Una intensa sensación de plenitud nos invade mientras vamos dando vida a un nuevo ser. Durante el proceso de gestación surge en nuestro interior, de modo natural, la necesidad de prepararnos, de cuidarnos. Algunas mujeres, que posponían el abandono de hábitos arraigados poco saludables, encuentran entonces, casi de manera inesperada, la motivación y la fuerza necesarias para afrontarlo. Otras incluso se anticipan para que las condiciones iniciales del embarazo sean las idóneas. Todas somos conscientes de la trascendencia que la alimentación tiene en esta etapa y las profesionales de la salud debemos hacerlo entender así, proponiendo el consejo dietético más apropiado en cada caso. Probablemente, esta sea la etapa en la que la mujer se encuentra más receptiva, porque necesita comprender los cambios que está viviendo y, sobre todo, porque le preocupa el bienestar de su bebé.
Con pan, desde el principio
Las continuas transformaciones que se suceden durante el embarazo tienen una importante repercusión alimentaria. Los cambios fisiológicos, físicos y, por supuesto, emocionales deben tener consecuencias desde el punto de vista dietético y nutricional: Hemos de adaptar la alimentación, tanto cualitativa como cuantitativamente.
Bajo esta perspectiva, la presencia del pan en el menú diario de la mujer embarazada resulta indiscutible. El pan es garantía de energía y saciedad, y por tanto, de bienestar.
No hemos de olvidar, además, que contribuye a equilibrar la balanza entre las proteínas, las grasas y los hidratos de carbono, por lo que su consumo es totalmente recomendable para las mujeres gestantes.
Todo el proceso digestivo se ve significativamente alterado durante la gestación. Así, debido a la menor secreción de saliva, debemos procurar una masticación y ensalivación más eficaz de los alimentos, especialmente del pan y de los alimentos ricos en hidratos de carbono, cuya digestión comienza en la boca, por la acción de la enzima ptialina.
La motilidad del tubo digestivo es menor, por lo que el vaciado del estómago es más lento y la digestión se ralentiza.
Es posible, por tanto, que la sensación de saciedad de paso a la pesadez. Si es así, aconsejo disminuir la cantidad de pan en las comidas principales, incrementándola por contra en el desayuno, el almuerzo y/o la merienda. Además, durante la gestación se produce una mayor demanda de alimentos entre las comidas principales, fundamentalmente por las mañanas. Entonces, el pan resulta la solución perfecta, tanto por su saciedad, como por la posibilidad de combinarlo con cualquier tipo de alimento.
Por otra parte, la pérdida de motilidad gastrointestinal unida a la mayor reabsorción de agua en el intestino grueso, favorece la aparición del estreñimiento. En este caso, la sustitución de las variedades de pan blanco por otras con fibra, integrales o con cereales, provocará una mayor de retención hídrica en el bolo fecal, estimulando el peristaltismo, el tránsito intestinal y, asegurando una evacuación más regular.
Por último, resaltar la relevancia de mantener un nivel óptimo de glucosa en la sangre de la mujer embarazada. En este sentido, la presencia de pan en la dieta diaria, equilibra, completa y satisface, contribuyendo al bienestar del bebé.
Ejemplo de menú para un día
DESAYUNO
1 vaso de zumo de naranja natural
1 Yogur
Pan del día tostado con aceite de oliva virgen
ALMUERZO
Pan con jamón serrano
1 Plátano
COMIDA
Espinacas con garbanzos
Congrio en salsa verde
1 Yogur
1 ración de pan integral
MERIENDA
1 vaso de leche
Pan con cereales y un puñado de nueces
CENA
Ensalada variada
Con 1 huevo duro
Compota de manzana y ciruelas
1 ración de pan integral