Cáncer de vejiga, causas, síntomas y tratamiento


Elena Carceller Tejedor y José Moctezuma Velázquez. Especialistas en Urología. Hospital comarcal de Barbastro

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La patología tumoral es uno de los problemas de salud más importantes. El cáncer es la segunda causa de muerte en los países desarrollados, detrás de las enfermedades cardiovasculares. El tumor vesical es la más común de las patologías malignas del tracto urinario. A nivel mundial, el cáncer de vejiga es el decimoprimero en incidencia. Es el séptimo tumor más común en varones y el decimoséptimo en mujeres. Aunque esta enfermedad puede acontecer en gente joven, más del 90% de los nuevos casos ocurren en personas mayores de 55 años.

El consumo de cigarrillos es el factor de riesgo más importante, estando presente en el 50% de los casos en hombres y el 35% en mujeres. De hecho, los consumidores de cigarrillos tienen 2-4 veces más riesgo de padecer cáncer de vejiga que los no fumadores. Y el riesgo se incrementa con el aumento de la cantidad y de la duración del consumo. Tras el cese del consumo, el riesgo de padecer tumor vesical cae más de un 30% tras 1-4 años y más del 60% tras 25 años sin fumar, pero nunca se iguala al riesgo de los no fumadores.
El riesgo de padecer cáncer de vejiga también es mayor en quienes empiezan a fumar a edades tempranas o en quienes están expuestos al humo de tabaco ambiental durante la infancia.
El tabaquismo no sólo aumenta el riesgo de tener un cáncer de vejiga, sino que la persistencia del hábito después de establecido el diagnóstico se asocia a un pronóstico más desfavorable.

Agentes químicos

El segundo factor de riesgo, y que supone alrededor del 10% de todos los casos, es la exposición a diferentes agentes químicos. Los más importantes son las aminas aromáticas. Las profesiones más expuestas a este carcinógeno son los pintores, trabajadores en la industria del metal y el papel, barnizadores y peluqueros.
Actualmente la incidencia de tumor vesical debido a exposición a estas sustancias ha disminuido drásticamente ante la aplicación de normativas estrictas de seguridad laboral.
El primer signo y/o síntoma revelador es la hematuria o sangrado con la orina. Casi todos los pacientes con tumor vesical presentan como mínimo hematuria al microscopio. Sin embargo, la hematuria es a menudo intermitente, de manera que un resultado negativo tiene escaso valor para excluir la presencia de un cáncer vesical.

Ecografía transabdominal

Existen pruebas diagnósticas de ayuda al estudio del tumor vesical.
La ecografía transabdominal es el método inicial de diagnóstico por imagen. Detecta la presencia de dilatación de la vía excretora y los defectos de llenado dentro de la vejiga.
La citología urinaria es una herramienta más en el diagnóstico y seguimiento de los tumores vesicales. El examen de orina de la segunda micción del día tiene una sensibilidad elevada en el diagnóstico de tumores vesicales de alto grado de malignidad.

Imagen ecográfica de un tumor vesical

El diagnóstico de cáncer de vejiga depende en último término del examen con cistoscopia; prueba invasiva que consiste en la visualización directa de la vejiga con una cámara a través del conducto de la orina (uretra), y de la resección de la lesión bajo anestesia.
El objetivo de la resección transuretral es el diagnóstico correcto y la eliminación completa de todas las lesiones visibles.

Imagen endoscópica de un tumor vesical

Aproximadamente el 75% de los pacientes con cáncer de vejiga presentan enfermedad confinada a la mucosa (capa más superficial) en el momento del diagnóstico.
Su evolución es impredecible y con el tiempo entre el 50-88% presentan recidivas. Aunque la gran mayoría mantienen el mismo grado de malignidad que el tumor inicial, alrededor del 10-30% de los pacientes con recidiva presentan infiltración de la capa muscular vesical.

Un paciente con tumor vesical de alto riesgo de recidiva y/o progresión precisa de un seguimiento más estrecho con cistoscopias y citologías más frecuentes, ya que el retraso en el diagnóstico y el tratamiento puede poner en riesgo la vida del paciente. Sin embargo, en pacientes con tumores de bajo riesgo, un retraso en la detección de una recidiva no compromete su vida, por lo que el seguimiento puede ser más espaciado.