Preocupadas por su imagen, muchas mujeres siguen dietas de adelgazamiento que, en algunos casos, pueden ser desequilibradas, entrañando un posible riesgo para la salud y teniendo pocas posibilidades de éxito a largo plazo. Por falsos mitos muy arraigados entre la población, el pan y los alimentos ricos en hidratos de carbono son los primeros en ser eliminados o restringidos de las dietas. Sin embargo, su eliminación no está justificada y no debería formar parte de la práctica clínica.
Desde la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital La Paz de Madrid hemos comparado los resultados obtenidos con dos dietas hipocalóricas equilibradas con pan y sin pan en mujeres con sobrepeso u obesidad, y hemos concluido que la inclusión del pan no interfiere en la evolución de la pérdida de peso corporal y permite cumplir las pautas nutricionales con mayor facilidad y durante periodos de tiempo más prolongados.
La ciencia con el pan
Al inicio del estudio, las participantes, en su mayoría perimenopáusicas, presentaron una ingesta calórica por encima de sus necesidades y un perfil dietético desequilibrado, con ingestas deficitarias en algunas vitaminas y minerales, además de un bajo nivel de actividad física. Tras 16 semanas de intervención se logró mejorar el estado nutricional de las participantes, sin observarse diferencias significativas en la evolución de los marcadores antropométricos, bioquímicos o inflamatorios entre ambos grupos. Las mujeres redujeron significativamente su peso corporal, el porcentaje de masa grasa, la circunferencia de cintura y la grasa visceral, manteniendo su masa muscular y su metabolismo basal. Comparando los resultados obtenidos con los dos tratamientos nutricionales, los investigadores no encontraron diferencias en la evolución de la pérdida de peso corporal, cuya media para ambos grupos fue de 4 kilos. En ambos grupos se redujo significativamente la ingesta calórica total y se produjo un incremento significativo con respecto al número de comidas al día (al inicio del estudio un 21% de las mujeres hacía tres comidas o menos y este porcentaje se redujo al 4,8% tras la intervención). El picoteo, una práctica muy común entre las personas con sobrepeso y obesidad, también se redujo significativamente, pasando del 37,5% al 14,4%.
Ventajas de la inclusión de pan
El grupo que siguió la dieta con pan mejoró significativamente su perfil calórico y se aproximó a las recomendaciones nutricionales estipuladas por los expertos, reduciendo el porcentaje de grasa y aumentando el aporte de hidratos de carbono. Esta aproximación a los objetivos nutricionales no fue alcanzada en el grupo sin pan, en el que a pesar de logar la reducción calórica buscada, el perfil calórico no sufrió modificaciones.
El grupo con pan también se acercó al número de raciones recomendadas para el grupo de los cereales, mientras que el grupo sin pan incrementó la discrepancia con la recomendación. Además, se observó un aumento del consumo de carnes en el grupo sin pan y, a pesar de que el consumo de azúcares y grasas se redujo en ambos grupos, la disminución sólo fue significativa en el grupo con pan. Los investigadores concluyeron que la exclusión del pan en la dieta puede desplazar las ingestas hacia los grupos de las carnes y las grasas, repercutiendo de forma negativa en el equilibrio de la dieta y el perfil calórico.
En relación al cumplimiento de la dieta, observamos que en el grupo sin pan el número de transgresiones a la dieta fue aumentando a medida que transcurrían las semanas, mientras que en el grupo de mujeres que siguieron la dieta con pan el cumplimiento se mantuvo estable. La inclusión de alimentos comunes, cotidianos y de alto valor en la cultura alimenticia de nuestro entorno, como es el pan, ayuda a cumplir las pautas nutricionales con mayor facilidad y durante periodos de tiempo más prolongados, mientras que su exclusión puede favorecer la incorporación de alimentos no pautados y de inferior calidad nutricional. Incluir una ración de pan en las comidas también puede aumentar la sensación de saciedad, según se desprende de los resultados de un test de motivación-saciedad al comer realizado al finalizar la intervención, que reveló una mayor sensación de saciedad tras la ingesta de un menú hipocalórico con pan a los 60 y 90 minutos de la ingesta con respecto a la sensación que tuvieron las mujeres que comieron el mismo menú con otras fuentes de hidratos de carbono, como arroz o pasta, en lugar de pan.
Además, la inclusión del pan en la dieta redujo el número de abandonos del tratamiento. El estudio lo iniciaron 122 mujeres y sólo 104 lo concluyeron, registrándose 18 abandonos: 5 en el grupo de intervención con pan y 13 en el grupo que hizo la dieta sin pan, un porcentaje significativamente mayor.
Conocimientos con respecto al pan
Al inicio y al final del tratamiento las mujeres rellenaron un cuestionario de conocimientos sobre el pan con el objetivo de determinar la evolución en su percepción sobre este alimento básico. A pesar de que desde el inicio de nuestro estudio pudo observarse que un alto porcentaje de la población valoraba de forma positiva la calidad nutricional del pan, tras el programa educativo, se observó un incremento de las mujeres que consideraban como saludable su inclusión en todas las comidas, llegando el porcentaje a ser cercano a la totalidad (94,6%). También mejoraron los conocimientos respecto a sus nutrientes, a los beneficios del pan integral o a su inclusión como componente de la Dieta Mediterránea. En cuanto a su contenido calórico, podemos considerar que continuaron siendo precavidas, ya que sólo respondió correctamente el 34,4% de la población.
Estudio “Comparación de la utilidad de dos dietas hipocalóricas equilibradas con inclusión versus exclusión de pan en el tratamiento de pacientes con sobrepeso y obesidad”.