La posición de la tierra respecto al sol en nuestra latitud hace que el verano se caracterice por un aumento de la temperatura y un incremento de las horas de luz al día. Dos características que nos permiten modificar nuestros hábitos, favoreciendo el desarrollo y disfrute de actividades al aire libre, siempre que se tengan en cuentan ciertos cuidados, especialmente necesarios en los dos extremos de la vida, la infancia y la vejez.
El verano favorece el contacto con la naturaleza y contribuye a aumentar las actividades compartidas con toda la familia, incluyendo abuelos y nietos. Las relaciones sociales hacen afrontar la vejez con una actitud positiva, ayudan a mejorar la autoestima y reducen el riesgo de presentar dependencia. Por esto, es una buena época del año para salir de casa, conocer otros lugares y realizar otro tipo de actividades limitadas en otras épocas del año. Pero el calor en exceso se puede convertir en riesgo para las personas de edad y producir problemas de salud, como insolación o golpe de calor, deshidratación y agotamiento.
Es recomendable hacer ejercicio a primera hora de la mañana o a última de la tarde, evitando las horas centrales del día con máxima exposición al calor. El mejor ejercicio es el paseo, eligiendo lugares con sombra. También es aconsejable vestir ropa clara, ligera y que deje transpirar, preferentemente lino y algodón.
Para mantener la casa fresca, algunos consejos útiles son cerrar las ventanas y persianas en las horas de máximo calor y abrirlas a última hora del día y por la noche, que es cuando refresca. La temperatura alta en el dormitorio dificulta la conciliación del sueño, ya alterada de por sí en los ancianos. Si se tiene, el uso del aire acondicionado es una buena solución, programándolo a una temperatura no excesivamente baja, entre 22 y 24 grados.
Disfrutar del sol con seguridad
Tomar el sol puede ser muy agradable y tiene efectos beneficiosos sobre la salud, ya que influye en la fabricación de vitamina D, fundamental en la absorción del calcio, tan importante para el metabolismo del hueso. Pero hay que disfrutar del sol con total seguridad. Nos tenemos que proteger de las radiaciones solares utilizando prendas de vestir adecuadas, como sombreros y gorras con visera para la cabeza y gafas de sol con cristales que absorban las radiaciones ultravioletas para los ojos.
Sobre todo, es importante la aplicación de cremas de protección solar sobre la piel. Para que estas cremas sean realmente útiles, es necesario aplicarlas sobre la piel bien seca treinta minutos antes de exponerse al sol, utilizando la cantidad suficiente para cubrir toda la superficie corporal expuesta, sin olvidar orejas y cuero cabelludo en caso de calvicie y haciendo hincapié en las zonas más expuestas, como cara y escote. Escogeremos cremas con factor de protección elevado (mayor de 20) y recordaremos que también hay que utilizarlas en los días nublados, ya que las nubes dejan pasar parte de las radiaciones solares.
No debemos olvidar que la acumulación de exposición a las radiaciones solares favorece el envejecimiento precoz de la piel, así como la aparición de lesiones cutáneas potencialmente cancerígenas. En los últimos años la incidencia de melanoma se ha incrementado de forma alarmante.
Hidratación y alimentación
En la época estival, tan importante como cuidar la piel es el cuidado del interior, con una buena hidratación y alimentación. La alimentación en verano debe ser variada, eligiendo nutrientes fáciles de digerir como fruta, verdura y ensaladas. Y es aconsejable consumir más pescado que carne.
En este tiempo hay que tener especial cuidado en la manipulación y conservación de los alimentos, por que las altas temperaturas favorecen el desarrollo de microorganismos en ellos, especialmente en aquellos que llevan huevo. Algunos consejos útiles son: utilizar el frigorífico, descongelar los productos congelados dentro de él, no consumir alimentos perecederos que estén a temperatura ambiente y evitar ingerir alimentos en lugares de escasa higiene.
Pero, sobre todo, cuando llega el calor adquiere importancia especial el consumo de agua. La deshidratación es uno de los problemas que aparece en el anciano en época estival ya que en ellos el umbral de la sed es más alto y la sensación de sed aparece tardíamente. Se aconseja que un anciano beba entre uno y medio y dos litros de líquido al día en forma de agua, zumos e infusiones.
En personas dependientes y con trastornos cognitivos hay que estar especialmente atentos, ofreciéndoles líquidos de forma regular. Los expertos aconsejan forzar la ingesta de agua en estas personas sin esperar a que ellos la pidan. Si son reacios a beber, la utilización de productos que solidifiquen el agua, como las gelatinas, pueden ser medidas eficaces.
El agua puede ser considerada como un verdadero nutriente para las personas mayores, sirve de transportador de sustancias y de vehículo para excretar productos de desecho, pero sobre todo, está involucrada en la termorregulación. La evaporación del agua a través de la sudoración y transpiración constituye un mecanismo regulador muy eficiente. Resulta pues imprescindible incluir el agua en la dieta diaria.
Síntomas de alarma
Hay síntomas de alarma relacionados con el calor que en ancianos sanos, y más aún, en los frágiles y dependientes, requieren la valoración del personal sanitario. Dichos síntomas de alarma son: el aumento de la temperatura corporal de causa desconocida, el cansancio injustificado, la somnolencia, la dificultad respiratoria, la diarrea, las caídas, etc.
Estas situaciones son de especial riesgo en ancianos que viven solos sin contacto regular con otras personas, ya sean familiares, vecinos o amigos. Es un deber de la sociedad y de los organismos de asistencia detectar a estos ancianos y ayudarles en sus necesidades básicas.
RECUERDE
- Beba agua abundante aunque no sienta sed.
- Incremente el consumo de frutas y verduras.
- Extreme las medidas higiénicas en la manipulación de los alimentos.
- Evite la realización de esfuerzos físicos en las horas de más calor.
- Protéjase de la exposición directa al sol.
- Utilice cremas protectoras para la piel, gafas de sol y sombrero o visera.
- Use ropa clara, ligera y que deje transpirar.
- Permanezca el mayor tiempo posible en lugares frescos y a la sombra.
- Disfrute al aire libre de la compañía de amigos y familiares.
- Visite o llame a los mayores que sepa que viven solos.