Hay épocas del año en las que la salud tiende a sufrir más; situaciones como estrés prolongado, dietas inadecuadas, cambios de temperatura o el descanso insuficiente hacen que nuestro cuerpo se resienta y desciendan nuestras defensas. Hay signos, como heridas en los labios, cansancio prolongado, heridas que tardan en cicatrizar, dolores musculares o fragilidad del cabello, que delatan que las defensas de nuestro organismo están disminuidas.
Lo ideal sería evitar hábitos y situaciones que puedan debilitar nuestro organismo y una alimentación adecuada es la clave para ayudarnos a superar épocas duras, pues permite reforzar el sistema inmunológico. Así pues, es importante que nuestro sistema inmune esté reforzado y nuestras defensas a tope. El sistema inmunológico a diario protege a las personas de los gérmenes y microorganismos.
En la mayoría de los casos, el sistema inmunológico desempeña sus funciones con asombrosa eficacia para mantener saludables a las personas y prevenir infecciones. Sin embargo, en algunas ocasiones, problemas con el sistema inmunológico pueden producir enfermedades e infecciones.
Reducción de las grasas
La ingesta energética tiene una influencia considerable en la actividad inmunológica. La reducción de las grasas en la dieta es importante para el control del peso, pero también influye en el funcionamiento del sistema inmunológico. Parece ser que las dietas ricas en grasas reducen la respuesta inmunológica, aumentando así el riesgo de infecciones. Por lo tanto, si se reduce el contenido de grasa en la dieta, la actividad inmunológica aumenta. El consumo regular de productos lácteos fermentados como el yogur o el kefir pueden aumentar las defensas inmunológicas intestinales. Algunos estudios recientes sugieren que el yogur elaborado con ciertas bacterias, denominadas bacterias probióticas, puede tener un efecto beneficioso en el sistema inmunológico.
Existen unos nutrientes directamente relacionados con el sistema inmunológico.
Vitaminas
• Vitamina C: reduce la duración y la severidad de las gripes y resfriados. La encontramos en frutas, verduras y hortalizas, como las fresas, el kiwi, cítricos, melón, pimiento, tomate y col.
• Vitamina A: contribuye a mantener las barreras naturales contra las infecciones (mucosas). La encontramos en hígado, mantequilla, nata, huevos, lácteos y algunas frutas como el albaricoque, cerezas, melón y melocotón.
• Vitamina E: aumenta la respuesta inmunológica. Presente en aceite de germen de trigo, de soja, cereales (pan, arroz, pasta integral…), aceite de oliva, vegetales de hoja verde y frutos secos.
• Otras vitaminas: tienen especial importancia las vitaminas del grupo B; la carencia de ácido fólico o vitamina B9 suprime la respuesta de algunos linfocitos, lo que a su vez se acompaña de una disminución de anticuerpos (sustancias que luchan contra los gérmenes y tóxicos). También se sabe que las deficiencias de tiamina o B1, riboflavina o B2, ácido pantoténico o B5, biotina o B8 y cianobalamina o B12, pueden disminuir la producción de anticuerpos.
Minerales
• Hierro: hígado, carne (especialmente la de caballo), pescado y huevos.
• Zinc: la carencia de cinc es relativamente frecuente en niños, mujeres embarazadas, madres lactantes, ancianos y personas vegetarianas o que realizan dietas bajas en calorías. El consumo habitual de tabaco también se puede considerar factor de riesgo de déficit. Su carencia influye en el sistema inmunológico y afecta fundamentalmente a órganos linfoides (que producen linfocitos) y a la respuesta inmunológica. Encontramos este mineral en mariscos, hígado, semillas de calabaza, quesos curados, legumbres y frutos secos, cereales completos, carnes, pescados, huevos y lácteos.
• Selenio: afecta a la inmunidad, estando disminuida, entre otros, la actividad bactericida, la respuesta de los anticuerpos frente a ciertos tóxicos y el desarrollo de linfocitos. Lo encontramos en carne, pescado, marisco, cereales, huevos, frutas y verduras.
El mantenimiento del sistema inmunológico requiere un consumo constante de todas las vitaminas y minerales necesarios. Para ello, hay que asegurarse de seguir una dieta equilibrada que incluya frutas y verduras en abundancia, y yogures o productos similares. Sin olvidarnos de realizar ejercicio físico a diario y conseguir unos buenos hábitos.