Baños de contraste


Gema Galindo Morales, Ana Carmen Valer Pelarda, Diego Calavia Sarnago y Susana Sánchez Navarro

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Los baños de contraste o baños a temperatura alterna son una técnica de hidroterapia por inmersión donde no se utiliza la presión del agua y que consiste en sumergir la extremidad a tratar de forma alterna en dos recipientes que contendrán agua caliente y agua fría respectivamente.

Se trata de una técnica muy antigua pero muy eficiente y, por lo tanto, muy utilizada en un gran número de lesiones ya que es rápida y fácil de realizar por el paciente en su domicilio y no requiere importantes recursos materiales.
Los baños de contraste se utilizan en diferentes patologías musculoesqueléticas de las extremidades (tales como traumatismos, fracturas, esguinces, síndrome de dolor regional complejo) donde exista un proceso inflamatorio y/o edema en mano, muñeca, pie o tobillo (puesto que son las zonas distales de las extremidades las que pueden introducirse en los recipientes. Son, por tanto, baños parciales).
Son especialmente útiles tras la retirada de una inmovilización prolongada donde la extremidad presenta dolor a la movilización y edema (llegando el tejido incluso a estar empastado generando rigidez y dificultando la movilidad).
Las contraindicaciones para esta técnica son las mismas que para cualquier técnica hidroterápica, más concretamente heridas abiertas, procesos infecciosos e inflamatorios agudos, etc.

Reduce el edema y la inflamación

Los baños de contraste actúan principalmente estimulando la circulación sanguínea y linfática, como consecuencia de las respuestas sucesivas de vasodilatación y vasoconstricción y los efectos que éstas generan. De este modo, los baños de contraste actúan reduciendo el edema y la inflamación.
Para realizarlos se utilizan dos recipientes o cubetas. Una de ellas contendrá agua caliente a una temperatura entre 38º y 44ºC. La otra contendrá agua fría con una temperatura entre 10 y 20ºC.
Para su aplicación, se sumerge la extremidad a tratar en la cubeta de agua caliente durante 4-6 minutos. Se puede aprovechar para movilizar la extremidad ya que además del efecto térmico, el agua aporta seguridad al paciente que mueve su extremidad libremente y con menos dolor, facilitando además una movilización de una forma más funcional. A continuación, se sumerge en el agua fría durante 1-3 minutos. Los cambios han de hacerse con rapidez, ya que el beneficio está precisamente en el efecto de contraste térmico. Este proceso de inmersión se repite 2-3 veces al día.
Se puede finalizar el tratamiento en agua fría o caliente dependiendo del efecto principal que se quiera conseguir.
Si los baños se realizan de forma previa a una sesión de fisioterapia o ejercicio terapéutico domiciliario, se finalizará en agua caliente para reducir la rigidez y el dolor durante la sesión, ya que el efecto térmico del agua caliente disminuye el tono muscular, tiene un efecto analgésico y relajante y aumenta la flexibilidad del tejido conjuntivo.
Si por el contrario se utiliza de forma aislada tras una lesión aguda, se podrá finalizar en agua fría, buscando un efecto estimulante, tónico y de sedación del dolor.
Finalmente, recordar que hay una gran variabilidad en la aplicación de los baños de contraste según los diferentes profesionales. Lo más importante es ser constantes en su realización (2-3 veces al día), mantener la diferencia de temperatura entre las dos cubetas respetando la piel (evitar poner hielo o calentar el agua en el microondas) y finalizar la aplicación con agua caliente o fría según los efectos finales que queramos conseguir.

AUTORES

Gema Galindo Morales. Fisioterapeuta. Atención Primaria Sector III. Zaragoza.
Ana Carmen Valer Pelarda. Fisioterapeuta. Hospital Miguel Servet. Sector II. Zaragoza.
Diego Calavia Sarnago. Fisioterapeuta. Atención Primaria Sector III. Zaragoza.
Susana Sánchez Navarro. Fisioterapeuta. Atención Primaria Sector III. Zaragoza