Es un hecho, los implantes dentales son, desde hace muchos años una solución al problema del edentulismo o falta de dientes, pero también sabemos que pueden fallar o “enfermar” con cierta frecuencia.
La falta de un adecuado soporte óseo, un mal diseño de la prótesis que irá sobre los implantes, la carga masticatoria temprana o la falta de calidad de los tejidos que rodean los implantes, son algunas de las principales causas de la pérdida de los implantes dentales.
Lo más importante a la hora de colocar los implantes es un adecuado estudio previo de las condiciones de salud general del paciente, incluyendo los niveles de vitamina D, los triglicéridos, y por supuesto de las condiciones específicas, en este caso óseas. Esto último lo logramos mediante imágenes de CBCT (es un tipo de escaneo denominado como tomografía computarizada de haz cónico) que nos aportan información en 3D de la cantidad y calidad óseas, además de que nos permiten tener en cuenta algunas consideraciones como: planificar la mejor localización del implante, una técnica quirúrgica poco agresiva y el uso de materiales que ayuden a la regeneración de los tejidos (PRGF plasma) sabiendo que tienen sus limitaciones.
Los implantes también pueden “enfermar” con procesos como la periimplantitis, o pérdida de soporte óseo, o también con la inflamación de los tejidos que están alrededor de los implantes que pueden llevar a la llamada mucositis periimplantaria, y que en general afectan a la salud de los implantes, entre otras patologías.
Aunque la implantología dental lleva más de 40/50 años, cada día se van conociendo más detalles sobre la oseointegración.
La oseointegración, es la forma en la que el implante se une al hueso en los llamados “tejidos duros” (óseos). Además, conocemos mucho más acerca de cómo los “tejidos blandos” (las encías) juegan un papel de gran relevancia en la conservación y salud de los implantes a medio-largo plazo.
La encía que rodea el implante, debe ser gruesa y debe estar adherida a la superficie de la prótesis (diente o muela), que va atornillada al implante. Esto es de vital importancia porque esta encía adherida ejerce de barrera protectora contra los posibles traumas, como por ejemplo, el cepillado agresivo. Asimismo, evita que la superficie del implante (las “roscas”) queden expuestas, y si esto sucede, lo que puede ocurrir es que las bacterias de la boca “colonicen” esa superficie, contaminándola e iniciando el proceso de pérdida de tejidos blandos o duros que rodean el implante.
En Sannas Dentofacial trabajamos para ofrecer los máximos criterios de calidad utilizando todos los recursos que nos puedan llevar al éxito de los tratamientos. “Hacemos las cosas pequeñas de forma grandiosa”