Cada año, cuando se acerca la primavera, los medios de comunicación comienzan invariablemente a hablar de «las alergias». Todos los servicios o departamentos de Alergología del país son asediados por radios, televisiones y prensa escrita, en busca de información sobre las enfermedades alérgicas que resulte útil a la población. Esto se debe a que, en general, se asocia la palabra «alergia» a «primavera», que es la época en la que se entiende que suele aparecer el polen.
Sin embargo, en buena parte del país, las enfermedades alérgicas son aún más frecuentes durante el otoño. Esta es la época del año en la que se detectan las cifras más bajas de polen en la atmósfera. Únicamente suelen aparecer pequeñas cantidades de polen de ciprés que no suele causar problemas a los pacientes sensibilizados. Los principales culpables de esta ola alérgica del otoño son los ácaros del polvo.
Ácaros del polvo
Los ácaros son artrópodos emparentados con las arañas, de un tamaño microscópico, aproximadamente entre 100 y 300 micras (es decir, entre una décima y una tercera parte de un milímetro). Se han descrito más de 30.000 especies, aunque desde el punto de vista alergénico solamente nos interesan unas pocas. Estos ácaros que son causa frecuente de alergia se dividen en dos grupos: aquellos que se encuentran colonizando las viviendas (ácaros del polvo doméstico) y los que colonizan lugares de almacén de harinas, granos de cereales u otros alimentos (ácaros de almacenamiento).
Dentro de los ácaros del polvo doméstico, los más habituales son el Dermatophagoides pteronyssinus y el Dermatophagoides pharinae. El primero es el más habitual en Europa, mientras que el segundo predomina en América aunque ambas especies son frecuentes a ambos lados del Atlántico. De entre los ácaros de almacenamiento, los más frecuentes son elLepidogliphus destructor, el Acarus siro y el Tyrophagus putrescentiae.
Como el nombre Dermatophagoides indica (proviene del griego, «que come piel»), los ácaros se alimentan sobre todo de restos de la piel que se nos descama continuamente, y que se va concentrando precisamente en aquellos lugares que acumulan el polvo. Esta es la razón por la que los ácaros se encuentran en gran número en el colchón, almohada, las tapicerías de los muebles, las librerías, los armarios de ropa, las alfombras o moquetas, etcétera.
Temperatura y humedad
En realidad son unos seres bastante exigentes, y además de alimentarse, necesitan unas condiciones determinadas para vivir: bastante calor, por encima de 20 grados de temperatura, y mucha humedad (porcentaje de humedad relativa de un 70%). Por debajo de una humedad relativa de un 60% no pueden reproducirse; y mueren en pocos días (se deshidratan) si la humedad es menor del 50%. Por este motivo los ácaros son más abundantes en los domicilios donde hay unas determinadas condiciones de humedad. También abundan más en regiones con mayor pluviosidad y a nivel del mar en comparación con la alta montaña.
Los ácaros tienen un ciclo vital que dura unos tres meses, y pasa por distintas fases: huevo, larva, protoninfa y adulto. Durante la fase de protoninfa son bastante resistentes a la desecación, por lo que son responsables de los picos que se observan en la población de ácaros cuando las condiciones climáticas son propicias.
Esto es precisamente lo que ocurre durante el otoño. Debido a las condiciones climáticas, aumenta mucho la población de ácaros en las casas, lo que provoca un aumento de la cantidad de alérgenos en el domicilio del paciente, y esto desencadena una reagudización en sus síntomas. Los alérgenos de los ácaros están predominantemente en sus heces, que son unas partículas muy pequeñas. Con las turbulencias del aire se pueden difundir por el aire con facilidad, lo que permite que entren en contacto con los ojos, la mucosa nasal y los bronquios. Si la persona es alérgica, aparecen los síntomas típicos de una conjuntivitis (picor ocular, lagrimeo y enrojecimiento), una rinitis (picor, estornudos, mucosidad acuosa, congestión nasal) o de asma bronquial (dificultad respiratoria, junto con pitidos, ronquido y tos).
Normalmente estos síntomas se reagudizan cuando la persona está en contacto con los ácaros, cosa que ocurre dentro de la casa y especialmente en el momento de ir a levantarse o acostarse. Suelen tener reagudizaciones cuando se saca de los armarios la ropa para el otoño-invierno, o durante estancias en lugares que no son limpiados con frecuencia (trasteros). Dependiendo del grado de alergia y de la cantidad de ácaros que hay en el domicilio, los síntomas pueden aparecer durante todo el año y hacerse crónicos. De hecho, la alergia a los ácaros es, en nuestro medio, la principal causa de asma bronquial alérgico. Pero incluso los pacientes que sufren síntomas durante todo el año, es habitual que empeoren en las épocas y lugares de mayor exposición.
Difícil tratamiento
El tratamiento de esta enfermedad alérgica no es sencillo. Resulta muy complicado eliminar completamente los ácaros del domicilio. Es fundamental detectar aquellos factores que facilitan especialmente el desarrollo de los ácaros para dirigir los esfuerzos en esa línea. Por ejemplo, en el caso de que existan, es importante solucionar las humedades en la habitación o retirar las moquetas. Además es bueno adquirir el hábito de hacer la limpieza con frecuencia, procurando no remover el polvo, sino eliminarlo con una mopa o un trapo húmedo. Es mejor utilizar un aspirador que tenga un filtro especial que retiene las partículas del tamaño de los ácaros (filtro HEPA). Y lo más importante, hay que aislar el colchón y la almohada mediante cobertores específicos antiácaros, que permiten una adecuada transpiración y, a la vez, impiden el paso de partículas de ácaros.
A pesar de los grandes esfuerzos que hacen, muchos pacientes continúan sufriendo los síntomas y necesitan medicación sintomática para controlarse. En estos casos, conviene valorar la administración de una vacuna hipoalergénica frente a los ácaros. Este tratamiento consiste en la administración, con una frecuencia mensual, de dosis conocidas del extracto alergénico durante unos 3 años. El efecto de las vacunas está demostrado por múltiples estudios y es un tratamiento aconsejado por la OMS. Habitualmente son bien toleradas, aunque es necesario que se administren en un centro médico ante el riesgo, poco frecuente, de sufrir una reacción alérgica tras la administración de una de las dosis. Sin embargo, la mayoría de los pacientes experimentan mucha mejoría con este tratamiento, una mejoría que además se mantiene una vez suspendida la vacuna. Pero es muy importante que el tratamiento con una vacuna se instaure precozmente, antes de que los años de sufrir continuos síntomas hayan provocado alteraciones irreversibles en las vías aéreas.