siempre existirán desacuerdos morales en la sociedad, por la escasez de recursos, por nuestra limitada generosidad, por la incompatibilidad de algunos de los valores que las personas defendemos y por el imperfecto entendimiento que tenemos de las cosas en general. Desacuerdos cuya realidad debemos aceptar y con los que parece razonable aprender a vivir mediante una “economía del desacuerdo moral” que nos permita intentar llegar a acuerdos morales razonables y seguir deliberando sobre las cuestiones en que dicho acuerdo ha resultado imposible. Esto es lo que defendemos los partidarios de la democracia deliberativa.
Este es también el método utilizado en los Comités de Ética Asistencial (CEA), órganos creados como un instrumento multidisciplinar deliberativo y asesor en los centros sanitarios para ayudar, tanto a los profesionales sanitarios como a los pacientes, en la toma de decisiones en las situaciones de incertidumbre en las que todos nos vemos envueltos a la hora de decidir en temas relacionados con la salud. En los CEA se integran médicos, enfermeros, auxiliares, trabajadores sociales, psicólogos, capellanes, celadores, etc., así como personas ajenas a las profesiones y centros sanitarios, interesadas en las cuestiones bioéticas. Los CEA pretenden servir de instrumento de búsqueda de soluciones a los múltiples conflictos que surgen en el ejercicio de la práctica médica: problemas de información, de comunicación entre sanitarios y pacientes, de toma de decisiones, etc.
El método de análisis y de toma de decisiones de los CEA puede y debe, en mi opinión, trasladarse a la sociedad y generalizarse en múltiples ámbitos de decisión política, porque sólo a través de la deliberación seremos capaces de razonar, dialogar y llegar a acuerdos respetuosos entre nosotros, con el planeta y con la diversidad de seres que lo pueblan. Y a mantener la discrepancia moral junto con la disposición a seguir buscando y deliberando en el futuro si el acuerdo actual no es posible. Es por ello que la bioética puede también ser entendida como una biopolítica en la medida en que defiende un análisis racional, prudente y razonable de todas las cuestiones en los ámbitos correspondientes, recuperando así su inicial vocación de reflexión global sobre la supervivencia en el planeta.