Durante una afección aguda que motiva un ingreso hospitalario es muy importante realizar una valoración geriátrica global e integral del paciente, sobre todo de aquellos que más complicaciones pueden desarrollar durante la hospitalización, para poder detectarlo y prevenirlo, como es en el paciente anciano hospitalizado.
Por eso en unidades de hospitalización de Geriatría, para poder conocer mejor el perfil del paciente que ingresa en todas sus esferas, se realiza una valoración geriátrica integral. Esta valoración nos servirá en la toma de decisiones, establecer un juicio clínico y pronóstico adecuado, así como planificar cuidados junto con el paciente y familiares.
Una de estas valoraciones que ha de realizarse al ingreso, es la valoración funcional, que consiste en el estudio de las capacidades físicas del anciano en todo su espectro, desde las tareas motoras más simples y su capacidad de autocuidado hasta el ejercicio e independencia en el medio ambiente.
Dentro del espectro de la discapacidad, las actividades básicas de la vida diaria suponen el nivel más elemental de función.
Una de las escalas más utilizadas por su validación en múltiples ámbitos así como facilidad y rapidez de uso es el índice de Barthel.
Este nos indica el nivel de dependencia que presenta a la hora de comer, en el aseo y vestido, si presenta incontinencia urinaria o fecal, si precisa ayuda para ir al baño, así como su autonomía para la deambulación , realizar transferencias o subir escaleras.
La mayoría de los pacientes que ingresan en una unidad de agudos presentará en ese momento una dependencia casi total por su estado clínico muchas veces inestable, por lo que es importante conocer la funcionalidad previa al ingreso o al inicio de los síntomas que motivaron este, para poder potenciar y preservar dicha autonomía y evitar un deterioro funcional hospitalario.
Se entiende como deterioro funcional hospitalario a la pérdida de capacidad para realizar al menos una actividad de la vida diaria básica en el momento del alta, respecto a la situación funcional considerada como dos semanas antes del inicio de la enfermedad aguda. Se mide la pérdida de funcionalidad como la diferencia entre el índice de Barthel basal y al alta, siendo positiva cuando esto es mayor de 5 puntos.
La función de un paciente marca su calidad de vida, bienestar, necesidad de autocuidados y apoyos sociales, por lo que mantener dicha autonomía es importante.